Editorial

La emisión inflacionaria

En la Argentina, es un clásico que los distintos gobiernos nacionales emitan pesos sin respaldo para cubrir el déficit público, en especial cuando se reduce o directamente se agota la posibilidad de financiarse en los mercados local e internacional. Con la emisión sostenida, la moneda nacional se deprecia cada vez más a la vez que se genera una mayor inflación. 
El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), aseguró en un reciente documento de análisis de la coyuntura que la emisión monetaria genera inflación cuando la gente no la acepta. Si el Banco Central emitiera pesos y los ciudadanos los conservaran, esta emisión no generaría inflación. Pero con el antecedente de más de medio siglo de sistemáticos déficits fiscales y fuerte tendencia a financiarlo con emisión monetaria, naturalmente se tiende a rechazar los pesos. El rápido desprendimiento de los pesos genera presión sobre los precios, advierte.
Así, una de las maneras de paliar los impactos inflacionarios de la emisión excesiva es induciendo a que los bancos usen el dinero que captan por los depósitos a suscribir títulos de deuda del Banco Central, como las letras Leliq. Esto le permite al Banco Central sacar de circulación la emisión excedente atenuando su impacto inflacionario. El dinero sigue siendo de la gente, pero los bancos en lugar de usarlo para prestárselo a las familias o las empresas se lo prestan al Banco Central. De esta manera, se retroalimenta la emisión monetaria porque el Banco Central emite pesos para pagar intereses a los bancos por las Leliq. Un círculo nada virtuoso. 
Para dimensionar el rechazo a conservar los pesos resulta pertinente comparar del total de pesos emitidos cuántos están en circulación y cuántos fueron rescatados por el Banco Central a través de las Leliq. Según datos del Banco Central se observa que el total de pesos emitidos por el Banco Central asciende a $14 billones y que en manos de la población circula sólo $4,5 billones. Y los restantes $9,5 billones fueron sacados de circulación por el Banco Central a través de las Leliq. Estos datos muestran que sólo 1 de cada 3 pesos emitidos está en manos de la gente, mientras que los restantes 2 pesos tuvieron que ser rescatados por el Banco Central con Leliq.
Según Idesa, el año pasado la distribución de los pesos emitidos, entre los que estaban en circulación y los rescatados por el Banco Central, era aproximadamente por mitades. Es decir, que el rechazo de los pesos, además de alto, es creciente. El panorama se agrava porque los excesos de emisión no solo son función del déficit fiscal que no se logra financiar con deuda sino también de los crecientes intereses que devengan las Leliq.
En este contexto el gobierno instrumentó una nueva versión del dólar-soja con el objetivo es evitar las presiones inflacionarias que generaría una eventual devaluación. Con el dólar-soja el Estado compra dólares a $230 y los vende a los importadores a $170, lo que obliga a emitir $60 por cada dólar que liquidan los exportadores. Como esta emisión es rechazada, el Banco Central la tiene que absorber con Leliq. En la primera versión del dólar-soja, instrumentada durante setiembre, la cantidad de pesos en poder de la población se mantuvo constante en aproximadamente $4 billones mientras que las Leliq subieron de $7 a $8,5 billones. Es decir, todos los pesos emitidos por las pérdidas que generó el dólar-soja fueron rechazados y tuvieron que ser absorbidos con Leliq.
Resulta inconsistente pretender reducir la inflación mientras se sigue acumulando emisión monetaria no deseada. Las Leliq devengan un interés superior al 100% anual. Esto obliga a una emisión adicional que le pone un piso muy alto a la inflación. Por eso, aun suponiendo que se cumpla con las metas del FMI en materia de déficit fiscal, la inflación se mantendrá alta por la emisión monetaria que generan los intereses de las Leliq y las pérdidas que generan los dólares diferenciales. Se necesita hacer otra cosa. 



Autor: REDACCION

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