Editorial

La desidia de la política


Una y otra vez se insiste en que la Argentina es un país improvisado con buena parte de los funcionarios de baja estatura moral y también con escasa capacidad para diseñar y gestionar políticas públicas que cuenten con el consenso de por lo menos los espacios mayoritarios con representación legislativa, lo que podría operar como garantía de su continuidad a pesar de los cambios de gobiernos. Pero en este país cada partido que aterriza en la Casa Rosada decide que los funcionarios salientes hicieron casi todo mal, se cansan de hablar de la herencia negativa que recibieron y comienzan todo de nuevo. Así se repite una historia sin fin, por tanto nunca se logra avanzar. La política chiquita, bajita, mezquina  en todo su esplendor. 

A un año y medio de los cambios de gobierno en la Provincia y en la Nación todavía hay funcionarios que adjudican un rol central en sus discursos a la herencia recibida, es decir repasan desde su perspectiva todo lo que creen que la gestión anterior hizo mal. Y la cultura del desencuentro simbolizada en la maldita grieta se impone para beneficio exclusivo de la casta política sin ganancias reales para el resto de los ciudadanos de pie. Detrás de esa tensión entre dirigentes de uno y otro bando se encolumnan los guerreros de las redes sociales, un montón de perfiles sociales que buscan confundir, ensuciar y enredar el debate público.

La semana pasada se concretó en Rafaela la inauguración del DIAT, una sigla que sintetiza a un organismo destinado a contener políticas en favor de jóvenes con consumos problemáticos, el Dispositivo Integral de Abordaje Territorial. De un día para otro cuando un funcionario nacional está disponible se armó un acto partidario sin invitados institucionales para inaugurar una obra que comenzó a construir en el 2014. Y en ese acto inaugural el jefe de Gabinete de la Nación dedicó un tramo de su mensaje al Presidente anterior, al que acusó con razón de haber abandonado la obra a pesar de que la misma tenía un grado de avance del 95 por ciento -durante 2014 y 2015-. No se puede entender tanta desidia. Ese edificio al que algunos llaman elefante azul por sus enormes dimensiones y su color, que está ubicado en barrio 2 de Abril, permaneció cerrado durante cuatro años a pesar de que con un mínimo esfuerzo podría haber comenzado a funcionar mucho tiempo antes. En ese tiempo, en Rafaela había cuatro concejales del mismo signo político que el gobierno anterior pero optaron no involucrarse en la gestión y quizás desistieron de cumplir un papel protagónico en la terminación del proyecto. Nadie se jugó por el DIAT en los últimos años, ni aquellos cercanos al gobierno de Cambiemos ni tampoco la anterior gestión de la Provincia. De todos modos, que el proyecto no haya sido completado es responsabilidad de todos los funcionarios y legisladores, aunque con distintos grados de culpabilidad. 

El DIAT tiene como objetivo integrar un conjunto de actividades, desde artísticas hasta deportivas o de educación, como estrategia para prevenir el consumo problemático de drogas u otras sustancias o bien ayudar a dejar atrás las adicciones, un flagelo de estos tiempos. Requiere una labor coordinada entre los distintos niveles de Estado para darle mayor consistencia a las acciones y el respaldo a los equipos de profesionales y de apoyo involucrados en esta tarea. Se trata de espacios de encuentro, contención, recreación, formación y capacitación en el que se busca impulsar la creatividad, el desarrollo cultural, deportivo y artístico y generando, de este modo distintas herramientas acordes a cada persona, con el fin de potenciar el proyecto de vida de cada participante. Los DIAT están distribuidos en todo el país, emplazados estratégicamente en las zonas de mayor vulnerabilidad social. 

Tiene razón el jefe de Gabinete de la Nación en cuestionar al gobierno anterior por no asignar unos pocos millones para culminar la obra del DIAT y luego destinar un presupuesto anual para financiar los equipos de trabajo. Pero también quedó muy desprolijo organizar un acto de inauguración de un día para el otro sin la presencia de representantes de las instituciones involucradas en la labor social del flamante organismo ni de dirigentes de otros partidos políticos que actualmente cumplen roles institucionales. Otra muestra de la política mezquina puesto que había concejales oficialistas pero no opositores que no recibieron invitación alguna para asistir. 

Precisamente son estas muestras de mezquindad política la que no alienta el optimismo. La política argentina no madura porque el negocio para pocos es la grieta. Un país en el que te matan en la calle por una inseguridad salvaje, en el que la inflación está fuera de control y se convierte en una fábrica de pobres necesita que sus gobernantes construyan juntos, no con la lógica de una grieta separatista.  











Autor: REDACCION

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