Para muchas personas, el teléfono celular se ha transformado en algo así como el centro de su existencia y no pueden contenerse de chequear las redes sociales minuto a minuto. Así, la dependencia de la tecnología se puede convertir en un mal hábito que modifica las relaciones en el interior de una familia o el funcionamiento de los grupos de trabajo o de estudio en una oficina o en un aula. Esa irresistible tentación de concentrar la vista en la pequeña pantalla se observa todos los días en cualquier lugar del mundo como en Rafaela mismo.
Si uno se detiene a observar 15 minutos las actitudes de las personas en una zona céntrica podrá comprobar cuántos peatones caminan con sus ojos clavados en el teléfono, incluso cuando cruzan una calle. Peor aún, también es posible encontrar a conductores de autos, motos y camiones circular dividiendo su atención entre el tránsito y su teléfono, lo cual está claramente prohibido. Pero sucede.
Este cambio de hábitos a partir de nuestra rendición incondicional ante los teléfonos celulares quedó en evidencia en una reciente encuesta publicada por la agencia oficial Télam y realizada por la empresa Motorola: un tercio de las personas consultadas prefiere interactuar con su teléfono antes que pasar el tiempo e interactuar con sus familiares. Así de contundente. Estas conductas se da predominantemente entre los jóvenes. ¿A quién no le sucede que a la hora del almuerzo o la cena siempre hay un integrante de la familia que no presta su atención al diálogo porque está concentrado en su telefonito?
Hace muchos años se había definido al televisor como una "caja boba" por su poder de hipnotizar a los televidentes. Desde hace algún tiempo le cedió el trono a la pequeña pantalla que reina entre los artículos de tecnología, postergando a las notebooks, netbooks y las ya anticuadas PCs.
El estudio de Motorola sostiene que "las personas están poniendo sus teléfonos antes que a las personas que les importan, con los hallazgos más alarmantes vinculados a las generaciones más jóvenes, que han crecido en un mundo digital". Hay todavía más: sobre la cuestión generacional señala que el 53% de los encuestados de la llamada Generación Z "describe a su teléfono como su mejor amigo".
Otro dato que se desprende de la encuesta es que, si bien el 60% considera que es importante tener una vida separada de su dispositivo, la mitad (49%) revisa su teléfono con más frecuencia de lo que quisiera y el 44% se siente obligado a hacerlo. Al respecto, agrega que esta "verificación compulsiva" aumenta entre los jóvenes, que alcanza a casi seis de cada 10 entre "Millenials" y "Generación Z".
El estudio, realizado en base a 4.418 encuestas efectuadas entre el 30 de noviembre y el 26 de diciembre de 2017 entre personas de Estados Unidos, Brasil, Francia y la India, define tres "comportamientos problemáticos" a partir de los cuales los teléfonos inteligentes "afectan nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos". A la verificación impulsiva se le suma el "tiempo excesivo" que se le dedica a consultar el móvil, pues el 35% admite que pasa "demasiado tiempo" usando el aparato (en la Generación Z trepa al 44%) a la vez que considera que sería más feliz si redujera el tiempo que pasa conectado a este producto.
La "sobredependencia emocional" representa el tercer problema pues dos tercios (65%) "entran en pánico" cuando advierten que han perdido su teléfono en tanto que el 29% coincide en que no cuando no está usando su móvil está "pensando en usarlo o planear la próxima vez que pueda usarlo".
Entre las conclusiones, se destaca el análisis de Nancy Etcoff, coautora del informe junto a Motorola, que afirma que "ara la mayoría de los usuarios de teléfonos inteligentes, sus comportamientos problemáticos son respuestas sin sentido y malos hábitos que necesitan ayuda para superar".
Ante estas nuevas realidades no sorprende que a medida que se amplió el uso de teléfonos móviles con acceso a internet, surgieron, durante los últimos cinco años, decenas de clínicas de rehabilitación en las inmediaciones de megaempresas tecnológicas de Estados Unidos como Facebook, Twitter, Apple y Google. Las mismas ofrecen tratamientos específicos para jóvenes que pasan hasta 20 horas diarias con la vista en su celular.
Cerca de San Francisco se encuentra la clínica Paradigm, que recibe a niños y adolescentes, de entre 12 y 18 años, internados por los padres para dejar la adicción por internet. Dentro de la mansión, los teléfonos móviles, computadoras portátiles y tabletas están prohibidos, destacó un artículo de la cadena BBC. Con horarios fijados para levantarse, estudiar, comer y participar en una batería de terapias colectivas e individuales, la promesa de la clínica es "reprogramar" a los jóvenes para que puedan reconstruir su relación con la tecnología y reaproximarse a sus familiares, estudios, amigos y tareas "offline", describe la nota.