Desde una perspectiva autocrítica, en Argentina solemos caer en la creencia de que la corrupción es parte de la identidad nacional y que contamina principalmente la esfera de lo público, en todos sus niveles aunque también afecta al sector privado. Es decir, los pagos de sobornos o el tráfico de influencias explican en parte el descrédito de la clase política, aunque también es cierto que los privados que pagan coimas aceptan este mal endémico de nuestras sociedades.
No obstante, la corrupción no es un fenómeno nacional sino que la coyuntura de estos días demuestran que este delito no reconoce fronteras y su práctica se ha globalizado. El escándalo que afecta al Gobierno de Brasil es una muestra: el vecino país está conmovido por el gigantesco fraude a la estatal Petrobras, que dio lugar a una megacausa en la que se investiga la red de corrupción, sobornos y enriquecimiento ilegal que involucra a la petrolera y que comprendió unos 4.000 millones de dólares en la última década. Este proceso tiene bajo indagatoria a 13 senadores, 22 diputados, 2 gobernadores, al tesorero del gobernante Partido de los Trabajadores así como a exfuncionarios del Poder Ejecutivo.
Otro país de la región también soporta por estos días cuestionamientos de la sociedad civil. La Presidenta Michelle Bachelet debió soportar una masiva marcha por las calles de la capital, Santiago, que hicieron jóvenes descontentos por la implementación de la reforma educativa y por los casos de corrupción que salpican a Sebastián Dávalos, el hijo mayor de la jefa de Estado que está siendo investigado por un supuesto uso de información privilegiada y tráfico de influencias a raíz de una millonaria compra y venta de terrenos.
En la Argentina, el vicepresidente Amado Boudou está procesado en varias causas. Una de ellas por haber falsificado la documentación del automóvil que antecedió a una transferencia irregular. En otra está acusado de cohecho y negociaciones incompatibles con la función pública en el marco del denominado Caso Ciccone, la imprenta adquirida presuntamente por el vicepresidente y sus socios a través de testaferros. No es el único caso pero quizás el más emblemático, sin contar la investigación cerrada judicialmente por presunto enriquecimiento ilícito del matrimonio presidencial, cuyo patrimonio creció excesivamente desde su llegada al poder.
Pero del otro lado del Atlántico también emerge la corrupción. España está sacudida por la situación del ex ministro de Economía y el exdirector gerente del FMI entre 2004 y 2007, Rodrigo Rato, quien fue acusado por fraude, lavado de dinero y ocultamiento de bienes a sus acreedores.
Los historiadores de la corrupción tienen comprobado que este cáncer social viene de muy lejos. "Los sobornos y el tráfico de influencias no nacieron ayer. Recientemente se ha descubierto el primer caso conocido de corrupción. Se remonta al antiguo Egipto y se lo conoce como el Tebasgate. El investigador egipcio Ahmad Saleh descifró la inscripción de un papiro en el que se cuenta la historia de un funcionario de Tebas llamado Peser que, en tiempos del faraón Ramsés IX, dirigía una trama en connivencia con una banda de saqueadores de tumbas. Según explica Saleh, el caso se cerró con un proceso en el que ni Peser ni otros ocupantes de cargos públicos implicados fueron condenados", señala el sitio Quo en un trabajo dedicado a esta problemática. "Como afirma el historiador Paul Veyne, en la antigua Roma la corrupción se institucionalizó hasta el punto que: 'Lo malo no era que se realizasen estas prácticas, sino que fueran demasiado evidentes'", agrega.
El historiador Alberto Brioschi en su obra "Breve historia de la corrupción", expresó que "estas prácticas empezaron a ser comunes entre banqueros, industriales y políticos. Las grandes compañías internacionales empezaron a pagar sobornos en el exterior de sus países, y lograron millonarios contratos gubernamentales. La corrupción, mediante las asignaciones de contratos llegó a movilizar, en algunos países, más del 20% del dinero público, poniendo en entredicho el principio de igualdad entre las personas y, en ocasiones, a la misma democracia".
En su último informe sobre el Indice de Percepción de Corrupción a nivel global, la organización Transparency International reveló que "en gran cantidad de países encuestados aún queda mucho por hacer en materia de transparencia y lucha contra la corrupción, entre estos se encuentra la Argentina, que volvió a obtener una mala nota cayendo de posición en los rankings global y regional".
Destaca que más de dos tercios de los 175 países incluidos en el Indice de Percepción de la Corrupción 2014 obtuvieron una puntuación inferior a 50, en una escala de 0 (altos niveles de corrupción) a 100 (bajos niveles de corrupción). Y remarca que "la corrupción es un problema en todas las economías, y hace necesario que los principales centros financieros en la Unión Europea y Estados Unidos actúen de forma coordinada con economías de rápido crecimiento para impedir que los corruptos se salgan con la suya".