Evidentemente en la Argentina aún resta recorrer un largo camino para modelar, en las personas, conductas que antepongan el valor de la vida ante todo. La escena de la semana en materia de tránsito fue aportada por ese camionero que el viernes cruzaba los semáforos en rojo al circular por el tramo urbano de la Ruta Nacional 34 en Rafaela a una velocidad superior a los 80 kilómetros por ahora. Se trata de una decisión que pone en peligro la vida del propio chofer del camión y de otras personas. "Fue un susto con suerte", sintetizó el senador Alcides Calvo, quien fue embestido por el vehículo de gran porte cuando al avanzar por bulevar Roca atravesaba la ruta nacional. Uno de sus colaboradores debió ser internado en observación. Pudo ser fatal.
¿Qué piensa una persona que está al volante de un camión cargado cuando resuelve no frenar ante un semáforo en rojo? Puede tener las correspondientes licencias de conducir, pero ¿está en condiciones de hacerlo si no tiene conciencia del valor de la vida y del daño que puede causar su peligrosa acción? ¿Qué sanciones se deben aplicar para un infractor que no considera demasiado la vida de los demás?
Pero el camionero no es el único que se porta mal y merece la reprobación colectiva. A diario, nos indigna encontrar a una persona hablando por teléfono celular mientras conduce un automóvil, reclamos a un inspector de tránsito urgente para que sancione esa riesgosa actitud. Sin embargo, cuando nos llaman al celular estamos al volante, atendemos y hablamos sin detenernos ni estacionar, "total son unos pocos segundos". Hay cierta hipocresía en la forma en que analizamos estas escenas porque siempre es más fácil ver los defectos en los demás que en nuestras formas de ser. Condenamos al otro con todo el rigor, pero flexibilizamos la ley para nosotros.
La educación vial aún tiene mucho por hacer. La deuda es enorme y quizás está bien trabajar principalmente con los más pequeños en todos los niveles de las escuelas, el jardín, la primaria, la secundaria e inclusive no bajar la guardia en la universidad. Deberían implementarse políticas coordinadas en todo el país, que los estados puedan asumir roles para que el esfuerzo sea parejo y sostenido. Somos siempre críticos de las conductas de los otros. Pero ¿frenamos en las esquinas cuando hay personas esperando por cruzar en sendas peatonales? ¿Anticipamos convenientemente la maniobra que vamos a hacer al manejar una moto o un auto? ¿Llevamos el casco? No hay conductores perfectos, pero si todos respetáramos la ley no habría necesidad de destinar tantos recursos para la educación vial o para controlar que todos nos ajustemos a las normas.
Nos quejamos por la falta de infraestructura o por su mal estado. Acusamos a los políticos, y no está mal que así sea. El voto es la herramienta para premiar o castigar. Pero hasta que no se mejoren las calles, rutas, caminos o autopistas, manejemos con la máxima prudencia en función del estado de esa infraestructura.
Las estadísticas siguen siendo adversas, pero a veces pareciera que no queremos aprender la lección. Es decir, tropezamos siempre con la misma piedra.
La asociación civil Luchemos por la Vida estimó 7.613 personas murieron en accidentes de tránsito durante 2014. Esto es 21 vidas menos por día o 634 al mes. Es un costo demasiado elevado. Las cifras son proyección de los datos habidos hasta el 15 de enero, e incluyendo fallecidos en el hecho o como consecuencia de él, hasta dentro de los 30 días posteriores, según el criterio internacional más generalizado. En la provincia de Santa Fe, la entidad consideró que los muertos fueron 765 el año pasado en calles y rutas.
Asimismo, consignó que el 35 % de las
víctimas fatales de tránsito fueron motociclistas. El informe señala que por semana mueren 51
motociclistas y se indica que algunas de las principales
características por las que ocurren los accidentes son porque "las
motos son pequeñas y no se usa el casco".
"En los últimos años se llegaron a vender unas 700 mil
unidades por año, y el parque circulante registrado creció a 5
millones, aunque la cifra real es mayor, ya que hay muchas que
se venden y circulan irregularmente", indicó en un comunicado.
En el relevamiento realizado se estima que del total de las
motos vendidas no más de 100 mil tienen el seguro obligatorio;
pocos motociclistas poseen la licencia de conducir y casi
ninguno ha recibido una preparación adecuada para conducir un
vehículo que es inestable, poco visible y cuyo paragolpes es el
propio cuerpo.
"De la mano de este crecimiento, cada año aumentaron los
siniestros en moto o ciclomotor, y en particular, las muertes de
sus ocupantes. La mayoría, por no usar el casco", indican en el
informe.