Luego de dos años de minuciosa restauración, el trabajo dirigido por el Arq. Javier Correa y un notable equipo de profesionales fue valorado por “su especial cuidado en la restauración en el respeto a los colores, que siempre caracterizaron a la iglesia de los Capuchinos y que, entre otros aspectos, lo tornaron un trabajo complejo.”, así lo pronunció el jurado evaluador.
Ubicada frente al concurrido paseo del Buen Pastor, en la intersección de las calles Obispo Oro y Buenos Aires, esta edificación es uno de los iconos del distinguido barrio Nueva Córdoba. La iglesia de los Capuchinos fue elegida la primera maravilla de la provincia de Córdoba construida por el hombre en mayo de 2008. Se trata de un edificio de alto valor patrimonial para la ciudad, que posee declaración "de interés municipal", pero, todavía no de monumento histórico por la Nación ni la Provincia.
Las obras de restauración arrancaron en agosto de 2015, y fueron financiadas con aportes de la orden franciscana y de sus fieles. Se calcula que se invirtieron algo más de cuatro millones de pesos en este trabajo que consistió en: la recuperación de todos los muros, cornisas y ornamentos de la fachada, el frontis (arco de ingreso y rosetón) y las dos torres (la trunca y la que termina en punta), como también los interiores de ambas torres. En este sector se destacan las esculturas creadas por el italiano Luis Ramaciotti, también autor del Cristo que está en La Cumbre.
La obra original
Esta construcción pertenece a la orden franciscana de los Padres Capuchinos instalada en la ciudad de Córdoba en la segunda década del siglo 20. Este templo comenzó a construirse en 1926 y fue inaugurado, incompleto, en 1933. Es de estilo neogótico y fue proyectado y ejecutado por el artista e ingeniero italiano Augusto Ferrari, con la ayuda de expertos que vinieron desde Italia por su intermedio. Hasta los años ‘80, se efectuaron mejoras arquitectónicas a la iglesia, pero su primera restauración total es la que arrancó en 2015.
Esta construcción se caracteriza por tener una torre trunca (lado oeste), que representa lo material. También contiene otra torre (de 69 metros de altura) termina en aguja y simboliza el alma que asciende. En su fachada principal se destacan columnas de variados estilos que aluden a todas las culturas existentes en la época previa a la venida de Jesús a este mundo. En la estructura exterior abundan esculturas de perros, gatos, elefantes, caballos, leones y otros animales, como también de ángeles, santos, apóstoles, de Cristo y de San Francisco de Asís, que corona el frontis. Hay ventanales ojivales, templetes que cobijan las figuras y tejas que recubren techos. En su interior resalta la
bóveda, donde está representado el cielo. Hay un friso con 32 murales al óleo -obra de Augusto Ferrari- en el que se pueden observar pinturas que evocan la vida de San Francisco de Asís.
Lo premiado: los colores
El uso de los fuertes tonos en la restauración fue la principal crítica en este proceso, llamando la atención de los vecinos y autoridades locales. En este sentido, el responsable del proyecto, el Arq. Correa dijo que "en los Capuchinos aparecieron la gama de los ocres, negros y rojizos que sorprendieron a mucha gente por lo que se armó una polémica que luego se fue superando. Los frailes recibieron con gran alegría la noticia".
La recuperación y puesta en valor de la obra se inició con la investigación historiográfica y diagnóstico en 2014. En 2015 se empezaron las obras, con un equipo de casi 20 profesionales (artesanos, técnicos, ingenieros, arquitectos, bioquímicos, patólogos y biólogos).
Los tonos aplicados responden a extensos informes de protocolos, ensayos in situ y rigurosos estudios físicos-químicos desarrollados en laboratorios de la Universidad Nacional de Córdoba. Los tonos amarillo, negro, rojo y verde están presentes en todo el desarrollo de la fachada y han sufrido con el paso del tiempo el deterioro lógico de una pintura, la cual fue realizada sobre base cementicia y pigmentada con óxidos metálicos (ferrites naturales).
"Los capuchinos sin color, no son los capuchinos de Ferrari"
El arquitecto cordobés Enrique Zanni, conformó el equipo de trabajo que estuvo a cargo de esta restauración. En una charla exclusiva con Suplemento Hábitat, nos contó que este trabajo resultó una experiencia increíble a nivel profesional y cultural.
Zanni, participó como asesor en patología y conservación patrimonial, una especialización que lo caracteriza entre sus pares. Al respecto, Zanni contó que "cuando se comenzó con el trabajo de restauración se hizo de manera tradicional, trazando una hoja de relevamiento, la cual llevó casi 3 años. Al mismo tiempo se hizo un diagnóstico sobre las patologías de la obra y la valoración del edificio." No todos los edificios tienen los mismos valores arquitectónicos, estilísticos, histórico, etc. En este caso el valor preponderante fue la imagen de integralidad de la obra, dado que su construcción duró muchos años, transcurriendo varias décadas, en donde los materiales fueron cambiando e incluyéndose de forma aleatoria. Al mismo tiempo, el uso del color, algo lógico, pensando que el creador además de arquitecto también era pintor. Por ello creímos que lo mejor era devolverle a la obra los colores originales."
"Los capuchinos sin color, no son los capuchinos de Ferrari.", afirmó el Arq. Zanni, quien nos brindó un detallado relato acerca de cómo se abordó el tratamiento del color en la obra, resaltando que todo el proceso fue de manera muy científica a través de los laboratorios de la Universidad Nacional de Córdoba.
Sin bien este punto generó bastante polémica en la sociedad cordobesa, Zanni reflexionó al respecto y dijo que "siempre que restauras tenes que decidir a qué momento de la historia vas a representar, y después de todos los estudios que hicimos pensamos que los Capuchinos sin color no serían los Capuchinos de Ferrari."