La pelea por imponer una visión de la realidad adquiere cada vez mayor intensidad en la Argentina, aunque el fenómeno también se replica en otras latitudes. En esta confrontación, la simple palabra "relato" se convirtió en un arma de la guerra de la palabra, en un instrumento de la pulseada política. Y parece haber caído al menos momentáneamente en desgracia cuando, por ejemplo, se presenta acompañada por un colectivo cuya reputación no es la mejor. Decir hoy "relato kirchnerista" contiene una connotación decididamente negativa que está asociada a la falsedad. En cierta forma, está emparentada a la clásica "propaganda política" donde el discurso se moldea según los intereses de un determinado espacio de poder o líder.
Quizás mañana cobre forma el "discurso macrista" con una raíz común vinculada a una forma de contar las cosas que no se corresponde a la realidad. Desde esta perspectiva, la discusión puede ser tan amplia como infinita porque se corre el riesgo de no ponerse de acuerdo, nunca, cuando se hace referencia a la realidad o a la percepción de la misma. Todo parece depender del cristal con que se mire todo.
"La historia la escriben los vencedores" es una frase acuñada en 1944 por el escritor británico George Orwell que años después publicó su célebre novela "1984" tan vinculada a los reality show que superpoblaron la televisión de no hace tanto tiempo. Tiempo después alguien agregó algo más a ese concepto al señalar que "la historia la escriben los vencedores, pero el paso del tiempo también da voz a los vencidos". En esta línea, el reconocido cantautor argentino Lito Nebbia también se involucró en la temática al señalar en una canción (Quien quiere oír, que oiga) que "si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia,quien quiera oír que oiga. Nos queman las palabras, nos silencian, y la voz de la gente se oirá siempre".
Por tanto, está comprobado que el control de la palabra brinda mayores posiciones de instalar y consolidar un discurso hegemónico (categoría de análisis algo antigua, pero vigente) necesario para mantener las cosas como quiere aquel o aquellos que ocupan el poder, que a su vez se preocupan cuando aparecen nuevos relatos que amenazan su estatus.
El caso de Bolivia llama la atención por estos días. El presidente de ese país, Evo Morales planteó durante un acto público realizado en la ciudad capital de Sucre la posibilidad de avanzar en la aprobación de leyes para penar la mentira. "La derecha no tiene convocatoria, pero con sus mentiras nos confunde", disparó al describir el conflicto sobre el que desarrolla la lucha discursiva. Por esta razón el líder boliviano admitió que está evaluando impulsar una ley contra la mentira, (para determinar) cómo se sanciona al mentiroso, sea autoridad o sea medio de comunicación.
En este escenario, Morales, que gobierna desde 2006 y apunta a su reelección el año que viene hasta 2025, recibe frecuentes críticas en las redes y los medios, por lo que acusó a la oposición de esparcir mentiras para desprestigiar a su administración. El gobernante acusó a la oposición de buscar mecanismos para "convulsionar el país, enfrentar al pueblo con nuestro proceso" político. "Hicimos ya una ley contra la corrupción, estoy pensando que tal vez hay que preparar una ley contra la mentira, cómo se sanciona al mentiroso", advirtió en un tono distendido.
La situación que plantea Morales alude a la figura controversial de las noticias falsas o fake news, que ocupa a los gigantes de internet como Google y Facebook o distintos gobiernos como el británico, que promueve un impuesto a las compañías tecnológicas para obligarlas a desarrollar filtros que eviten que este tipo de mentiras confundan a la población.
El gobierno del estado de Kerala y el ejército de la India emitieron advertencias sobre algunos mensajes falsos y virales en las redes sociales, como que han una grieta en una represa clave para la zona que si se rompe podría desatar una tragedia, mientras enfrentan las secuelas de las inundaciones que dejaron unas 420 personas muertas.
En Rafaela, nos sorprendemos con mensajes que se hacen virales sobre una camioneta blanca misteriosa que se estaciona a la salida de las escuelas. O nos escandalizamos cuando nos llega que un diputado tal cobra más de 500 mil pesos por mes que obliga al sistema a desmentir. Pero antes de que eso suceda insultamos de arriba a abajo a todos los políticos conocidos. Dos ejemplos comunes. La cuestión es que una noticia falsa puede llegarnos como una broma, pero también como un engaño interesado de un delincuente, de un familiar con el que mantenemos un conflicto o de un político que busca afectar a otro.
Por eso se insiste en este mundo que en estos tiempos revueltos es necesario dejar la ingenuidad de lado, aprender a leer entre líneas y a tener espíritu crítico.