Cuando estamos focalizados en el día a día, nos cuesta proyectar nuestras vidas y planificar dónde y cómo queremos estar dentro de un período determinado que pueden ser dos, cinco o diez años. Visualizarse sobre lo que queremos y fundamentalmente qué estamos dispuestos a dar a cambio por ese futuro en el que nos imaginamos. Está claro que en una Argentina con una crisis alarmante hoy hacemos lo posible, y quizás un poco más, para conservar el empleo. Porque en un escenario donde todo está mal el objetivo se reduce a seguir teniendo empleo la semana que viene o el mes próximo. Difícilmente, por tanto, reparemos en un futuro a mediano plazo.
En el momento en que nos tomamos cinco minutos de pausa, te mediante, y nos proyectamos hacia ese incierto tiempo futuro, aparecen las dudas más aún si tenemos en cuenta la velocidad con que todo cambia. Aparecen interrogantes "pesados" del tipo ¿Desaparecerán nuestros trabajos ante la llegada de los robots? ¿Qué deberían estudiar los jóvenes
hoy para tener éxito en el mercado laboral del mañana? ¿Cómo cambiará esta transformación tecnológica la forma en que trabajamos? ¿Ayudará a combatir el grave problema de la informalidad o, por el contrario, hará que empeore? Estas preguntas fueron planteadas en un documento de investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con el foco en lo que pueda suceder en los próximos años en el continente.
A medida que crece el protagonismo de la cuarta revolución industrial, el debate sobre cómo será el mercado de trabajo en unos años se intensifica y la incertidumbre se multiplica. Con la publicación de la serie "El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe", el BID busca agregar nuevos datos que permitan reflexionar sobre cómo la región puede aprovechar las oportunidades y minimizar los riesgos que se plantean alrededor de este tema... o dilema.
Según el estudio, el futuro del trabajo estará marcado por dos grandes tendencias: el tsunami tecnológico y el envejecimiento poblacional, ya que, aunque existe el mito que América Latina y el Caribe es una región joven, la realidad es que su población está envejeciendo más rápido que en el resto del mundo. Ambas tendencias tienen una naturaleza positiva (nos dan la posibilidad de vivir más años, abandonar los trabajos más repetitivos y aumentar nuestra calidad de vida) y presentan una gran oportunidad para la región. Ahora bien, para aprovecharla, es necesario actuar, recomiendan los responsables del informe.
En el ámbito económico, ambas tendencias pueden provocar cambios en el crecimiento de la economía y la productividad, incrementar o disminuir la desigualdad, y afectar al empleo y a los ingresos. Desde un punto de vista social, alterarán la manera en que interactúan las empresas, los individuos y el Estado. En el área de políticas, obligarán a repensar la educación, la formación para el trabajo y la propia configuración del estado de bienestar, exigiendo a los países dar una respuesta eficaz a los desafíos comunes.
El mercado laboral es, además, el espacio donde se asienta un contrato social bajo el cual muchos estados han buscado redistribuir rentas o han organizado los sistemas de protección ante la vejez, enfermedad o desempleo. Por tanto, cualquier cambio en el mundo del trabajo puede alterar de manera fundamental la organización de la sociedad y resultar determinante para nuestro bienestar.
En este sentido, considera que los desafíos son numerosos, porque pese a que los adelantos tecnológicos se propagan ahora a más velocidad que en el pasado, a América Latina y el Caribe llegan más despacio debido a que la región cuenta con barreras que le dificultan la absorción de estas innovaciones. Por otra parte, la cuarta revolución industrial tiene el potencial de destruir empleo en algunas industrias y ocupaciones, así como de aumentar las desigualdades. Además, la
tecnología está creando nuevas formas de relaciones laborales que pueden conducir a la precarización. Unidas al envejecimiento de la población, estas modalidades de empleo, posibilitadas por el éxito de la economía gig, ponen en riesgo el estado de bienestar tal y como lo conocemos hoy.
Para el BID, en cualquier caso, el futuro del trabajo no es un escenario predefinido, sino una realidad en construcción. Cómo sea el mercado laboral del mañana en nuestra región dependerá, en realidad, de cómo actuemos a todos los niveles: los estados, las empresas, los trabajadores. En este marco, es preciso poner en marcha acciones o estrategias
para enfrentar este escenario todavía incierto.
El futuro del trabajo tiene formidables repercusiones económicas, sociales y políticas a nivel mundial y, en especial, para los países de América Latina y el Caribe, donde va a ser un tema particularmente importante, dado que la región se encuentra en un momento bisagra: las decisiones tomadas hoy pueden cambiar el destino de los países, de sus trabajadores y de todo su sector productivo.