Editorial

Jóvenes sin futuro

Las contradicciones siguen apareciendo por doquier en la Argentina de este tiempo, ya que desde los más altos despachos oficiales se continúa describiendo una situación excelente, mientras que en cambio algunos informes estadísticos sostenidos en relevamientos de organizaciones privadas, muestran una realidad que se trata de ocultar, pero que habida cuenta su magnitud, se hace muy complicado lograrlo.

En este caso aludimos a un informe preparado por la Sociedad de Estudios Laborales, el cual da cuenta que una de cada tres personas del sector más pobre de la sociedad no encuentra inserción laboral, y más preocupante todavía, que hay al menos 700.000 jóvenes incluídos en la franja etaria que va desde los 15 a los 24 años, que no estudian ni trabajan, y peor aún, que tienen muy pocas posibilidades de desarrollarse considerando su situación de estancamiento en que se encuentran.

Este segmento de personas al cual se hace referencia es el 25% de menores ingresos, donde el desempleo está en el orden del 17% , es decir, el doble que el promedio general del país, y peor todavía, dentro de ese grupo existe otro 15% que tiene trabajo de manera intermitente, por lo cual si bien en determinados momentos están ocupados con puestos laborales muy precarios, en otros directamente pasan a engrosar el universo de los desocupados. En síntesis, tenemos que el panorama existente en los sectores más empobrecidos, y a la vez necesitados de ayuda, la precariedad laboral adquiere características extremas. Y si a eso añadimos la perspectiva de esos 700.000 jóvenes sin trabajo y que tampoco estudian, lo cual además se encuentra en sintonía creciente desde hace unos 15 años, entonces tenemos un escenario que termina por complicarse del todo, ya que además -y debe destacarse pues tiene directa relación con la onda expansiva de la inseguridad- se convierten muchos de ellos en futuros participantes dentro de la delincuencia.

Para ratificar lo que venimos diciendo respecto a los jóvenes en esta difícil situación de vida, digamos que en 2003 a la salida de aquella crisis de comienzos de década, los que no estudiaban ni trabajaban teniendo entre 15 y 24 años eran solamente 550.00, con lo cual tenemos que desde entonces y aún habiendo crecido el país a tasas que rondaron entre 8 y 9 por ciento -salvo durante los meses de la crisis financiera mundial en 2009-, este sector siguió acrecentándose. Y como dato de mayor precisión todavía, según la Sociedad que elaboró este trabajo, la suba de jóvenes sin destino se aceleró desde 2007 en adelante, alcanzando ahora la cantidad mencionada.

No es sencillo de comprender, y más aún de explicar, que esto siga ocurriendo como ya decimos dentro de un sostenido crecimiento económico, pero más aún con la mejoría experimentada por el mercado laboral y el mayor volumen acordado al presupuesto educativo. Incluso, con la influencia de la asignación universal por hijo, ya que no la reciben aquellos que no asisten a establecimientos educativos.

Sin embargo, los que no estudian ni trabajan no han dejado de aumentar, pues al 8% de 2003 se eleva hoy al 10%, cuando por todo lo mencionado debería ser exactamente al revés. Si vamos directamente al 25% de la población que tiene mayores carencias, que es donde se produce este fenómeno, tenemos que allí el 15% de jóvenes entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja, significando una suba de 4 puntos con relación a 2003, un gran salto que se registró en el segundo semestre de 2007, según refiere la organización que hizo este informe.

No resulta sencillo -se consigna- encontrar, y menos aún explicar, las razones por las cuales estos jóvenes no tienen perspectivas de desarrollo, si bien  "posiblemente tiene que ver con su bajo capital humano", dado que la mayoría tuvo una temprana deserción del sistema educativo, lo cual las origina una seria dificultad para tratar de ingresar y luego competir dentro del mercado laboral, el cual cada vez va teniendo mayores niveles de exigencias. Y también se hace referencia , en un escenario de más corto plazo, puede encontrarse vinculado con el aumento de las disparidades salariales, ya no sólo en los trabajos de buena calidad, sino también a aquellos puestos laborales de mayor informalidad, ya que cada vez se exige un mayor nivel de competitividad.

Autor: Redacción

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web