Deportes

Johann Neeskens, un referente de la "Naranja Mecánica"

Jonny Rep, Jan Jongbloed, Arie Haan, Ernie Brandts, Johan Neeskens, Ruud Krol, Wim Jansen, Jan Poortvliet, Willy van de Kerkhof, Rene van de Kerkhof y Rob Rensenbrink en la final de Argentina 1978.
Crédito: ARCHIVO EAM 78

Por Víctor Hugo Fux

Acreditado por el Diario La Opinión de Rafaela, tuve el privilegio de cubrir varios encuentros de la Copa del Mundo que se disputó en Argentina en el año 1978, entre otros el que jugaron Alemania Federal y Polonia en la jornada inaugural del certamen; el que protagonizaron el seleccionado nacional y Hungría en el debut del equipo dirigido por César Luis Menotti y la final que le dio el primer título a nuestro fútbol contra Holanda (según el autotrol en el estadio de River Plate y hoy Países Bajos).

Fue una experiencia periodística maravillosa a mis 25 años, como enviado del Decano de la Prensa Rafaelina. Junto a Emilio Grande y Roberto Actis realizamos tres viajes previos a la Subsede Rosario para cumplir los trámites que concluyeron un día antes del inicio de la competencia con el otorgamiento de cada una de las credenciales. que personalmente sigo conservando como un preciado tesoro.

Fueron 25 días inolvidables, con una sucesión de partidos en los diferentes escenarios que se utilizaron para el desarrollo de un evento que el pueblo vivió con un entusiasmo inexplicable, en una época difícil en un país gobernado por la Junta Militar.

En lo personal, no tuve ninguna dificultad para realizar mi tarea periodística, ni para trasladarme a los estadios de River Plate y Rosario Central, acompañando al representativo "albiceleste", que se terminaría consagrando el domingo 25 de junio frente a un adversario que revolucionó al fútbol mundial en la década del '70 y que por su funcionamiento fue identificado como la "Naranja Mecánica".

Los neerlandeses venían de caer en la final del '74 contra el anfitrión Alemania. Con ese antecedentes, llegaron como uno de los máximos favoritos a luchar por el título en Argentina. Y ratificaron su notable potencial en tierras gauchas, accediendo al juego definitorio, otra vez frente al dueño de casa.

Asistí a esa "fiesta de todos" junto a Roberto Actis, partiendo el día previo desde Rafaela en un Fairlane conducido por el entrañable Mario Travaini. El viaje, a raíz de un accidente a la altura de San Pedro, en la vieja Ruta 9, nos privó de asistir al enfrentamiento por el tercer puesto entre Brasil e Italia. La actitud solidaria de un camionero que transportaba frutas y verduras con destino al Mercado de Abasto, nos permitió salir de un lugar incómodo en una banquina complicada por la lluvia que había caído durante buena parte de la jornada.

El domingo, bien temprano, dejamos el Hotel Hispano, nuestro alojamiento habitual en esa época, para desayunar en el legendario Hotel Tortoni, ubicado a unos pasos nada más, en la misma Avenida de Mayo.

Antes del mediodía, iniciamos el trayecto que habría de llevarnos hasta el estadio Monumental, con la debida anticipación para estar en nuestras ubicaciones, en el sector de pupitres, con la anticipación suficiente para no perdernos detalles de los momentos previos a la gran final, que se iniciaría a las 15:00, con un marco impresionante de aproximadamente 80.000 espectadores, en su inmensa mayoría vistiendo los colores celeste y blanco como estandartes.

Aquella tarde de invierno, Argentina y Holanda ofrecieron un espectáculo fantástico. Fue empate en los 90 minutos, con mucho sufrimiento para el seleccionado nacional y un remate en el palo del arco defendido por el "Pato" (Ubaldo Fillol), que paralizó los corazones cuando se agotaba el tiempo regular.

En el alargue, aquel 1 a 1 transitorio, pasó a ser un 3 a 1 definitivo, para que Mario Kempes termine siendo considerado el mejor futbolista y el máximo goleador del Mundial. Y para que el "Gran Capitán" (Daniel Passarella) levante el trofeo más preciado ante una multitud enfervorizada.

En esa segunda final consecutiva para el equipo "naranja", uno de sus jugadores más emblemáticos, Johann Neeskens, no pudo quedarse con una copa que, tal vez injustamente, le resultó esquiva a una de las expresiones más notables del fútbol mundialista a lo largo de toda su historia.

Ayer, la noticia del fallecimiento de aquel excepcional mediocampista, dueño de un talento y un despliegue conmovedores, dejó este mundo. Su huella, tanto en el Ajax como en el Barcelona, nunca se borrará. Como la que marcó en su selección, una de las más poderosas que se recuerde, pese a no haberse consagrado en ninguna de las dos finales mundialista que disputó en la década del '70.

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web