Editorial

Japón y el planeta

Es cierto que la tragedia hay que identificarla, pues está sucediendo en Japón y de ese modo hay que llamarla, pero en realidad no es solamente el archipiélago el afectado, sino el mundo entero. Es que la magnitud del fenómeno natural, o tal vez no tanto pues hay grandes sospechas que en todo esto tenga mucho que ver la destructiva acción del hombre, excede la dimensión de un nombre, de un país, o de una región, afectando a los casi 7.000 millones de personas que habitamos el planeta. Nadie puede quedar al margen de una situación como esta, que quizás y sin tremendismos ni exageraciones, constituya una especie de advertencia. O aún más eso, el llamado a una profunda reflexión, amplio y sin excepciones de ninguna clase, para comenzar a recomponer en serio una situación de deterioro que nos viene sumiendo en una serie de catástrofes, tal vez no tan naturales como pensamos.

Es que existen antecedentes que así lo permiten sospechar y que van más allá de todas las aseveraciones en contrario que puedan hacerse, mediante el simple uso del sentido común. La destrucción de la capa de ozono con el recalentamiento global como consecuencia, la tala de bosques que reducen el oxígeno, los ensayos de explosiones nucleares que llegan casi al centro de la tierra produciendo alteraciones cuya magnitud nadie puede determinar con exactitud, contaminación descontrolada, ampliación de las zonas desérticas, cascos polares en el comienzo de su desaparición, son simplemente algunos de los episodios más notables que desde hace décadas vienen alterando el normal estado del planeta. ¿Quién puede asegurar que estas cada vez más enormes catástrofes no sean la consecuencia de ese tremendo daño que el hombre le hace a su hábitat?

Y sin embargo no hay reacción, todo continúa igual que siempre. Las cumbres mundiales se suceden, las advertencias son cada vez más precisas pues ya estamos conviviendo con las nefastas consecuencias, pero nunca se va más allá del compromiso hablado, nunca a los hechos. Cada cumbre del clima, sirve sólo para postergar y ampliar los plazos para hacer efectivas las medidas de control, mientras la destrucción avanza incontenible, con efectos que están a la vista de todo el mundo. 

Hoy es Japón el afectado, con daños de muerte y destrucción inimaginables, que impactan en un país que a través de su historia supo recuperarse y prácticamente renacer de sus cenizas, como cuando el siglo anterior recibió el bombardeo atómico en Hiroshima y Nagasaki. Seguramente volverá a hacerlo esta vez, aunque atravesando por un período en que demandará un grandísimo esfuerzo. Una expresión que lleva implícito el deseo generalizado, pero que tal vez esté lejos de la realidad, pues en realidad nadie puede aún medir las verdaderas consecuencias que le esperan no sólo a Japón, sino al mundo.

La observación de lo ocurrido en esas islas del Pacífico, en las cuales se asentaba la tercera economía más poderosa del mundo -luego de Estados Unidos y China, que hace muy poco la superó-, está por sobre la ficción, largamente superada en este caso por la realidad. 

Una cantidad de víctimas fatales que nadie ha podido establecer debidamente hasta ahora, millones de personas sin hogar, otros tantos sin agua ni energía, destrucción por donde se mire, y además el latente peligro de una colisión nuclear por el daño sufrido en tres de las centrales atómicas. Otro tema que se pone sobre la mesa de discusión, pues queda visto que el hombre no tiene el dominio ni el control sobre la naturaleza, y su obra, como en este caso la energía atómica, pueda quedar fuera de control, que es también un fuerte y sonoro llamado para revisar en profundidad su uso. Ni siquiera es necesario imaginar si este peligro ocurre con elementos atómicos de uso pacífico como es la producción de energía, lo que podría llegar a suceder en caso de darse esta clase de situaciones anormales en los arsenales atómicos.

El mundo entero se ha movilizado en ayuda de Japón, es cierto que en ese sentido existe la solidaridad y así se ha manifestado siempre, obviándose diferencias de todo tipo, pero sería muchísimo mejor y más positivo que el mundo se ponga a pensar en serio la forma de organizar la prevención en todo su alcance, lo cual significa, nada más y nada menos, que ir eliminando todos los factores que alteran la normalidad del planeta.

Autor: Redacción

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