Nadie puede afirmar con absoluta seguridad que décadas atrás los inviernos eran más o menos crudos que ahora o que los veranos son más calurosos ahora que antes. Los abuelos vivían sin aire acondicionado mientras que ahora parece imposible sobrevivir a la estación más caliente del año sin la ayuda de los equipos de frío. El debate se alimenta en las mesas de café de los bares o en la reunión familiar de los domingos con los registros de la memoria colectiva por un lado y las sensaciones más actuales de lo que atravesamos en los años más recientes.
Por caso, hace casi una atrás nevó en Rafaela, es decir que podemos suponer que por eso días la temporada invernal no dio cuartel. No sobran los registros prolijos de alguna estación metereológica de la época para traspolar con lo que sucede en la época más frío del siglo 21.
La ciudad y la región también fue muy golpeada en los últimos años por tormentas de verano que incluyeron además de la lluvia vientos a gran velocidad, con ráfagas superiores a los 100 kilómetros por hora que dejaron graves daños al arbolado público pero también viviendas, industrias y comercios así como también provocaron caída de infraestructura de servicios públicos.
Cabe recordar que Roberto De Ruyver, investigador del Instituto de Clima y Agua del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) aseguró en septiembre pasado que la variabilidad nos afectará más que el cambio climático.
Además, reconoció lo impredecibles que resultan estas fluctuaciones naturales y propias del sistema atmosférico. Ocurre que desde siempre, lo único constante en el sistema atmosférico es lo variable. Bajo esta premisa, predecir lo caótico resulta una utopía: los especialistas coinciden en que los grandes avances en la ciencia no alcanzan, aún, para pronosticar la variabilidad climática. Se trata de fluctuaciones tan naturales y propias del sistema, como misteriosas.
Para De Ruyver, en la próxima década, nos afectará más la variabilidad que un incontrastable cambio climático y reconoció que a pesar de los grandes avances de la meteorología, resulta imposible, todavía, anticiparse a estas fluctuaciones u oscilaciones interanuales que implica la variabilidad. En este sentido, a fin de profundizar el concepto, De Ruyver explicó que, del análisis de los últimos 100 eventos más extremos de precipitación y temperatura de los últimos 85 años en el país, surge que no hay una tendencia definida en el largo plazo para estas variables, sino meras oscilaciones de onda.
Tras esta introducción centrada en lo que nos pasa por acá, damos cuenta de un nuevo estudio que sostiene que el cambio climático está incrementando la cantidad de lluvia que los huracanes producen, y a medida que el calentamiento aumenta, las tormentas serán cada vez más húmedas y ventosas, según un nuevo estudio. Las investigaciones se basan en modelos matemáticos que incluyen millones de horas de un superordenador y muestran que el cambio climático está ya afectando a la intensidad de las tormentas.
Los especialistas del departamento norteamericano de Energía del laboratorio Lawrence Berkeley National comenzaron el estudio por el análisis de tres huracanes: Katrina, Irma y María. Para ello, usaron lo que Wehner llama "método de atribución de retransmisión" simulando primero el escenario real en el que se produjo la tormenta, y después una tormenta "hipotética" en un mundo sin cambio climático. Comparando las diferencias entre los dos modelos, los investigadores fueron capaces de determinar qué elementos son consecuencia del cambio climático. Encontraron que, en las fechas del Katrina, que devastó varias zonas de Estados Unidos en 2005, el cambio climático provocó un aumento de la tormenta de entre un cuatro y un nueve por ciento.
En el caso de Irma -una tormenta inmensamente costosa que llegó en 2017-, el incremento de la lluvia fue del seis por ciento, y en el de María -que devastó Puerto Rico ese mismo año-, el aumento fue del nueve por ciento. Estos modelos sugieren que el cambio climático aún no había afectado a la velocidad del viento, pero la lluvia puede ser incluso más devastadora, causando inundaciones mortales y enormes daños.
Según la evidencia recolectada el cambio climático ha aumentado las precipitaciones porque el océano y la atmósfera han comenzado ya a calentarse, lo que supone que puede contener más humedad. Los investigadores ampliaron posteriormente su estudio y analizaron un total de 15 ciclones tropicales. Además de comparar las tormentas actuales con la situación preindustrial, han investigado cómo se desarrollarían bajo diferentes escenarios teóricos de cambio climático, incluyendo diversas subidas de temperatura. La conclusión fue que la lluvia podría incrementarse entre un 15 y un 35 por ciento en el futuro, con velocidades de viento que aumentarían hasta los 25 nudos (unos 45 kilómetros horarios).