Las proyecciones del gobierno, de organismos económicos internacionales e incluso de economistas y consultoras especializadas no se han correspondido con lo que ha sucedido, posteriormente, en la realidad. El 2018 que se esperaba como un buen año para los argentinos, con una inflación promedio del 15% pero que terminará cerca del 50% y un crecimiento de la economía en torno al 3% que sin embargo finalizará con una caída superior al 2%, es un ejemplo contundente. Los astros y los expertos en leer en la borra de la economía no imaginaron este triste, solitario y final del 2018, que se va sin pena ni gloria.
Los indicadores económicos que entregan el INDEC o consultoras sobre lo que ya sucedió en la Argentina no son alentadores, todo lo contrario generan expectativas pesimistas sobre lo que puede ocurrir en el corto y mediano plazo. Las estimaciones de lo que podría pasar en el 2019 tampoco invitan a soñar.
La consultora Ecolatina presentó un análisis que avanza en las perspectivas del contexto mundial relevante para nuestro país titulado "Argentina, un país dependiente". En este documento, afirma que la economía argentina ha repetido muchas veces el mismo ciclo: atraso cambiario con endeudamiento, expansión de la actividad económica con creciente déficit externo que desemboca en una crisis de balanza de pagos cuando se revierte el ingreso de capitales foráneos. A partir de estas inconsistencias, se registra un fuerte salto cambiario que acelera la inflación y provoca significativas pérdidas de poder adquisitivo de la población, lo que lleva a una brusca recesión que termina recomponiendo el equilibrio externo. Se trata de la misma película de siempre. La llamada “restricción externa” ha marcado los tiempos económicos y políticos del país durante varias décadas y es un recordatorio de la importancia de generar divisas genuinas (provenientes del comercio internacional y la inversión extranjera directa) para sostener el crecimiento, considera Ecolatina.
Desde este enfoque, resulta interesante analizar cómo el contexto internacional podría moderar o intensificar la restricción externa, lo cual afectará la solidez y solvencia argentina de cara al 2019. En cierta medida, es lo que pasó en 2018, cuando los inversores perdieron la confianza en los países emergentes y destinaron sus fondos a herramientas financiaras más seguras, como los bonos del Tesoro estadounidense.
El informe de la consultora destaca tres variables claves: precios de los commodities agrícolas, tasas de interés y crecimiento de la economía mundial. En su reciente anuncio, la Reserva Federal norteamericana oficializó su última suba de tasas del 2018 y dejó la puerta abierta para dos incrementos adicionales para el año que viene. Si bien esta decisión plantea una política monetaria contractiva más moderada (la mitad respecto a las cuatro subas aplicadas este año), no será inocua para la economía argentina que todavía requiere acceso al financiamiento externo.
Así, mal que nos pese la suba de tasas incrementará el costo y reducirá la disponibilidad de crédito en los mercados. Si bien el año que viene las necesidades financieras en moneda extranjeras se encuentran prácticamente cubiertas por desembolsos del FMI, en 2020 el Tesoro tendrá que salir a colocar bonos soberanos para hacer roll-over de los vencimientos de la deuda pública. Además, los mayores rendimientos en la economía norteamericana resultarían en una apreciación del dólar que podría presionar a la baja el precio de las commodities. Y la suba de tasas norteamericanas afecta las proyecciones de crecimiento de la economía mundial, con su consecuente efecto negativo sobre la demanda de alimentos. De esta forma, los ingresos por exportaciones argentinas podrían verse afectados por ambas vías (precios y cantidades), agrega el análisis de Ecolatina.
A este posible contexto internacional adverso se le suma los avatares de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Si bien se logró una suerte de impasse tras el G20, nada garantiza que ambos países no retomen su actitud beligerante en el corto plazo, generando una atmósfera de incertidumbre y volatilidad que afectaría al comercio internacional (ambas explican más del 20% del intercambio global) y por tanto golpea a la Argentina.
Al menos podrían llegar buenas noticias desde Brasil a partir del mayor dinamismo esperado para su economía, sumado a una posible apreciación del Real, favorecerían una mejora en el intercambio bilateral. De todas formas, preocupa la posición que adoptará el país vecino desde la asunción del presidente electo, Jair Bolsonaro, en cuanto al Mercosur, aunque resulta difícil pensar en una ruptura en el corto plazo.
En conclusión, según Ecolatina el contexto internacional relevante para nuestro país no luce favorable para el año que viene: las condiciones financieras internacionales serán algo más restrictivas y no esperamos un alza del precio de las commodities. De todos modos, las perspectivas de crecimiento de nuestros principales socios comerciales son positivas, particularmente en Brasil, que podría traccionar una recuperación de la actividad económica para la Argentina en el 2019.