Por Miguel Pettinati
Querido lector: no pocas veces he oído decir que alguien se apartó de la iglesia católica, o de las prácticas religiosas porque un sacerdote, catequista, laico, le hizo una pregunta indiscreta o porque lo trataron mal, y otras razones por el estilo, cuya lista podría ser extensa.
Digo más, hay personas que tomaron la decisión de congregarse a otras nominaciones, fruto de las divisiones del mundo protestante (Martín Lutero). En algunos casos quizás sean simples excusas, con las que varios pretenden justificar la propia debilidad. Pero esto tampoco es nuevo. Ya la sagrada escritura nos da cuenta de que en los orígenes del cristianismo, se aconsejó que no desertemos de nuestras asambleas, como suelen hacer algunos; al contrario, animémonos mutuamente (Hebreos, 10,25).
Sin embargo, parece oportuno recordar que la Iglesia es un conjunto de personas, un cuerpo social. De hecho el apóstol Pablo, en varias ocasiones se refiere a ella "el Cuerpo de Cristo".
Así como el cuerpo tiene muchos miembros y, sin embargo, es uno, estos miembros a pesar de ser muchos no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo Jesús.
El cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos, porque Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según el plan establecido.
Dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios.
Ustedes son el Cuerpo de Cristo y cada uno en particular, miembro de ese cuerpo (1 Corintios 12,12-27). Es factible esquivar u olvidar que, en todo cuerpo vivo también hay desechos y, de modo similar, entre los miembros de la Iglesia, también existen conductas que son desechables.
Quiero decir que, si bien la Iglesia en camino es Santa, la causa de Cristo Jesús - su divino fundador (Mateo 16,18-20). También es pecadora en razón de quienes la integramos: miembros eminentes con funciones destacadas, otros con actividades comunes, aunque ejemplares, y otros que actúan en discordancia con sus compromisos bautismales.
Esto no pretende escandalizar a nadie, pero a todos nos podrá ayudar para cuestionarnos sobre nuestra función concreta en la Iglesia. Porque en efecto, es muy fácil acusar a quienes no cumplen con sus deberes y excusar así nuestras propias responsabilidades.¡Es tan fácil como cobarde!
Nadie ignora, y menos justifica, que en la Iglesia hay personas cuya conducta deja mucho que desear, pero ¡ojo al piojo!, porque todos somos pecadores. ¿Y quién podría arrojar la primera piedra? (Juan 8,7).
Lo importante no está en lo negativo, sino en el esfuerzo sincero de la conversión, pues todos estamos llamados por Dios a renunciar al mal que hacemos para dedicarnos con esmero al bien que debemos hacer.
El papa Francisco dice: "no entremos en los chismes y difamación". El Evangelio de Jesús enseña: si tu hermano comete un error ve a corregirlo con amor y paciencia, y si te escucha habrás ganado a tu hermano.
Todo sea para la gloria de Dios. Amén.
La Iglesia que peregrina hacia la patria definitiva (Reino de Dios) está formada por trigo y cizaña (Mateo 13,24), pero el magisterio, y el papa Francisco, obispos, sacerdotes , diáconos, laicos, asistida por el Espíritu Santo, Jesús, enseña: Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo (Mateo 28,20), Jesús prometió que su a Iglesia las puertas del infierno no la podrán vencer (Mateo 16,18-20) Amén.