WASHINGTON, 21 (AFP-NA). - Basureros, coches incendiados,
vitrinas rotas, gases lacrimógenos: las calles habitualmente
asépticas de Washington fueron teatro de disturbios el viernes,
cuando cientos de manifestantes anti-Trump se enfrentaron
violentamente con la policía al margen de la investidura del
presidente estadounidense.
Con la cara cubierta con pañuelos negros, encapuchados o
vistiendo máscaras anti-gas, entre 500 y mil personas quebraron
vitrinas y lanzaron piedras contra la policía antidisturbios en la
K Street, la denominada "avenida del poder" a pasos de la Casa
Blanca, que alberga a grandes bufetes de abogados y cabilderos.
Unos 200 policías intentaron dispersar a los manifestantes
tirando decenas de cartuchos de gases lacrimógenos y lanzando gas
pimienta.
Una humareda acre se elevaba sobre dos manzanas de casas
sobrevoladas por un helicóptero policial, llenas de basureros
calcinados, trozos de vidrio, cajas metálicas de periódicos
destrozadas y cartuchos vacíos.
Los manifestantes rompieron los vidrios de una limusina negra,
la incendiaron y le grafitearon el símbolo de la anarquía en la
puerta.
"Cuatro años de lucha", leía la pancarta de una manifestante
enmascarada, en referencia al mandato del magnate inmobiliario
Donald Trump, que se convirtió unas horas antes en el 45°
presidente de Estados Unidos.
Muchos manifestantes protestaban directamente contra Trump,
pero una minoría no tan pequeña tenía otras reivindicaciones,
sobre todo relativas a los derechos de las minorías.
Más temprano hubo enfrentamientos menos violentos entre la
policía y varias decenas de jóvenes manifestantes que llevaban
abrigos con capuchas y pañuelos negros característicos del grupo
Black Block, un movimiento radical y muchas veces violento.
Estos manifestantes ya habían quebrado otras vitrinas y dañado
coches.
"Los daños materiales no me molestan", explicó Scout Holiday,
de 21 años, una estudiante de la universidad de Michigan.
"Es lo que pasa cuando la gente entra en cólera, y hay muchas
razones para estar encolerizado hoy".
El resto de las marchas y reuniones durante la jornada de
investidura presidencial en Washington fueron pacíficas, puntuadas
a veces por insultos y gritos entre ambos bandos.