Los chicos vienen al mundo para crecer en todas sus dimensiones: físicas y espirituales. Y verlos crecer es una de las muchas alegrías de todo padre.
Los conflictos comienzan a aparecer cuando los chicos van mostrándose independientes, en su forma de pensar y en su manera de actuar. Entonces el crecimiento llega a doler. Muchos padres pierden la calma y hasta llegan a lamentar de que los pequeños se vayan haciendo grandes.
Pero es el momento de volver a mirarlos desde los ojos de Dios, para amarlos desde el corazón de Dios. Como José y María que no entendieron la respuesta de Jesús niño en el templo (Le 2,49-50). Les acerco esta plegaria de René Trossero ("Rezamos en familia"), para que les ayude a vivir esta experiencia con la mayor serenidad posible:
"Señor Jesús, que quisiste crecer como nosotros y entre nosotros, ayúdanos para que comprendamos, aceptemos y acompañemos el crecimiento de nuestros hijos.
Cuando ellos se fortalecen y comienzan a romper su dependencia, cuando llenos de tu sabiduría y acompañados por tu gracia afrontan la vida por caminos nuevos, desconocidos para nosotros, nos invaden el miedo y la inseguridad. Angustiados, buscamos a nuestros hijos en el pasado, en el recuerdo, como los habíamos conocido, o como los habíamos imaginado; como si quisiéramos no dejarlos crecer por miedo de perderlos.
El crecimiento nos pone ante lo nuevo, ante lo inesperado, y esto nos da mucho miedo, Señor. En nuestro deseo de comprender pedimos explicaciones, pero no entendemos la respuesta. Señor, enséñanos a dejarlos crecer, para que se ocupen en las cosas del Padre, aunque nosotros no lo comprendamos todo. Ayúdanos a comprender y aceptar que cuando nuestro amor abrió las puertas a la vida nueva, dejamos entrar el futuro en nuestro hogar, con sus riesgos y sus esperanzas. Danos el coraje necesario para creer que nuestros hijos abrirán caminos que nosotros no habíamos recorrido.
Entonces, Señor, nuestro hogar será una posta de relevo, donde se darán la mano las generaciones, reconciliadas sobre el puente que junta los orillas del ayer y del mañana, en un presente creador. Y en el crecimiento de cada hijo habremos crecido todos, en un amor que no sólo engendra la vida nueva, sino que le abre caminos hacia la plenitud de su meta".