Editorial

¿Hasta cuándo?

Tantas veces hemos abordado el tema, que hemos perdido la cuenta de las repetidas veces que lo abordamos, tanto desde esta sección editorial, como desde los distintos cuerpos del Diario. Pero lo continuaremos haciendo tantas veces sea necesario, cobrando mayor dimensión el reclamo, cuando se producen accidentes como el de la semana pasada, cobrando vidas humanas en una dolorosa e inútil factura que deben continuar pagando los usuarios de una carretera de muy elevada densidad de tráfico, sumamente trascendente para la producción, pero que no ofrece las condiciones elementales para un normal recorrido, sin correr estos riesgos de siniestros que están siempre a la orden del día.

De manera especial, el tramo que va desde la localidad de Angélica a la ciudad de Sunchales, justamente el que tantas veces se prometió que sería el primero en dar comienzo a la obra de la Autovía, no solamente es el más transitado -estadísticas mediante que el Municipio hizo llegar a Vialidad Nacional para reforzar el reclamo-, sino también el más peligroso y por lo tanto, donde más se registran accidentes, casi todos ellos con consecuencias fatales.

¿Cuántas veces se ha hablado de la Autovía, variante Rafaela -la Circunvalación- incluida? Tanto, que ya cansa repetirlo, pero es obligación recordarlo a las autoridades, de la Provincia y del Municipio por la obligación que tienen en cuanto a las gestiones, para golpear puertas y si es necesario patear escritorios que muchas veces viven en prolongados e insensibles letargos, y especialmente para la Nación, que es la responsable de la carretera nacional 34, a la cual se la concesiona a privados para su mantenimiento merced al cobro de un peaje que, frente a la magnitud de estos lamentables episodios de pérdida de vidas, no tienen prácticamente ni sentido ni razón de ser.

Es inconcebible que una ruta como la 34, sobre la cual se descarga gran parte de todo el transporte desde y hacia el norte de la Argentina, con un flujo de camiones, colectivos y automóviles que en determinado momento llegó a contabilizarse en unos 8.000 por día, continúe siendo a esta altura de los hechos de una sola mano de circulación. Así era 50 años atrás, cuando el tránsito no sólo era escaso, sino que a velocidades que andaban por los 70 u ochenta kilómetros por hora. Hoy el tráfico se ha multiplicado, los camiones y colectivos son el doble de tamaño y van a velocidades muchísimo más altas, pero la cinta asfáltica continúa siendo la misma.

Es indudable que algo está fallando. El reclamo de transformar la 34, nada menos que "la ruta del Mercosur", en una Autovía, además de una imperiosa y legítima necesidad de una región productiva como la nuestra que es ejemplo en la Argentina, debe convertirse en una exigencia a la cual no deben fijársele límites. La razonabilidad llega hasta cierto punto, pero hay hechos y situaciones que son impostergables, que no admiten dilaciones, como en este caso de una carretera que de tanto en tanto, lamentablemente cada vez más seguido, nos estampa la realidad de muertes inútiles, irrazonables, incomprensibles, tales como las recientes del presidente comunal de Angélica y un suboficial retirado de la Policía, trasladando la inmensidad del drama y dolor que significa una muerte, a sus grupos familiares, a sus amigos, a toda la comunidad que lamenta y debe observar, como convidado de piedra, que de cuando en cuando nos sigan llegando promesas de una Autovía que lleva años esperando, y que se reflota especialmente en vísperas electorales.

¿Hasta cuándo? nos preguntamos en el título, y en realidad es extremadamente difícil tratar de encontrar una respuesta. Debería ser lo más pronto posible, mañana mismo, pero  lamentablemente no será así. Tal vez dentro de poco vuelva a reflotarse el tema, quizás más cerca de las elecciones, pero la gente está cansada de más de lo mismo. Ojalá, y es nuestra firme expresión de deseo, que la próxima vez que un funcionario aluda a la Autovía en la ruta 34, sea para anunciar la fecha de su licitación, o algo concreto y bien determinado sobre una obra que no admite más dilaciones.

En realidad, y sin alentar ninguna clase de alzada, debemos convenir que la gente es pasiva, acatadora de las normas, hasta resignada nos atrevemos a calificar, pues con la magnitud que tienen los dramas sobre la ruta 34, aceptar calladamente las imposiciones, es algo que llama la atención.

Autor: Redacción

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