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Grupo de Teatro Alas: pulsión de vida

Por  Liliana Panighi


“Los derechos de la salud “es la obra de teatro del dramaturgo rioplatense Florencio Sánchez que el Grupo de Teatro Alas estrenó el día jueves 18 de febrero en el Patio del Museo Histórico Municipal, dirigida por el profesor Juan Carlos Ceja.

Año 1907, Buenos Aires. Luisa (Fabiana Beccaría), una joven perteneciente a la clase social urbana acomodada, sufre de tuberculosis y ha ido perdiendo los derechos de la vida.

No es su enfermedad la que la condena, sino la conmiseración de su marido (Ricardo Croce) y hermana (Viviana Racca) que han ido acostumbrándose prematuramente a una muerte que no llega.

Habita la casa familiar la vieja sirvienta Mijita (Liliana Olivero) que al igual que el Doctor Ramos, al que solamente se menciona, también retacea la verdad a la enferma

Lentamente irán separando a la enferma de las funciones de madre y esposa. Frente a este despojo, exigirá, con furia, la verdad y peleará por recuperar el control de su existencia.

Su progresiva enfermedad, agravada por el dolor del descubrimiento, podrá más y ya nada les devolverá la armonía, ni a ella ni a su entorno, aún frente al desenlace esperado.

Creo que la elección de esta obra resulta oportuna, por los momentos actuales de incertidumbre donde aprendimos a valorar la vida y temer a una muerte prematura y solitaria; además porque el tema de una enfermedad terminal en una familia es siempre vigente y muy poco abordado.

La representación expone una problemática social con connotaciones éticas y está enmarcada en un fuerte realismo escénico.

Todos los personajes atraviesan situaciones límites, en una puja por la vida donde cada uno defiende como puede su necesidad de estar y perdurar. Resulta fascinante el entramado de vivencias tan complejas como la vida, la muerte y el amor.

Beccaría y Olivero logran que sus parlamentos se destaquen, son intensos, todo el movimiento de sus cuerpos, la modulación de las voces, sus tonos con altibajos reflejan la fuerza de las emociones concebidas por Florencio Sánchez.

Racca y Croce se integran con eficacia teatral a esos momentos al manifestar sus conflictos éticos, esa lucha tan humana entre los deseos amorosos y su responsabilidad con Luisa.

La obra fluye con ritmo homogéneo, los diálogos, todos interesantes, hacen que el espectador quede pendiente de cada uno de ellos.

La elección del patio del Museo Histórico Municipal es otro acierto de Alas, además de ser muy acogedor, resulta el marco al aire libre adecuado para recrear la casona de principios de 1900. Sus altos ventanales y puertas vidriadas delimitan el espacio del drama, bien utilizado por los actores.

La escenografía despojada es funcional a la ambientación elegida por el director.

La iluminación y la música forman un todo armonioso que envuelven con certeza los momentos más intensos e íntimos, graduadas con pertinencia, se deslizan sutilmente. Destaco el recurso de la iluminación de una de las ventanas, cuando Mijita reflexiona con tristeza todo lo que sucede alrededor de su protegida Luisa.

Los recursos mencionados subrayan la tenaz contradicción entre el principio del placer y el de la realidad que llevan a los personajes a una angustia insuperable.

Palabras habitadas por emociones humanas que me impactaron: Luisa define su existencia como “una caritativa ficción”, Mijita es considerada como “un fiel animal doméstico”, Luisa define el romance entre Renata y Roberto como “una dolorosa obsesión”, Roberto defiende a Renata cuando, a gritos dice “su abnegación no tiene límites”, “con su fortuna hemos comprado más oxígeno para tus pulmones” y finalmente “No se mira hacia atrás”

Viviana Racca logra que apreciemos la lucha moral entre la espera del desenlace inevitable y su amor por Roberto; cuando se retira del escenario sin escuchar su declaración de amor y elige esperar el final de la situación de Luisa y demorar su relación, la actriz logra el efecto buscado.

El monólogo final, casi el cierre de la obra, de difícil interpretación por la turbulencia de las emociones, está muy bien logrado por Ricardo Croce, devela la pulsión de vida que recorre toda la obra.

Los cuatro actores responden con oficio a la construcción de un drama de muy variados matices emocionales.

La reconstrucción de los afectos y la familia es la tarea más difícil de concretar, porque, aunque el dicho popular dice “nadie es imprescindible”, considero que Luisa es imprescindible, por lo menos para sus hijos. Esta es la realidad de la vida, siempre existirá esa persona que nos hace falta, aún en el último tramo de nuestras vidas.

Construirnos como personas nos lleva toda la vida, el camino hacia nuestra despedida es inherente al derecho a la vida. El paciente elige cómo recorrer ese último tramo de su existencia y nadie puede arrebatarle ese momento. Sólo espera que sus afectos puedan acompañarlo, en las decisiones que tome, con amor y comprensión.

Un público de diversas edades acompañó con su abrumador silencio cada interpretación de los personajes y cerró con un fuerte y prolongado aplauso.

Una obra recomendable por lo expresado anteriormente y porque nos sitúa a todos en una realidad de la que poco se habla, claramente por la angustia que genera.

Felicitaciones a todo el equipo que hizo posible disfrutar este evento.

Los colaboradores en la realización de Los derechos de la salud son: Armando Vanmeyris Brarda; Carolina Ceja; Julia Gramajo y equipo del MHM; Vanina Mendoza; Marcela Michelín; Pepo Schanz; Willi Oronás; Técnicos del CCM.

El espectáculo cuenta con el apoyo de la Comisión Municipal Para la Promoción de la Cultura y el Gobierno Municipal de Rafaela en el marco del Programa Verano Acá-ItinerArte.




Autor: REDACCION

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