Por José Pepe Marquínez
Esta historia da comienzo en la Patagonia cuando el criador de caballos criollos Emilio Solanet, propietario de la estancia El Cardal de Ayacucho en la Provincia de Buenos Aires, se entrevista en Chubut con el cacique tehuelche Liempichún y le adquiere una manada de 84 yeguas y padrillos de raza criolla. Transcurría 1911.
Además de criador y admirador de la raza criolla, el motivo de la adquisición de los yeguarizos obedecía a la aspiración de Solanet en mejorar su pureza, lo que encontraba en la Patagonia ante la falta de cruza con otras razas. Solanet fue presidente de la Asociación Argentina de Criadores de Caballos Criollos.
Tiempo más tarde, en 1917 se apersona en la estancia un tal Aimé Félix Tschiffely profesor suizo recién llegado a la Argentina, a fin de ejercer la materia de Inglés en la zona.
Entrevistado con Solanet, se muestra interesado en adquirirle dos caballos de raza criolla. El proyecto de Tschiffely era unir Buenos Aires con Nueva York cruzando todo el continente americano a caballo.
El propósito tuvo amplia difusión a través de los medios de comunicación. Solanet le regaló dos ejemplares ya que entre otras cosas le interesaba la difusión de la raza; el suizo también era admirador de la misma. Los regalos que recibió Tschiffely fueron dos caballos criollos: Gato de pelaje gateado y Mancha overo de 15 y 16 años respectivamente.
La expedición partió desde la Sociedad Rural de Buenos Aires el día 24 de abril de 1925 y la integraban Tschiffely y los caballos Gato y Mancha. Éstos habían venido desde la Patagonia en arreo desde Colonia Sarmiento (Chubut) y eran descendientes de los traídos por Don Pedro de Mendoza en 1535, de sangre árabe, producto de ocho siglos de dominación mora en España.
Gato era un caballo que tenía un carácter más amigable, manso y humilde y fue domesticado con mayor rapidez que Mancha; este último era más precavido y desconfiado, era un excelente guardián pero rebelde, él único que lo montaba era Tschiffely.
Solanet pretendía demostrar la rusticidad, virtudes y aptitud de la raza; apta para el campo y la guerra. El recorrido alternó con montes de 5000 metros de altura (paso El Cóndor entre Potosí y Challapata, Bolivia) soportando temperaturas de -18º y 52º en más de 500 etapas; desarrollando una velocidad de 46,70 metros por día. Duró 3 años, 4 meses y 6 días.
El diario La Nación siguió de cerca esta proeza que como es de imaginar se hicieron presentes todo tipo de inconvenientes y contratiempos. Tribus indígenas y bandoleros no estuvieron ausentes, precipicios, ciénagas, pantanos, ríos caudalosos tampoco.
Hay que mencionar que el suizo viajó sin carpa ya que el peso de la misma era un escollo imposible de sortear.
El 20 de septiembre de 1928 la expedición llegó a Nueva York, Gato no lo hizo ya que la coz de una mula en México lo lastimó, pero luego se uniría en el regreso hasta Argentina en el barco Pan-América.
En Nueva York hubo desfiles en la Quinta Avenida en homenaje a los protagonistas de esta gran hazaña. Fueron recibidos por el Presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge y el Alcalde James John Walker puesto que la proeza había adquirido fama mundial.
En homenaje a esta sensacional proeza el 20 de septiembre ha sido designado como Día Nacional del Caballo.
Los restos de Tschiffely, Gato y Mancha descansan en la estancia El Cardal de Ayacucho.
CABALLITO CRIOLLO
Caballito criollo del galope corto,
del aliento largo y el instinto fiel,
caballito criollo que fue como un asta
para la bandera que anduvo sobre él!
Caballito criollo que de puro heroico
se alejó una tarde debajo su ombú.
Y en alas de extraños afanes de gloria
se trepó a los Andes y se fue al Perú!
Se alzará algún día, caballito criollo
sobre una eminencia un overo en pie.
Y estará tallada tu figura en bronce.
Caballito criollo, que pasó y se fue!
Belisario Roldán (1873-1922)