Editorial

Fin de una guerra

Después de 9 años, largos e interminables, como cabe calificarlos cuando se enmarcan dentro de un conflicto bélico, con todas las desastrosas consecuencias que eso significa, más allá de bandos vencedores y perdedores, los Estados Unidos pusieron fin de manera formal a la guerra en Irak. De todos modos, y como primera conclusión, por lo que constituye una buena noticia, no definitiva no lo es tanto más allá de lo que significa el retiro de las tropas estadounidenses, ya que en el país continúan los brotes de violencia por las siempre vigentes tensiones étnicas y sectarias, que seguirán allí instaladas seguramente en los próximos años. Es decir, se fue Estados Unidos, pero las cruentas diferencias entre los propios iraquíes continuarán prolongándose en el tiempo, sin precisiones de final a la vista.

Esta guerra en Irak, iniciada por el entonces presidente norteamericano George Bush, fue en realidad casi sin sentido, pues luego de nueve años de lucha que dejaron 100.000 muertos iraquíes y 4.500 de las tropas estadounidenses, 32.000 heridos -muchos de ellos lesionados de por vida-, un costo de 800.000 millones de dólares a Estados Unidos, y una destrucción enorme de todo el territorio que quedó prácticamente arrasado, el país sigue envuelto en una tremenda crisis. 

Es cierto que ya no está más el dictador Saddam Hussein, a quien se lo combatió y eliminó -tanto como a un pobre ejército al que se había pintado como feroz y de sofisticado equipamiento-, produciendo la invasión con el justificativo de la posesión de "armas de eliminación masiva", las que en realidad eran inexistentes, pues todo el mundo sabía que el verdadero objetivo era el petróleo existente en territorio iraquí el que desató la contiendo. Pero no es menos cierto que aún sin el régimen absolutista, dictatorial y cruento de Hussein, no se ha mejorado demasiado luego de estos 9 años, ya que todo lo relacionado a la institucionalidad continúa muy confuso, y con grandes tensiones. Pero además, ahora deben sobrellevar el estar en un país destruido, con una caída tremenda de su producción petrolífera, que recién podrá volver a encarrilarse cuando se reconstruyan las instalaciones y pozos que fueron destruidos durante la guerra.

Esta guerra antiterrorista lanzada por Bush luego del atentado a las torres gemelas en 2001, tuvo como objetivo Afganistán, cuyo territorio fue prácticamente arrasado en la búsqueda de Bin Laden y su grupo señalado como autor de los atentados en Estados Unidos, y luego Irak con el pretexto de la eliminación del dictador Saddam Hussein y su feroz régimen, aunque en realidad el objetivo era el petróleo, ya que allí nunca fueron encontradas armas de destrucción masiva como se esgrimió como motivo del ataque ante las Naciones Unidas.

Fueron 9 años en los que Estados Unidos no supo luego como poner fin a una aventura bélica inútil, desgastante, con la pérdida de muchísimas vidas, y además sumamente onerosa, justo en momentos en que las finanzas norteamericanas estaban en pleno declive, contribuyendo a agravar más la crisis que aún hoy envuelve a la primera potencia del planeta, ya bajo la presidencia de Barack Obama.

Esta guerra en Irak fue la más impopular en Estados Unidos desde lo sucedido en Vietnam entre los años 1960-70, y aún cuando lo deseaba, a la administración de Obama le costó mucho trabajo llegar a esta bajada de telón, ya que dejan a un país que sigue luchando contra la insurgencia, un gobierno frágil y una economía dependiente del petróleo, hoy escaso, dentro de un marco de escasez energética y con una altísima corrupción. Es decir, lo que se anunció como la liberación, fue en realidad la destrucción, ya que el país está arrasado y con escasas posibilidades de una recuperación más o menos cercana, habida cuenta de la nula ayuda que recibirá para la recomposición, en medio de un mundo en crisis.

Quienes observan este desenlace son los vecinos de Irak, como el caso de Irán -antiquísimo enemigo- quien se place con la tarea realizada por los estadounidenses, que dejaron a su otrora equilibrado adversario poco menos que de rodillas. También Siria se encuentra expectante, adoptando un tono sectario y sin descartar el tomar alguna clase de intervención, aun cuando Estados Unidos anticipó que en caso de ser necesario, y buscando evitar con ello posibles incursiones de países vecinos, podría volver en ayuda de los iraquíes. Algo que, en realidad, nadie tomó seriamente, ya que el deseo norteamericano era irse de allí y no retornar a la zona de conflicto.

Autor: Redacción

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