Editorial

Faltan ejemplos

La actitud del director técnico de la selección argentina de fútbol, Jorge Sampaoli, dejó mucho que desear cuando en su ciudad natal Casilda, en el sur santafesino, de madrugada y cuando conducía su automóvil tras haber asistido a una fiesta de casamiento, agredió verbalmente a los inspectores de tránsito que estaban realizando un operativo de control, utilizando un lenguaje soez, chabacano, grosero y absoluta falta de respeto no sólo a las personas -que por otra parte estaban cumpliendo nada más que con su trabajo-, sino también y muy especialmente a las normas y leyes de tránsito, y aún más que eso, del comportamiento que impone el sentido común de la convivencia.

¿Quién no ha reaccionado alguna vez? es el interrogante que se plantean quienes ensayaron alguna clase de defensa de lo hecho por Sampaoli, y hasta puede ser en alguna manera comprensible y más que eso perdonable, pero cuando se trata de alguien que desempeña una función pública tan trascendente en nuestro país -y suponemos que también en el mundo- como es estar al frente de una esperanza tan grande como es la selección nacional en vísperas de competir en un campeonato ecuménico, las condiciones se modifican sustancialmente. Se debe tener muy presente, que esta clase de personas públicas están expuestas dentro de una caja de cristal, y especialmente en estos tiempos en que la decadencia parece estar avanzando en exceso en demasiados aspectos, es cuando deben convertirse en el ejemplo que muchos otros tratarán de imitar.

Por supuesto no es el caso de este personaje del mundo del más popular de los deportes, además consagrado en Europa, ya que el desliz cometido fue bastante más que eso, yendo más allá de una reacción extemporánea y momentánea, pues debió ser calmado por uno de sus acompañantes y alejado del lugar, ya que claramente su intención era insistir con ese menoscabo que llevaba adelante con el personal municipal de tránsito, a uno de cuyos miembros, trató de relajarlo por el escaso salario que recibía, dando por entendido el suculento haber que percibe de la AFA por este puesto que ocupa y que le reservó tal vez su saber y conocimiento, pero también la suerte. Según se dice, Sampaoli es hoy una de las personas mejores pagas de la Argentina, por lo cual debería estar muy agradecido, y más que eso comprensivo con quienes por muchísimo menos deben cumplir labores más duras y exigentes como es hacer cumplir las leyes que justamente él no respeta.

Pero eso no fue todo, pues como este episodio generó una oleada de críticas desde todos los ámbitos, incluso con muchas voces que llegaron a reclamar la renuncia a su cargo por parte del DT del seleccionado, Sampaoli escribió una escueta esquela pidiendo disculpas, que como tal y sin mayores consideraciones, debe ser aceptada sin más vueltas, tal como sucedió. En algunos ámbitos con mayor amplitud y consentimiento, en otros con cierta resistencia, pero finalmente parecía que todo quedaba superado, pasando al rincón del olvido.

Sin embargo, en una posterior entrevista en un canal de TV de Santiago de Chile, donde Sampaoli es ídolo por haber llevado a la U chilena y luego a la selección a la obtención de títulos, sus manifestaciones dejaron otra vez bastante que desear, haciendo realidad aquello de que el pez por la boca muere.  Es que en esa oportunidad el coach relativizó el incidente en Casilda calificándolo de "un hecho menor, estamos en una sociedad de mucha división, de mucha envidia, en la se celebra que al otro le vaya mal", y se volvió a equivocar, y muy feo. No hizo otra cosa que profundizar la grieta que es verdad que existe entre los argentinos, pero que justamente personajes como él, por el cargo que ocupan siendo observados con lupa, deberían mostrarse de otra manera. Marcar un camino por el cual seguir, dar buenos ejemplos.

Frente a comportamiento tal, queda en tela de juicio si el inicial arrepentimiento fue genuino. Todo estaría indicando que no, que su postura autoritaria y confrontativa es una constante.

Sampaoli debe seguir en la selección, de eso no hay dudas, pero si mejora su comportamiento será mucho mejor para todos, en primer lugar para él mismo. 

Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web