Editorial

Expectativas negativas

El clima de campaña electoral genera una mezcla de sensaciones que agrega dificultades a la tarea de evaluar el estado de la nación. Desde el Gobierno insisten en destacar rebrotes mínimos de indicadores económicos para mostrar una incipiente recuperación a la vez que conceden recomposición salarial a estatales y docentes nacionales, abren líneas de créditos para monotributistas y aumentan jubilaciones. Las elecciones constituyen suficiente pretexto para edulcorar la realidad, pero no puede ocultar que la mitad de la población es pobre y que la protesta social continúa copando las calles de la Ciudad de Buenos Aires en reclamo de asistencia para los más afectados. 
Al mismo tiempo, se percibe que cientos de argentinos eligen despegar para buscar su futuro en otro destino cansados de tanto político rico y pueblo pobre, de un país sin proyecto ni modelo sobre el cual se pelean cual buitres los responsables de la grieta, algo así como una casta que hace de la función pública una próspera carrera hacia la fortuna. Las redes sociales como Instagram, Twitter, Facebook reflejan mensajes y fotos de despedida de decenas de argentinos, con sus pasajes en mano. Desde hace varios meses se advierte que la corriente migratoria va en ascenso a raíz de la profundización de la crisis económica y la ausencia de perspectivas.
Con una mezcla de bronca y dolor, hay rafaelinos que también escapan de la ciudad y del país en busca de una mejor vida, lo que genera una sensación de angustia hacia el resto de la comunidad. Los padres se encuentran desencantados de la Argentina que tenemos, triunfalista solo cuando se gana una Copa América o una medalla en los Juegos Olímpicos. Y esa desesperanza se contagia a los más chicos, que a pesar de su adolescencia ya evalúan con seriedad embarcarse hacia otras latitudes para echar raíces y buscar la felicidad. 
En Rafaela, en la Provincia de Santa Fe y en toda la Argentina, la inseguridad aumenta más allá de los relatos de los gobiernos. La gente tiene miedo, está preocupada porque los niños y adolescentes ya no pueden ir solos por la calle caminando o en bicicleta sin tener miedo que en una esquina aparezcan jóvenes que los amenacen y les lleven su vehículo, su celular y su mochila con las carpetas. 
No por nada la inseguridad se ha tornado en la principal preocupación de los rafaelinos en la actual campaña electoral que protagonizan los precandidatos a concejales. Más allá de alguna respuesta de la policía, a la luz insuficiente por todo lo que ocurre, la sensación de desprotección es total. Ni las cámaras que se colocan ni la conformación de comandos unificados pueden frenar a los delincuentes. Los arrebatos en las calles, los robos a mano armada en comercios y las entraderas a viviendas llegaron para quedarse en la ciudad. También las balaceras entre bandas que se repiten cada vez más se consolidan en distintos puntos geográficos de la ciudad. Ni la política, ni la policía ni la justicia se interesan por profundizar el análisis sobre lo que sucede en materia de inseguridad. 
No solo se van familias. También empresas multinacionales optan por levantar campamento del mercado argentino castigado por la inflación, el aumento de la pobreza y las trabas cambiarias que dificultan sus operaciones comerciales y financieras. Si se van empresas, si otras eligen no invertir en el país, entonces cae la probabilidad de crear empleo. Y si no hay trabajo, el éxodo de los jóvenes se explica por sí solo. La política no ofrece ni una luz de esperanza para cambiar las cosas. 
 






Autor: REDACCION

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