El estado de ánimo de los argentinos no parece transitar sus mejores días porque la crisis económica sigue firme y se renueva cada día con la aparición de distintos indicadores, todos negativos, sobre los sectores productivos y la situación social. Menor actividad económica se traduce en una retracción del consumo y desde hace tiempo se observa una pronunciada caída del salario real formal por efectos de la la inflación. Así las cosas, la falta de expectativas favorables sobre el rumbo del país y la incertidumbre que cada trabajador tiene sobre el futuro de su empleo aumentan las preocupaciones de la gente y recrea una suerte de atmósfera dominada por la angustia. En este escenario, la recuperación económica se presenta como una utopía: cuando nos acercamos un poco vuelve a alejarse.
De acuerdo a los datos del INDEC, el Indice de Salarios registrado en los últimos doce meses muestra un alza del 37,3%, contra 54,7% que aumentó el Indice de Precios al Consumidor(IPC) en ese período. Por tanto, la pérdida de la capacidad de compra de los sueldos es clara ante la evolución de los precios. La consultora Ecolatina consignó que por el desfasaje entre las expectativas de inflación al comienzo del año pasado (que sirvió de guía para las negociaciones colectivas, en torno al 20%) y el número final, a lo largo de 2018 el salario real formal arrojó una caída cercana a 12% entre puntas. Al comienzo del 2019 la situación no mejoró: si bien se activaron diversas cláusulas gatillo y de recomposición, los salarios registrados siguieron creciendo por debajo de la inflación en el primer cuatrimestre del año. Como resultado, advirtió que la pérdida interanual de poder adquisitivo continuó en niveles similares a los del cierre de 2018.
Sin embargo, este rojo podría atenuarse en los próximos meses. Si la nueva estrategia del Banco Central para contener al dólar continúa siendo exitosa, y las negociaciones paritarias no acortan su plazo –no se generalizan los acuerdos trimestrales-, la inflación cedería sensiblemente en los próximos meses. Conforme a nuestras estimaciones, la suba de precios pasaría de un promedio de casi 4% mensual en el primer cuatrimestre de 2019 a la zona de 2,5% en el período mayo-diciembre.
En este marco, el deterioro del salario real formal se apaciguaría señala como dato esperanzador la consultora en uno de sus últimos informes. Si bien en el promedio anual la caída sería similar a la del año pasado, esto es en torno a 7% interanual, su dinámica sería opuesta: durante el 2018 la retracción se agudizó con el correr de los meses, lo contrario de lo que pasaría en 2019. En consecuencia, si bien los salarios reales formales continuarían contrayéndose en la comparación interanual, se sentarían las bases para que la tendencia negativa comenzara a revertirse en 2020 subraya el estudio.
De todos modos, esta frágil mejora depende de demasiadas variables. Más allá de este optimismo incipiente, la situación no está exenta de riesgos. La calma cambiaria que se logró en las últimas semanas, aunque luce más sólida que en las anteriores oportunidades, sigue siendo frágil. En conclusión, se puede afirmar que aún en un escenario optimista, el salario real no se recuperará este año. Por lo tanto, la mejora del consumo, y en consecuencia del PBI, deberá esperar, por lo menos, hasta 2020.
Si bien muchos argentinos soportan la pérdida del poder adquisitivo, otros en tanto soportan una mochila más pesada aún: la del desempleo. Los datos del Ministerio de Trabajo de esta semana reflejan que el empleo privado asalariado registrado cayó en marzo a su peor nivel en 54 meses en la Argentina, al descender hasta los 6.124.364 puestos de trabajo en este sector de la economía formal.
Si bien la caída del empleo registrado, contemplando los sectores público y privado, venía mostrando una leve desaceleración, en marzo pegó la vuelta y aceleró a fondo: se perdieron 40.600 puesto de trabajo sólo en el tercer mes del año. En marzo la cantidad de trabajadores registrados fue de 12.079.070, por lo que hubo una caída del 2,2% respecto del mismo mes del año anterior, es decir, unos 268.300 trabajadores en blanco menos. Por tanto, el mercado laboral padece un estrés tan profundo que justifica en cierta medida el paro general impulsado por las organizaciones obreras en reclamo de cambios en la política económica. Sin embargo, las motivaciones electorales que suelen acompañar estas protestas en un año donde se elige presidente y se renueva el Congreso -especialmente cuando los jefes sindicales tienen intereses creados en las elecciones y en algunos casos van en busca de lugares en las listas de candidatos- le quitan legitimidad a la convocatoria. De todas formas, más allá de las pulseadas políticos entre el Gobierno y la CGT, los trabajadores no están en su mejor momento.