La Argentina está encerrada en su laberinto del que no tiene certezas que exista una salida. Más allá de recuperación que pueda mostrar la economía a partir de una cosecha excepcional o el incipiente desarrollo del sector energético a partir del yacimiento de Vaca Muerta, una gallina que promete dar huevos de oro, lo que se necesita es iniciar un camino de reconversión a gran escala del país para terminar con esta historia de los malditos formadores de precios o un Estado ineficiente, burocrático y encima con funcionarios corruptos que, al decir del contador Manzanares, llegan a autopremiarse con comisiones (bolsos con plata) por hacer las cosas bien. De vocación de servicio y desinteresada, poco y nada. Al igual que el mono, los funcionarios también bailan por la plata.
Los especialistas señalan que el país necesita una reforma profunda de sus sistema tributario, laboral e incluso previsional. Para encarar transformaciones amplias que ponen patas para arriba lo que está vigente ahora y pone fin a la zona de confort de muchos cómodos, hay que tener un decisión política muy firme al igual que un capital político consistente que resista toda clase de presiones. Porque cuando se tocan intereses, hay reacciones por tanto hay que estar preparado a aguantar.
Mientras la Argentina pospone eternamente esos cambios necesarios para poder despegar de una buena vez hacia un modelo de crecimiento y desarrollo sostenible que genere riqueza y la distribuya más o menos equitativamente, todos los informes sobre esto o aquello de nuestra economía son deprimentes y las expectativas que alimentan no son alentadoras, aunque cueste reconocerlo.
Como el reciente reporte de Idesa (Instituto para el Desarrollo Social Argentino) en el que se afirma que la crisis económica no da señales de aflojar, ya que la inflación se ubicó en un altísimo 4,7% en marzo acumulando en el primer trimestre cerca del 12%, por el lado de la producción prevalece la recesión. Una evidencia en tal sentido es que la recaudación tributaria nacional viene creciendo por debajo del 40% interanual cuando la inflación supera el 50%.
Al desagregar la recaudación por tipo de tributo aparecen indicios muy claros de los cambios que se están produciendo en la economía. Los impuestos directamente ligados a la actividad económica interna crecieron un 43%, los aportes salariales a la seguridad social lo hicieron en un 29% y los impuestos ligados a las importaciones registraron un incremento de apenas 11% interanual. ¿Qué es lo que motoriza tan dispar dinámica en la recaudación impositiva? Entre el primer trimestre del 2018 y el primer trimestre del 2019, el dólar pasó de $20 a $40 o sea aumentó un 100%; el Indice de Precios al Consumidor creció un 52% en tanto que los salarios registrados en el sector privado aumentaron sólo un 40%, todo según el Ministerio de Economía.
Se observa un cambio radical de precios relativos. El dólar subió el doble que el promedio de los precios al consumidor. A su vez, los precios al consumidor crecieron por encima de los salarios. La caída de los salarios respecto a la inflación es lo que explica que la recaudación de la seguridad social aumente menos que la inflación.
Por el lado de la situación fiscal, la debilidad en el crecimiento de la recaudación impositiva genera preocupación. Ante este panorama, el Fondo Monetario Internacional y muchos analistas económicos plantean la necesidad de fortalecer los ingresos públicos. Sin embargo, son limitados los espacios para aumentar la recaudación sin agregar tensiones a la producción y agravar la situación social.
El camino alternativo es desplegar acciones para darle sustentabilidad a la reducción del gasto público. En lugar de agudizar la confrontación electoral, se debería avanzar en consensos para resolver los desequilibrios del sistema previsional. Esto incluye temas sensibles como tender a la nivelación en la edad de retiro, evitar la duplicación
de cobertura que produce la pensión por sobrevivencia, revisar la regla de movilidad cuando una persona recibe más de un haber previsional y cerrar las moratorias que jubilan gente sin aportes. En la misma lógica, se puede reducir el gasto público y ganar en eficiencia eliminando los programas nacionales de educación, salud, desarrollo social, vivienda y urbanismo que se superponen con el gasto provincial y municipal.
De acuerdo a Idesa, con señales concretas en la dirección de reducir sustentablemente el gasto público se generará el clima de confianza necesario para poder bajar la tasa de interés y reactivar la economía sin reavivar la inflación. Por el contrario, con atajos, como controles de precios o atraso del tipo de cambio, en el mejor de los casos se podrán obtener dividendos electorales pero se restablecerán los desequilibrios externo y fiscal profundizando la crisis económica y social.
La gran pregunta es si el próximo gobierno podrá contar con el capital político suficiente para encarar las reformas del sistema tributario y del mercado laboral necesarias para mejorar la competitividad y potencial de crecimiento de la economía sostiene el estudio del BBVA Research Argentina para el segundo trimestre de 2019. Nadie tiene la respuesta.