En lo que me toca, este iba a ser un libro “a sola firma”: es decir, mi relato y conclusiones sobre los años setenta en nuestro país y en el mundo, las razones que entonces me llevaron a participar de la “lucha armada” y mis reflexiones actuales. Un viejo proyecto, permanentemente postergado por mis ocupaciones, pero esencialmente por la complejidad del tema y, sobre todo, por la manera en que sigue vigente en la sociedad y en la política argentina: confusa, contradictoria, virulenta, siempre inacabada y, en definitiva, injusta para todos y bloqueando el porvenir del conjunto.
Al poco tiempo de que Rodolfo se pusiese en contacto conmigo para su tesis doctoral sobre el PRT-ERP, surgió la idea de esta reflexión “a cuatro manos”. En mi caso, se originó una noche en la que Rodolfo vino a cenar a casa. Cuando al cabo de una larga charla lo acompañaba en el ascensor hasta la salida, tuve el impulso de ponerle una mano en el hombro y decirle: “pensar que, hace cuarenta años, vos y yo nos hubiésemos cagado a tiros”. Me miró, muy serio, y respondió simplemente: “ni vos ni yo éramos los malos...”.
Asumo que esto puede entenderse como una autojustificación, pero no era en absoluto el caso. En nuestras charlas de entonces y ahora, fueron quedando dos cosas en claro: que respecto a todo lo ocurrido en nuestro país desde nuestra juventud en los años sesenta y antes, hasta hoy, tanto las Fuerzas Armadas como las organizaciones guerrilleras tienen culpas que asumir. De ningún modo del mismo calibre, pero culpas al fin. También, que es injusto que esas responsabilidades las asuman solo esos dos sectores, como ocurre actualmente, cuando el conjunto de la sociedad y sus representantes políticos, sindicales y empresarios, sus instituciones, las comparten y hasta puede decirse que cargan con lo esencial. En ninguna sociedad una dictadura atroz y organizaciones armadas informales aparecen y se enfrentan si no hay una historia, una evolución política e institucional que genere el fenómeno. No son “catástrofes naturales...”.
A partir de allí, nos pusimos de acuerdo en que cada uno de nosotros cuente su historia y saque sus conclusiones. No se trata de una discusión, sino de dos relatos personales, en paralelo, sobre el mismo período, acontecimientos y circunstancias. Cómo veíamos entonces las cosas, y cómo las vemos ahora. El lector sacará sus conclusiones. Ninguno de los dos fue “líder” en su campo, pero sí partícipes muy activos y testigos de primera mano. La experiencia vivida y la formación y profesiones de cada uno nos habilitan doblemente para la reflexión.
Nuestras diferencias políticas e ideológicas siguen vigentes, pero hoy, a casi cuarenta años de recuperada la democracia sin que el conflicto haya quedado realmente atrás y servido de experiencia a no reiterar, nos anima el deseo de contribuir justamente a eso: a cerrar ese período negro de la historia nacional y mirar hacia adelante.
Si este trabajo contribuye a dar un paso en esa dirección, me doy, nos damos, por bien servidos.
*El texto pertenece al Prólogo de Carlos Gabetta en el libro “Enemigos”, Eudeba, 2018
Carlos Gabetta textual
El libro nuevo se caracteriza por tener de autores a dos personas que se enfrentaron en un momento muy trágico de la Argentina. ¿Cómo fue esa experiencia tan particular?
“Conocí a Rodolfo Richter cuando él estaba haciendo su tesis doctoral en Ciencias Políticas sobre el PRT-ERP, la organización guerrillera contra la que había luchado como miembro de las Fuerzas Armadas. Como profesor de la Universidad Católica Argentina, estaba analizando, con el mayor respeto, a la guerrilla que lo había herido gravemente en combate treinta años atrás, dejándolo en silla de ruedas. Me encontré con un militar argentino que defiende a las Fuerzas Armadas y que está no obstante de acuerdo con el Juicio a las Juntas; en desacuerdo con los métodos de la dictadura cívico-militar. Nos separan diferencias políticas e ideológicas, pero nos une el deseo de analizar esa época de la que fuimos protagonistas, aunque no líderes. No para justificar atrocidad alguna, sino para entender ese período como una experiencia a no repetir; a dejar atrás para ocuparnos del presente y mirar hacia adelante.”
Una anécdota personal interesante para compartir con los lectores
“Hay muchas. Por ejemplo, el orgullo que me produjo la respuesta del presidente Raúl Alfonsín a Ronald Reagan en los jardines de la Casa Blanca, durante una visita oficial. Yo era uno de los periodistas presentes. Se suponía que habría discursos protocolares, de circunstancias. Pero Reagan se despachó con una diatriba brutal hacia la entonces joven Revolución nicaragüense, con la intención implícita de que el silencio de Alfonsín lo avalaría. Pero éste improvisó una respuesta clara y enérgica en defensa de la autodeterminación de los pueblos latinoamericanos y contra las dictaduras. Esa semana, la tapa de ‘El Periodista’ fue ‘Alfonsinazo en Washington’…”