La Argentina de los contrastes entrega postales dolorosas, especialmente en uno de los extremos. Sucede con la riqueza y la pobreza, de un opulento Puerto Madero en la Ciudad de Buenos Aires a las villas en ese mismo distrito, tal como alguna vez lo retrató con inteligencia creativa nuestro sensacional Quino, el dibujante que se fue al cielo de la cultura esta semana y que perdurará entre nosotros por Mafalda, su principal legado.
La grieta, la maldita grieta que separa a los argentinos desde hace décadas, constituye otra forma de una confrontación que está lejos de aquel concepto de la teoría de la negociación que se basa en el modelo ganar - ganar, pues con las divisiones perdemos todos. Mientras los políticos hacen uso y abuso de una posición favorable al diálogo y al consenso en tanto gritan a los cuatro vientos que se necesita avanzar hacia la unidad nacional, lo cierto que en los hechos dividen para intentar reinar. Eso sí, un reino muy chiquito, en ruinas.
Los contrastes dejan al aire desequilibrios y desigualdades difíciles de aceptar en una sociedad que tiene la pretensión de mejorarse, por lo que resulta imprescindible corregir esas anomalías. La pandemia no hizo otra cosa que poner en primer plano esas situaciones de injusticia. En los últimos días, creció el debate sobre las compensaciones que tienen los distintos trabajadores en la economía argentina, y a la par que se ponían los números arriba de la mesa también aumentaba la indignación popular ante las disparidades inaceptable.
Así, la tabla de salarios muestra a médicos intensivistas, es decir aquellos que se hacen cargo de las unidades de terapia intensiva de los hospitales, cobrando por un mes de trabajo alrededor de 60 mil pesos si es que tienen antigüedad considerable, aunque otros perciben unos 50 mil devaluados pesos. Es decir, aquellos profesionales que estuvieron entre 5 y 6 años en la facultad, a lo que después agregaron otros tres años para cumplir con la residencia, y ahora ocupan el ring donde la vida y la muerte se pelean por un paciente, tienen a fin de mes unos pocos pesos más de los que necesita para pagar la Canasta Básica Total. Es que una familia integrada por un matrimonio, que no paga alquiler y tiene dos hijos de seis y ocho años, debió tener en agosto último ingresos mensuales de $45.477 para no ser considerada pobre.
En el otro lado, se encuentran los salarios que se pagan en la política a funcionarios o legisladores. En Rafaela, un concejal cobra de bolsillo después de los descuentos por ley unos 120 mil pesos. Un diputado nacional percibe actualmente cerca de 200 mil pesos pero si a esta cantidad le suma los adicionales por desarraigo puede llegar a los 230 mil. Es lo que, por ejemplo, cobraba Juan Ameri, quien fue integrante de la Cámara baja nacional hasta la semana pasada cuando fue forzado a renunciar luego de protagonizar una escena de alto voltaje erótico en plena sesión virtual que quedó grabada en la plataforma, por lo que dio la vuelta al mundo.
Estas profundas asimetrías entre el sueldo de un médico esencial para la vida y un legislador desnuda las inconsistencias del sistema en el que vivimos. Esta semana también asomó la situación particular de los bomberos teniendo en cuenta que en la mitad de las provincias argentinas se producen incendios que ponen en peligro la vida y los bienes de las personas. Sequía, vientos fuertes y elevadas temperaturas componen el contexto perfecto en el que se desata el fuego en Córdoba, Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán y San Luis entre otras provincias.
Las imágenes angustian y nos generan automáticamente un nudo en la garganta y otro en el estómago. Así como los médicos, enfermeros y todos los equipos de salud están desbordados y agotados por la presión que ejerce el aumento de los casos de Covid en el país, la lucha contra los incendios pone en jaque a los bomberos, sean profesionales o voluntarios, que parecen no disponer de las herramientas y equipos necesarios para pelear en mejores condiciones.
En un país atravesado por la corrupción, con la mayoría de los corruptos que llevaron fondos públicos a sus bolsillos, los bomberos están sin equipo para apagar el fuego que todo lo quema. Y los médicos con escasos medios para asistir a quienes llegan a las guardias por ayuda. Hoy en la Cámara de Diputados de la Nación hay ricos con una fortuna de 300 millones de pesos que han nacido, crecido y vivido de los recursos públicos mientras cientos de bomberos que en algunos casos no tienen ni casas arriesgan su vida para luchar contra el fuego y el viento.
Si a estas injusticias volvemos la mirada a las estadísticas de la pobreza, que indican que cuatro de cada diez argentinos son pobres, queda claro que los desafíos del país están pendientes. Todos.