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En busca de… Virginia Peruchini, árbitra y docente

archivo LA PALABRA
Crédito: Pasional: LA PALABRA comparte una extensa charla con Virginia Peruchini

LP - Como mujer tenés un lugar destacado en el trabajo de dirigir.

V.P. - Recién empiezo a dirigir el Torneo Federal con continuidad hace dos años. Hay un cambio dirigencial que me favorece donde apuestan a la mujer y me dan lugar al punto que termino dirigiendo los Play Off de las semifinales. El año pasado fue el segundo año que dirijo ese torneo, sin dudas que he mejorado muchísimo. No tengo la posibilidad de dirigir la Liga Argentina o la Liga Nacional pero FIBA confía en mí y el año pasado dirigí la Liga Sudamericana de hombres. Por primera vez una mujer argentina dirige una competencia de adultos mayores hombres a nivel internacional. Es un mimo después de tantos años y hacer historia en esto.

LP - ¿En qué países dirigiste?    

V.P. - En Ecuador, el primer cuadrangular. Fue la primera vez en FIBA donde hay cinco  mujeres dirigiendo en torneos adultos. América apuesta a la mujer y la verdad es que dirijo hombres a nivel internacional como dirijo mujeres. Cuando digo que vivo en un pueblo de dieciséis mil habitantes no lo pueden creer que te hayas podido desarrollar, y hayas llegado a donde llegaste. En Europa dirigí el mundial que fue cumplir uno de mis sueños. El año pasado dirigí semifinal en Bielorrusia, la única mujer en la terna de los seis árbitros. Y estuve en la terna de tres mujeres durante el torneo. Las mujeres estamos teniendo la posibilidad. Estuve en Chile dirigiendo la final con otra argentina y una brasilera; y en Uruguay dirigí la final también. El anteaño pasado fui la primera mujer en dirigir un partido televisado. Este último tiempo ha hecho como salto en mi carrera. Por eso las posibilidades y la continuidad hacen al desarrollo arbitral.

LP - Se trata de una actividad profesional que requiere de esfuerzos personales.

V.P. - Tomo mis oportunidades, tomo mi competencia, trato de ser lo más profesional posible, me dedico y trabajo como si fuese cualquier profesional de cualquier deporte, y al contrario, no lo tomo como una excusa, para no poder crecer, lo tomo como un desafío mucho más difícil y mucho más duro, que es la realidad que me toca y no me va a frenar, y no me va a poder, y no me va a no permitir seguir con esto. He querido dejar de dirigir muchas veces, y dije hasta acá llegué, hasta acá está mi amor a mi persona, a mi dignidad. Y hoy estoy más fuerte que nunca pero tomo otras decisiones, me tomo las cosas de otra manera. Soy parte de esta cultura, que me hace crecer y me enfrenta a las peores cosas, también me hace lo mejor en esto de ser profesional, que en realidad me la da FIBA. El ideal es tratar de semejarse más al nivel internacional porque es la mejor competencia. Pero donde sea que dirijo quiero que seamos los mejores siempre, nosotros, los entrenadores y los jugadores. 

LP - ¿Cómo elige y designa la FIBA a un árbitro internacional?

V.P. -  Después de la evaluación, torneo a torneo tenemos una evaluación física. Todos los partidos tenemos una descripción o autoevaluación de tu desempeño, el instructor hace lo mismo de tu labor, y hay una evaluación de todo el torneo del árbitro y del instructor que si se aprueba la prueba física, tenés posibilidades de ser elegido en el próximo partido. Soy mejor no porque dirija una final sino porque recibo una nominación o porque el informe final es positivo.   

LP - ¿Cómo es la vida de una árbitra  internacional?

V.P. - Y… es complicada. Como toda mujer que se desempeña en este tipo de rol. Trabajo en una escuela, ir y venir de un torneo es volver a la vida escolar y formal siendo mujer, debiendo tomar decisiones desde otro punto de vista que el del hombre. Pienso en tener una familia, en ser mamá, hay cosas que se postergan, la vida en pareja es difícil, a veces son más los días que estoy afuera que en mi pueblo. La escuela se amolda a mi vida, mi familia, mis amigos. Pasar mi cumpleaños o las fiestas con mi familia arbitral que realmente son mi familia. Los árbitros son parte de mí. Todo tenés que planificarlo. Y hay objetivos que tengo desde mi infancia. Y aunque no llegue sé que hice todo lo posible por haberlo intentado. A mí el arbitraje me hizo ser mejor persona, realmente. Porque me enfrentó a mí misma, y me obligó a querer ser la mejor versión de Virginia Peruchini en esta vida. Y trabajo todos los días sobre mi personalidad. Sobre cosas que no están buenas de mí, y que las trabajo todo el tiempo, adentro y afuera de la cancha. Y creo que hay un crecimiento personal, que no se compara con nada.

LP - ¿Qué propósito tenés como mujer árbitra?

V.P. - Que se lleven algo de mí, sin dudas. Y darle algo de mí al torneo y a la convivencia. Hoy ya no es importante para mí dirigir una final, porque dentro de unos años no me voy a acordar qué final dirigí. Pero sí me voy acordar con quién estuve en el torneo, qué viví, qué conocí, qué aprendí, qué me dio el otro y qué le di al otro en esa convivencia. La verdad que la cuestión humana se torna una prioridad y todos nos equivocamos y voy a fallar adentro de la cancha y afuera de la cancha como cualquier ser humano en su trabajo y en su familia, y en su vida, y con un amigo y con quien sea.

LP - ¿Tuviste inconvenientes con la cuestión de género en tu trabajo arbitral?

V.P. - Tenés de todo en realidad. Hay gente que lo acepta y gente que no. Porque al principio creemos que el otro es como uno. Pero la gente no es como vos. A veces no es buena. Y tengo mi personalidad. Muchos te quieren sacar una ventaja y hay que tener mucha precaución. Y soy de un pueblo y a veces peco de inocente. A veces te sorprende la situación y no podés creer lo que estás escuchando o viendo. Entonces ahí es donde reaccionás y si no decidís, tomás malas decisiones en general. Recibí una agresión física de una nena, o situaciones límites de jugadores que “no estaban adentro la cancha”, tomé decisiones por miedo, muchas cuestiones de este tipo. Y ahora mirando para atrás decís cómo me pueden haber pasado estas cosas. Pero eso es la maduración, la aceptación de crecimiento evolutivo y biológico de las personas.

LP - ¿Algo gracioso entre tanta adrenalina deportiva?

V.P. - Que me caí. El primer torneo que dirijo me caí. Me pasó de todo. Que se me rompa el cierre del pantalón y que tenga que irme al vestuario y esperar que venga alguien con hilo y aguja para ayudarme. Ahora llevo otro pantalón. ¿Del silbato? ¡Dónde está el silbato! Tengo que empezar el partido y no sé dónde lo dejé. Es como un poco de ese condimento. Tengo que repasar tres veces las cosas. Una vez me pasó que nosotros viajamos vestidos de árbitro en la Asociación. Ese día había un partido previo y me fui de civil a ver a unos chicos, después tenía que dirigir la primera. Miro el partido, llega mi compañero para dirigir conmigo y me dice “vamos a cambiarnos”. Y me di cuenta que me había olvidado la ropa de dirigir… Imaginate el nivel de estrés de ese momento en mí. Eran tiempos en los que trabajaba doce horas por día porque tenía dos cargos en la escuela, iba a entrenar, viajaba. No puedo creer que no haya llevado la ropa a Ceres ese día. Pedí zapatillas prestadas, conseguí un pantalón negro, una chica de ahí me prestó la remera nuestra y el silbato. Y me reí todo el partido.

LP - Mantenés un contacto muy particular con la FIBA.

V.P. - Sí. Me incluyeron dentro del Departamento de Preparación Física debido a mi profesión paralela, y significa que el staff viaja con los árbitros llevando un preparador físico. Es tan profesional ahora que en un torneo te levantás a las siete de la mañana a entrenar, a las nueve es el desayuno, se hace video, devoluciones, cancha, vuelta, análisis del partido, todos los días de torneo. A partir del año próximo voy a trabajar como preparador físico y como árbitra. Hay un detalle un tanto curioso para contar y es que los árbitros de elite del mundo -aunque no me gusta decirlo de esta manera pero es así- tienen un reloj Polar M430 que es el que nos monitorea -no lo siento así pero hay quienes dicen que es bastante invasivo- y controla mis horas de descanso, horario que me acuesto y que me levanto, cuántas horas duermo por día, cuántas horas camino y cuántas estoy despierta, cuántas descanso, cuántas estoy sentada. Me anuncia la hora de levantarse de la silla, de moverse, marca las calorías que gasto, la frecuencia cardíaca, mi actividad, y está sincronizado con una plataforma donde el preparador físico lo monitorea. Entonces ante una convocatoria miran y saben qué tan profesional es ese árbitro, si entrenó o no, qué vida lleva. Y en el mundial seis árbitros no pasaron la prueba física y no pudieron dirigir quedando afuera del torneo. Creo que el alto rendimiento no tiene que ver con el éxito de un deportista sino en cómo se tome las cosas y en la humildad. Yo entrenando atletismo en una pista de motos, corría cien metros con valla sola, donde no existía la tecnología actual, me filmaba con la cámara de la escuela que me prestaban, y a partir de ahí me autocorregía, y  me sentía una atleta de alto rendimiento. No necesitamos ni tener un Polar ni ir al mundial para ser de alto rendimiento. No solo atleta. Lo que hagas que sea de lo mejor. El objetivo no es consagrarse, sí es un mimo. Esto no pasa porque se difunda mi vida. Es una cuestión interna. Hay cosas que no dependen de uno y hay que tomarlas así, pero no por eso vamos a dejar de ser, de crecer, de mejorar y de caminar por nuestros sueños. Creo que ésa es mi misión en mi vida también, demostrar que sí se puede, que hay que tener coraje, que hay que tener ganas. Y que todo depende de uno, dejándose llevar por esas señales de que por qué pasan las cosas. De pronto las no posibilidades mías me han hecho mejor y me han hecho ser lo que soy hoy. Del mejor entrenador sale el mejor árbitro, y a la inversa.  

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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