La Palabra

En busca de… Verónica González, actriz y titiritera

LP - ¿Cuál es la historia del Teatro dei Piedi?

V.G. - Me pongo de novia con un chico ítalo argentino y en el año dos mil nos vamos para Italia con los títeres. Allá monto mi espectáculo de marionetas, hemos trabajado en algunos festivales y ahí conocí a Laura Kibel que es mi directora, y creadora del Teatro dei Piedi. Cuando vi a Laura que utilizaba los pies y el cuerpo para interpretar personajes dije “esto es el lenguaje que yo estaba buscando”. Porque me encontraba incómoda sobre el escenario y demasiado escondida detrás del teatrino de títeres. Con esta técnica que me permite jugar estos dos aspectos, es fantástico. Me divierte muchísimo, me encanta. También había escuchado hablar de Hugo e Inés que son un peruano y una yugoslava que hace treinta años empezaron trabajando el tema del teatro corporal. Un teatro bastante nuevo y que después Laura lo llevó a nivel mundial porque le quitó la palabra. Y al hacer un teatro corporal gestual con solamente música y gestos lo podés llevar a cualquier lado. Es como el mimo. Así es que hace veinticinco años Laura comenzó a girar por todos los festivales de Europa. Cuando la conocí y le dije que me encantaría aprender lo que estaba haciendo, me dijo que vaya a Roma a probar. Como yo estaba con un bagaje de formación muy buena de Argentina y de experiencia en el escenario, sabía lo que quería pero fundamentalmente lo que no quería. Así nació una simbiosis muy buena entre nosotras.

LP - ¿El Teatro dei Piedi creció con tu presencia?

V.G. - Laura lo trabajaba en un nivel muy personal, individual, sin una proyección hacia futuro. Ahora es una compañía en la cual las dos formamos parte, y ambas trabajamos en el mismo período en distintas partes del mundo. Siempre con la misma técnica.

LP - ¿Cómo se sostiene esa técnica tan particular desde lo físico?

V.G. - Es muy físico y estoy muy entrenada. Estoy sentada en una pequeña silla con los pies hacia arriba. Me exige mucho. Cuando me voy de gira no puedo salir a visitar las ciudades a pie. Tengo que concentrarme en el espectáculo. Es un desgaste físico importante. Me cuido haciendo antigimnasia, que es muy conocida en Europa. Es una pedagogía del cuerpo que nace en Francia y que desarrolló el método una psiquiatra que decía que enderezaba los jorobados. Es el Método Mézières que está desde el siglo pasado. Es un método de manipulación de los músculos. En realidad, lo que esta persona encontró, se dio cuenta de lo que es nuestra cadena muscular posterior que nace de los ojos hasta la punta de los pies donde se concentra toda la atención. En vez de ir al gimnasio a recargar esa parte yo voy a hacer antigimnasia, no hago esfuerzo en la parte de atrás, sino que hago pequeños movimientos que me ayudan a escuchar mi cuerpo y a relajar. Así fue que estuve trabajando hasta el sexto mes de embarazo y he dejado porque mi ginecóloga me decía que iba a terminar teniendo a mi hijo en escena.

LP - ¿Te preparaste mentalmente para transmitir con uno y con dos pies?

V.G. - Ese fue el trabajo más difícil en realidad. Es un gran trabajo de disociación del cuerpo porque tengo dos pies, dos piernas, dos manos, y tal vez con un pie, una pierna y una mano hago un personaje, y el otro está haciendo otra cosa. El trabajo de disociación, de coordinación, de escucha, de elasticidad corporal, lo tengo desde  la escuela de teatro. Por eso mi formación me facilitó desarrollar esta técnica cuando encontré mi lenguaje.

LP - ¿De qué manera armás un número artístico?

V.G. - Depende. No tengo un patrón. Nunca hay texto. Ahora estamos estrenando un espectáculo “Cocina en punta de pie” que está auspiciado por la embajada italiana y aquí sí hay un pequeño texto porque teníamos que contar la historia del primer cocinero. Y registramos una voz para que me ayudara a mí como actriz. Así interactúo con los pies también. Esto nos está entusiasmando mucho porque vemos que tiene muchísimas posibilidades de trabajo.

LP - ¿Probás las obras con algún público antes de estrenarlas?

V.G. - En Roma tenemos un grupo de amigos muy buenos que son todos del sector, entonces cada vez que tenemos algo nuevo hacemos una cena show, una cosa muy informal, pero que nos ayuda a tener una devolución de gente que tiene ojos con una mirada especial. Me guío mucho por lo que dice mi hijo Federico o llamo a algunos amigos.

LP - ¿Qué te queda por lograr?

V.G. - Uh… ¡mucho! Quiero venir a trabajar a Buenos Aires y hacer temporada acá en Argentina. Viajar por el país en gira me encantaría. Eso es un sueño para mí. Tengo que encontrar el modo.

LP - ¿Trabajan juntas con Laura Kibel?

V.G. - Sí. Tenemos un espectáculo a cuatro pies y estamos juntas en escena. Pero es curioso que sea una compañía totalmente en femenino. 

LP - Contános de tus personajes.

V.G. - Hay un número muy bonito que hago con la rodilla y con los pies que habla acerca de la Paz. De la importancia de la Paz en el mundo. Es un número que tiene una importancia fundamental. Lamentablemente cada vez se necesita más hablar de eso porque cada vez hay más guerra.

LP - ¿Alguna anécdota?

V.G. - En dos mil trece me invitaron a trabajar a Corea del Sur y justo en ese momento Corea del Norte había apuntado los misiles. Llamé al director y le dije “no voy a ir porque soy mamá y tengo un bebé chiquito”. Me dijo que no me preocupe, que para ellos era una normalidad esa situación. Y fui. Cuando llego allá trabajo en un teatro muy bonito pero que estaba adentro de una base norteamericana porque ellos están defendidos por los soldados de Estados Unidos. Fue una situación y un clima tan particular. En ese ambiente, en esa parte del mundo, hacer un espectáculo de un modo inocente, y eso es un valor agregado creo. Este personaje, el títere al final con un arma gigante que tenía, cambia de idea, forma un piano y toca Imagine de John Lennon. La gente lloraba, terminé el show con ese número y me vinieron a abrazar las mamás y los papás. Y me decían ¡gracias! Me acuerdo y se me pone la piel de gallina… Son emociones muy fuertes. Entonces es ahí donde me siento feliz porque digo: pude hacer algo. Soy de las que cree que el arte puede cambiar el mundo. Y en lo profundo de mí, es mi motor. Es como la utopía que dice Eduardo Galiano, está en el horizonte y nos sirve para caminar…

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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