La Palabra

En busca de… Silvina Allassia, alpinista

LP - ¿Cuándo eras chica trepabas todos los tapiales y todos los árboles?

S.A. - Sí, es lo que más me gustaba, más que jugar con las muñecas. Y correr, andar en bicicleta, llevar a mis amigas atrás en bicicleta.

LP - ¿Qué actividad física desarrollaste a partir de esa infancia inquieta?

S.A. - Gimnasio, atletismo en la escuela, salto en largo. No para competir, sino para hacer deporte. Después jugué al hockey en el Club Atlético de Rafaela, en el Jockey Club y en el CRAR, pero ya de grande.

LP - Hace unas décadas se pone de moda correr en maratones. ¿Participaste de esa disciplina?

S.A. - Me fui a Santa Fe a estudiar bioquímica -carrera que terminé en dos mil uno- pero volvía todos los fines de semana. El correr lo empecé para tener estado físico en la montaña. Por eso es el entrenamiento de correr. Se formaron grupos muy lindos en Rafaela y estoy con un grupo en el que entrenamos con un profesor de Santa Fe.

LP - ¿Cuándo despierta en vos el interés por el alpinismo?

S.A. - Surgió con mis vecinos Silvio Parola y la señora. Nos pusimos de acuerdo un fin de semana en ir al cerro Champaquí, en Córdoba, a hacer un trekking que se hace en tres días. Es “Alto rumbo”, una empresa cordobesa, y con ellos yo empecé a hacer montaña. Fuimos un fin de semana en dos mil seis y la pasamos espectacular. Volví de allá y dije “esto es lo que a mí me gusta” y de ahí no paré más de hacer montaña.

LP - ¿Qué edad tenías en ese momento?

S.A. - Treinta y cuatro años.

LP - ¿Y hasta ahí el alpinismo te interesaba?

S.A. - No. Me gusta la montaña, me gusta el aire libre, tenemos una casa en Río Ceballos donde íbamos los fines de semana pero no hacía campamentos ni asistí a cursos de ese tipo. Cuando hicimos cima en el Champaquí fue ese momento y el estar ahí que dije “es lo que yo quiero”. Y de ahí no paré más. Después fui yendo cada vez un poquito más alto. Fuimos en marzo de dos mil siete al cerro Lanín, en Neuquén, con casi cuatro mil metros de altura, muy lindo también, y como acá no tenemos montañas, lo preparamos caminando con las mochilas cargadas en llano. Fuimos una vez hasta Lehmann caminando, y otra vez hasta Susana ida y vuelta, que son localidades cercanas a Rafaela, y así nos preparamos. También hicimos cumbre, y como mis compañeros de grupo tuvieron un bebé y no siguieron, continué yo sola. 

LP - ¿Después de un ascenso, cómo es el paso siguiente para que vos elijas un nuevo lugar y estés preparada?

S.A. - Seguí con la empresa coordinadora de Córdoba hasta dos mil nueve. Ellos tienen una página virtual donde ofrecen los servicios, tienen guías, dan la comida, brindan las carpas, se paga todo el servicio. Fui al Domuyo en Neuquén, al Chañi en Jujuy, al Cachi en Salta que fue el último que hice con ellos.

LP - ¿Por dónde va la decisión de la próxima montaña a escalar?

S.A. - Por la altura. Siempre elijo una más alta que es subir cada vez un poquito más.

LP - ¿Qué balance hacés de esta década dedicada a la actividad?

S.A. - Es un tema de ir a la montaña, estar en contacto con la naturaleza, estar con mi grupo, compartir, hacer lo que nos gusta y volver. Tengo la necesidad de llegar pero también de volver. La verdadera cumbre es cuando se vuelve a casa, no es solo llegar arriba. Porque te puede agarrar la fiebre de cumbre, de llegar a cualquier precio y arriesgar todo por llegar y no es así. La verdadera cumbre es cuando volvés con tu familia, y a tu casa, y a tu gente. Para después volver a irte. Y la que decide si subís o no es la montaña. Ella es la que te dice.

LP - ¿Cómo es tu día en Rafaela desde el punto de vista del alpinismo?

S.A. - Tres veces por semana salgo a correr con el grupo, y dos veces por semana voy al gimnasio. Siempre con la rutina que nos manda el profesor de Santa Fe.

LP - Hay un amigo común que hizo un viaje en volanta a Machu Picchu, lo que para su vida fue una bisagra, y después de cuarenta años sigue recordando situaciones de esa experiencia. ¿Qué pasa en tu vida hoy mirando hacia atrás esas montañas?

S.A. - Vivís todo el tiempo hablando de los viajes, de lo que hiciste, en el que estás programando el siguiente y acordándote del primero y así. Pero constantemente ideando uno nuevo. La misma gente te entusiasma y te sugiere. Volvíamos de Perú y ya estábamos queriendo ir a Catamarca en diciembre.

LP - ¿Qué cambia en uno cada vez que vuelve de una cima?

S.A. - Soy la misma de siempre pero es la gratificación de haber logrado lo que uno proyectó, lo que uno quiere hacer, pero en sí no cambia demasiado. Es volver, seguir entrenando, seguir trabajando para ahorrar y para volver a ir. Con la satisfacción de poder volver, a estar, a contar, a compartir.

LP - ¿Llevaron estas experiencias a escuelas, clubes, como proyección a la comunidad?

S.A. - Nunca lo hicimos, lo que sí surgió una vez en una montaña en Catamarca, donde una tormenta de nieve nos retuvo un día y medio dentro de la carpa, fue hacer un proyecto y presentarlo a distintas empresas que lo auspicien, para escalar en diez días cinco montañas de seis mil metros que están cerca entre sí. Completar ese raid y elegir una entidad de bien público para que se beneficie con los aportes económicos que recibimos. Queremos terminar las diez más altas y a lo mejor después reflotar ese proyecto.

LP - ¿Recordás momentos menos gratos?

S.A. - Nunca me había tocado, el que más cerca me tocó es el reciente en el que resbalaron dos compañeros y fue un susto, un momento traumático. También las tormentas de viento que no te permiten llegar a la cumbre y tenés que bajar. Cuando fuimos a hacer el Tres Cruces la montaña estaba muy nevada y tuvimos veinte horas caminando. Salimos a las doce de la noche, hicimos cumbre a las dos de la tarde y volvimos a las ocho de la noche al campamento, fue duro. Nos enterrábamos en la nieve hasta la cintura.

LP - ¿Y los grandes momentos?

S.A. - Las charlas que se arman en las carpas, las comidas que se hacen, el compartir, es lo más lindo, el durante. El llegar a la cumbre es una circunstancia. El previo, el organizar, el viaje, el comprar la comida es también lindo.

LP - ¿Cómo se supera el mal humor en algún integrante del grupo?

S.A. - (risas) Es manejable porque tampoco es un mal humor eterno. Es un ratito porque con todo lo que tenés alrededor… siempre hay alguno que tira un chistecito, o te vas un rato a caminar y cuando volvés ya te pasó.

LP - ¿Tuviste renuncias personales para ser alpinista?

S.A. - No. Trato de equilibrar. Ni una cosa es extrema, ni la otra. Uno hace ciertas cosas para poder hacer otras. Son como complementarias. No antagonistas, me parece.

LP - ¿Qué reflexión te merece esta experiencia de vida?

S.A. - Vale la pena vivirla, es muy lindo. Lo que se vive es muy gratificante. Las relaciones que se logran son muy intensas. Para mí es lo ideal.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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