LP - De aquella casa de la infancia con los abuelos ¿cuánto permanece de todo eso?
P.S. - Todo… yo vivo ahí… Yo vivo en esa casa… es un hecho muy personal pero en esa casa me acompañan mis abuelos, mis padres, mis hijos, es la casa en que nací… y ahí vivo.
LP - ¿Llegan al escenario con usted y los sigue llevando a todos lados?
P.S. - Sí, yo los llevo a todos lados, van conmigo, porque yo pertenezco a ellos y ellos me pertenecen. Están en mi corazón, como diría poéticamente. Pero es verdad.
LP - ¿Cuánto le llevó en la vida para saber que lo suyo iba a ser el escenario y la expresión y el mensaje?
P.S. - Dieciocho años. Ahí me di cuenta porque estudiaba abogacía y tenía esa edad, se formó un teatro universitario, fui impulsado por un grupo de compañeros de estudio y descubrí que eso era lo que quería. Lo descubrí en un día, eh?
LP - ¿Quién lo formó cuando se decidió?
P.S. - Antonio Cunill Cabanellas, que fue el primer maestro que hubo en la Argentina. Después estuve un tiempo con Oscar Fessler, estuve un tiempo con Carlos Gandolfo, estuve mucho con Juan Carlos Gené. Me ayudaron muchísimo.
LP - Toda gente de su misma generación…
P.S. - Sí… entre nosotros aprendíamos todos. Y a lo mejor ellos aprendían algo de lo mío también, no lo sé...
LP - ¿Qué lo acercó a David Viñas?
P.S. - A David me acercó “Lisandro”. Cuando Luis Macchi, el director de la obra, y Héctor Olivera y Fernando Ayala que eran los empresarios, me dijeron “mirá, hay una obra que vos podés hacer que es la vida de Lisandro de la Torre”. Bueno vamos a verla les dije. Y ahí me hice amigo hasta el final con David.
LP - ¿Qué le quedó de la película “Asesinato en el Senado de la Nación”?
P.S. - Me quedó una impresión dual. Por un lado me pareció una buena película, y la alegría de trabajar con Miguel Angel Solá, con Arturo Bonín, con Oscar Martínez, con un elenco hermoso, y dirigido por Juancho Jusid que era amigo, pero por otro lado me pareció que fue desacertado elegir la imagen del matador. Porque la imagen del matador es una anécdota nada más, la imagen de él -no estoy hablando del actor, estoy hablando de de la Torre- es una imagen que produce historia en la historia del país.
LP - ¿Se identificó con Lisandro de la Torre?
P.S. - Totalmente. Esa vez me tuvieron que internar…
LP - Cuénteme eso…
P.S. - Actuó como detonante, me metí tanto en el personaje que me fui de la realidad. Como un enajenado. No me costó volver pero no sé cómo volví.
LP - ¿Hay recuerdos de “El inglés” y el Cuarteto Zupay?
P.S. - Me quedó la amistad hermosa con Zupay, el agradecimiento eterno a Gené que está en la eternidad, a Oscar Cardozo Ocampo, y el haberlo hecho a lo largo y a lo ancho del país, ostentando la nacionalidad argentina.
LP - ¿Y “La Nona” qué significó?
P.S. - Y… “La Nona” fue un chiste que hicimos en casa con la generación del sesenta. Estaban Germán Rozenmacher, Ricardo Halac, Carlos Somigliana, Tito Cossa y Ricardo Talesnik. Y escribían en mi casa. Y le dije a Cossa: Tito, ¿por qué no me escribís una vieja? “¿Una vieja?” me dice. Sí, una vieja. Y él hizo más que escribir una vieja, escribió una obra potentísima, histórica creo, más allá de mí, para el teatro nacional, que es “La Nona”.
LP - Usted hizo los clásicos, pero también hizo el Colón, la televisión, el teatro, el cine. ¿Qué es lo que sintetiza al actor y con qué se queda?
P.S. - El teatro, porque es el único lugar donde el hecho es vivo, que es lo que estamos haciendo ahora. Los medios mecánicos pueden dar lugar a impostura, es posible, no digo que sea así, es posible. El teatro no da lugar a impostura, es andar en la cuerda floja y sin red.
LP - Si hoy está haciendo “El loro…” otra vez, ¿significa que es la cumbre de lo que quiso hacer?
P.S. - No, porque tengo una propuesta para hacer el año que viene “Esperando a Godot” de Samuel Beckett. Esperemos que se concrete, está ofrecido, yo he dicho que sí…
LP - Ha tenido usted una vida prolífica con altos y bajos, en su país y en el exterior.
P.S. - He vivido siempre de mi trabajo y no más.
LP - Y en cada pueblo una historia, además…
P.S. - Anduve por todo el país. Actué en Rafaela y Moises Ville, allí estuve en la Biblioteca Barón Hirsch y como en el pueblo no había hotel, un vecino muy gentil me ofreció su casa y entonces dormí en lo de Valentín Levisman. Puedo decir con mucha satisfacción que estuve actuando en todas las provincias -desde Tierra del Fuego hasta Jujuy- menos en una: Catamarca. De allí nunca me llamaron, no sé por qué será.
LP - ¿Tuvo que irse el país?
P.S. - No. No elegí irme, me fui contratado, después pasó todo lo del gobierno de la dictadura. Un día me llegó un contrato de España, yo no entendía nada, pero no era nada político, era un contrato como puede tener hoy cualquier representante del país en España. Bueno, en su momento me llamaron, fui y me quedé siete años.
LP - ¿Y una anécdota en su vida que resuma lo grato de su profesión?
P.S. - Un acontecimiento hermoso fue el día que el maestro Cunill cuando hicimos en el Colón el “Sueño de una noche de verano”, entró al camarín y me dijo: “Serás actor, y de peluca”. O sea, siempre hice los personajes. Esa frase es…
LP - Cuéntenos qué fue “El loro calabrés” de aquella vez y cuánto se mantiene vigente en el de hoy que sigue contando…
P.S. - “El loro calabrés” nació a partir de la prohibición de trabajo. Y hoy lo que tengo es una idea de alguna manera un poco circular del país. Yo pensé hace cuarenta años repartir el pan, y estaba bien, después de cuarenta años me doy cuenta que sigue estando bien, quiere decir que no han cambiado tantas cosas. Es como una cosa circular, no? Que la gente se conmueve por el pedazo de pan.
LP - Un mensaje por tantas décadas dedicado al arte.
P.S - Para aquellos que empiezan, es fe. Fe de creer en lo increíble, no hablo de la fe religiosa, hablo de una fe laica. Creer en lo increíble. Yo, mirándome en un espejo dije: Con esta estatura y esta cara ¿qué puedo hacer? Y pasaron setenta años.
LP - ¿Podemos decir que tocó el cielo con las manos?
P.S. - Sí.
Mensaje final de El loro sigue contando
“Porque yo me siento parte de ustedes. Tal vez si pudiéramos entregarnos blandamente a este pensamiento, tal vez podríamos descubrir clarito, clarito que ustedes y yo somos parte de todo, como los granos de trigo en la harina integran este pan. El pan que da vida, y entonces sí estamos juntos. Si realmente estamos juntos ¿no será para querernos un poquito más, para comprendernos un poquito más? Para mí, hoy en mi barrio, más que nunca, con mi gente, una reunión de amigos ha sido ésta. Yo convoqué, yo convido. Los invito a partir conmigo este pan, y a compartir con los otros este pan. Partamos y comamos y hagámoslo correr. Somos parte de todo. Y si uno no es Dios y no es bestia descubre que vive con la gente y entre la gente. Y cuando uno descubre que vive con la gente y entre la gente, tiene la obligación de pedir y de dar. Para todos ustedes paz y trabajo.”
Cuando Moreira solo se salvó
En un circo donde la primera parte era destreza y la segunda Juan Moreira, les faltaba Chirino y se lo ofrecieron a Pepe. Aceptó. Cuando fue a matar por la espalda a Moreira, del otro lado de la pared de cartón de la escenografía, por un agujerito un colaborador pasaba un líquido rojo que le manchaba la camisa simulando la sangre, pero la sangre artificial nunca apareció, seguían gritando y nada, hasta que Moreira cambió la historia y saltó el tapial. Al día siguiente el dueño del circo apareció crucificado con un cartel que decía algo así como “Moreira no se salva saltando tapiales, se muere”.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar