LP - Las inquietudes y fascinaciones de la niñez.
P.C. - Tuve una infancia muy sencilla en un pequeño pueblo del noroeste de la provincia de Buenos Aires llamado Cañada Seca. En ese transcurrir simple, austero y libre puede jugar mucho y leer y aprender a leer cuentos de hadas. Desde muy chiquita quería ser maestra y también actriz. Tuve una infancia muy Sarah Kay, la gente de mi generación sabe de qué hablo, quizás por eso ya mayor dediqué algún tiempo a pensar en términos críticos los efectos de las ilustraciones de Sarah Kay en la educación de las niñas, quería pensar los sentidos de mi infancia!!!
LP - Los temas de interés de la adolescencia.
P.C. - Tuve una adolescencia introvertida y austera. Era muy seria, estudiosa, con mucha imaginación, leía novelas, y también quería escribir alguna, y lo hacía, pero nunca encontraba el fin de esas tramas que quedaron clausuradas cuando me dedique a estudiar y luego escribir historia.
LP - La decisión de elegir los estudios universitarios.
P.C. - A los dieciocho años pensaba casi como una adolescente, lo sé porque escribía diarios íntimos y hace poco intenté leerlos y me reí mucho, incluso encontré pasajes en los que me desconocí… Yo quería ser maestra pero también quería estudiar “algo” que me permitiera poder explicar muchos procesos, y entendí que ese “algo” era la Historia, por eso finalmente me decidí por el profesorado de Historia en la Facultad de Humanidades.
LP - Continuar la formación en postgrados.
P.C. - Mi doctorado en Humanidades y Artes con mención en Historia lo finalicé en dos mil once y lo hice en el marco del sistema de Becas Conicet. La posibilidad de contar con cinco años de beca que habilitaban un tiempo exclusivo para investigar fue y es un privilegio increíble. Porque investigar, escribir, pensar, lleva mucho tiempo y las becas permiten suspender los apremios económicos de la vida cotidiana para dedicarse a investigar. Y eso es un privilegio.
LP - Alcanzar los títulos y decidir el rumbo laboral.
P.C. - El acompañamiento de mi padre Bernardo y de mi madre María fue lo que me permitió estudiar y generar los antecedentes necesarios para obtener el ingreso a becas Conicet, conjuntamente con esa formación logré ser docente en la Facultad de Humanidades e ingresar a Carrera de Investigadora Científica. Trabajos que hoy conservo y amo. Creo que todo eso fue posible por la educación pública, por un Estado presente en los niveles formativos de los ciudadanos y ciudadanas y por una familia que acompañó siempre.
LP - Los contenidos más atractivos para investigar.
P.C. - Desde mi punto de vista es la historia de las mujeres, que hoy prefiero llamar con mujeres. El primer examen final que rendí y aprobé, año mil novecientos noventa y cinco, tuvo por tema “la transición de la mujer pagana a la mujer cristiana”, estudiábamos historia antigua. Por entonces era todo un desafío elegir un tema vinculado a la historia de mujeres, línea de investigación que recién daba sus primeros pasos. ¡No contábamos con “la ola verde” que puso finalmente en agenda el tema!, por entonces recibíamos sanciones y muchas veces se nos consideraba tema de color o discurso militante -no científico- y una insistía, sin cambiar el tema: ¡las mujeres tenemos una historia que no se ha contado! Desde ese año vengo trabajando sistemática en la historia de mujeres en perspectiva de género. Una historiadora a la que admiro, Natalie Zemon Davis, dice que su misión como investigadora no es estudiar ni reyes ni reinas, porque seguro alguien va a encargarse de esas historias públicas y políticas, por lo cual, ella prefiere estudiar a otros y otras más simples, la gente común, como vos o como yo. En mi caso, siguiendo ese mandato preferí estudiar a las mujeres que cocinan, a las cocineras, sus saberes, sus aprendizajes, sus préstamos, sus luchas cotidianas para conseguir comida. Cocina doméstica, alimentación y hambre son temas cruciales para el sostenimiento de la vida pero que, como son cotidianos y rutinarios, generalmente quedan fuera de la agenda historiográfica. Igualmente, insisto en esta línea de investigación porque la considero crucial, conflictiva, candente y siempre actual.
LP - ¿Qué le interesó de la historia de mujeres?
P.C. - La construcción histórica de los saberes que se “naturalizaron” como femeninos. Es decir, me dediqué a estudiar cómo a lo largo del siglo XX ciertos saberes fueron feminizándose en dos ritmos, primero, señalando a las mujeres como usuarias y, más tarde, como productoras de ellos. En esta clave estudié por un lado la feminización del saber culinario para luego avanzar con la feminización del saber docente, especialmente pensando en las escuelas primarias.
LP - ¿Cómo define la identidad femenina argentina?
P.C. - Ecléctica. Tanto en el pasado como en la actualidad las mujeres argentinas estamos atravesadas por múltiples diferencias intelectuales, étnicas, económicas, raciales que nos constituyen en un entre mujeres tenso que merece ser revisado y repensado. Esa sería la respuesta en términos generales que, en lo particular, me permite afirmarme dentro de un grupo de mujeres como argentina, blanca, con formación académica, trabajo estable y heterosexual. Dentro de ese grupo nos pensamos y discutimos siempre en busca de la autonomía económica pero también identitaria y sobre nuestro cuerpo. Yo me reconozco dentro del grupo de mujeres argentinas que defendemos la capacidad de decidir sobre nuestra vida y nuestro cuerpo.
LP - El propósito de decidir un camino para indagar.
P.C. - Aportar conocimiento útil a la sociedad y buscar los medios para ponerlo al alcance. Me apasiona la historia no tanto por la nota erudita de saber todo, sino por la posibilidad de aprender a reconocernos como sujetos históricos. Me gusta cuando la historia muestra sus vínculos con los problemas del presente.
LP - Momentos destacados de la profesión.
P.C. - Como profesora me siento destacada cada vez que uno de mis estudiantes manifiesta recordar algo de lo trabajado juntos. En cuando al oficio de investigadora tengo varios. El primero fue cuando en el año dos mil once fui beneficiada con una beca posdoctoral CONICET en simultáneo con el Ingreso a Carrera de Investigadora Científica, había logrado las dos cosas, solo tenía que elegir… También recuerdo la alegría que sentí cuando por mis investigaciones sobre alimentación y escritura me invitaron a ser parte de la compilación “Food, Texts and Cultures in Latin America and Spain” realizada por Rafael Climent-Espino y Ana M. Gómez-Bravo y editado por la Universidad de Vanderbilt en Nashville-Estados Unidos, libro publicado en Estados Unidos en abril de este año. Que me eligieran por mis investigaciones para referenciar a la Argentina en un elenco de investigadores latinoamericanos e ibéricos para mí fue un honor. También fue un hermoso reconocimiento que me convoquen para ser parte la serie televisiva Pioneras, como especialista en Herminia Brumana. Pero creo que el momento más destacado en mi formación es hoy, cuando De la A a la Z de la cocina santafesina llega a los hogares de la provincia y lo piden y quieren tener y quieren participar y nos reconocen por lo actuado.
LP - ¿La docencia ocupa un lugar en su proyecto de vida?
P.C. - Sí, claro, toda mi carrera empezó porque yo quería ser maestra, un poco en broma siempre digo que yo me transformé en maestra más o menos a los cinco años, cuando me regalaron mi pizarrón con tizas. Hoy doy una clase teórica de Pedagogía por semana, de dos horas más las consultas. Y son un grato momento de intercambio. Pero también trabajo en talleres y seminarios. Me gusta mucho dar clase, es como mi momento de actuación. Armo el guión de mis clases y lo estudio y me gusta mucho esa dinámica que se genera, creo que soy generosa, no me reservo nada con mis estudiantes.
LP - Una anécdota de los años de abordar temas relacionados con la mujer.
P.C. - Sí, los tiempos en que hice mi tesina de Licenciatura en Historia, entonces trabajé sobre la vida de las mujeres de los pueblos de provincia y tomé como referentes a las mujeres del pueblo donde nací. Pasé un largo verano entrevistando a catorce mujeres que me hablaron de las formas de la feminidad, la maternidad y el mundo del trabajo doméstico en los años treinta y cuarenta del siglo XX. Ese trabajo me marcó, porque me fascinó acercarme a mujeres que, en la conversación, comenzaban a percibir que ellas también eran parte de la historia, y algunas me lo agradecieron con el brillo de las lágrimas en sus ojos. Esas historias formaron parte de mi primer libro, Mujeres cocineras de dos mil nueve. Creo que ahí entendí que yo había elegido el estudio de la historia no para ser una erudita, esas que responden las fechas exactas de las batallas o la del nacimiento de los próceres…, sino para acercarme a las mujeres y varones y generar con ellos ejercicios que los hagan pensar y pensarse en clave histórica. Mucho de lo aprendido en esa primera experiencia realizada por el año dos mil está presente en la trastienda de De la A a la Z de la cocina santafesina.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar