La Palabra

En busca de… Oscar Héctor Malagrino, milonguero

LP - ¿Dónde nació?

O.M. - Voy a ver si me acuerdo… (risas). Mi nacimiento fue accidentalmente en Córdoba. Mi viejo viajaba por cuestión de las frutas y verduras del abasto de Buenos Aires, se instalaba en alguna ciudad y allí nacimos con mi hermana también en esos cinco años que vivieron en Córdoba. Después se volvieron a Buenos Aires, al barrio de San Cristóbal, y a partir de ahí mi viejo falleció a los pocos años, así que nos quedamos con mi madre y mis hermanas, todos en banda, todos muy chicos, y tuvimos que pelear la vida. Por suerte pudimos salir adelante, pero fueron doce o trece años durísimos en los cuales conocí la pobreza y me alegro de haberla conocido porque es una escuela extraordinaria.

LP - ¿Y el tango cuándo aparece? 

H.M. - Justamente cuando nos empezó a dejar la pobreza, después de muchos intentos fallidos de trabajar, como feriante, como vendedor, como fotógrafo, intenté todas. El baile surgió a los veintidós años. Tenía esa edad cuando empecé a hacer milongas para divertirme, fracasé, volví a los cuatro meses, hice otra, fracasé, no quería saber nada más porque venía fracasando desde los diecisiete años en todo. Y un amigo me insistió, vamos a empezar Oscar, otra vez, dale, pese al empuje que me dio ese amigo, yo conocía el local, hablé con el dueño y me lo dio, porque me querían mucho. Empezamos ahí, y al poco tiempo iba a dejar porque no me iba bien,explotó exitosamente y a partir de ahí me dediqué a este trabajo durante cincuenta y seis años que llevo haciéndolo. Se hizo en el Viejo Palacio Rivadavia que se había inaugurado en el año cuarenta y siete con la orquesta de Salgán, Edmundo Rivero, y Bermúdez que eran los cantores. Así me contaron los dueños. Eso está en avenida Rivadavia al seis mil, donde ahora hay un estacionamiento. La fachada es la misma.

LP - ¿Y el interés por el baile de tango en sí?

O.M. - Desde que gateaba porque lo escuchaba en el patio cuando salía a la mañana que mis viejos tomaban mate, y yo escuchaba a Alberto Castillo, Rodolfo Di Sarli, Aníbal Troilo, Firpo. Así que fue mi canción de cuna, y después fue de nuevo mi canción de cuna siendo ya más grande a los ocho o nueve años cuando me dormía en las milongas escuchando los tangos y viendo bailar a los milongueros inolvidables que no habrá nunca más y había una mayoría impresionante de grandes bailarines.

LP - ¿Sus padres eran bailarines?

O.M. - No. Mi vieja se vio forzada a salir porque quedó viuda muy joven a los cuarenta y descubrió en el baile una alegría que no había tenido en su matrimonio. Un matrimonio duro con un hombre de carácter fuerte, un poco violento. Ibamos todos juntos con mi vieja. Mi hermana tenía un pretendiente en el barrio y la invitó al Club San Lorenzo que estaba De Angelis con Julio Martel y Carlos Dante, y fuimos todos. Fue un descubrimiento fabuloso para mi hermana mayor que aprendió a bailar como los dioses en muy pocos días. Mi vieja también salió muy buena bailarina. Y mi otra hermana y yo mirábamos las orquestas. Los grandes que pude haber visto, los vi porque nos poníamos frente al escenario los que no bailábamos y mirábamos a los que actuaban en vivo. Vimos a Gobbi, Julio De Caro, D’Arienzo, Pugliese. Después con mi hermana menor practicábamos en casa, era como caminar aprender a bailar para uno. Nunca supe quién me enseñó. Y ahí empezó. A mis quince años fue el apogeo del rock con Elvis Presley y Bill Halley, mi hermana lo bailaba en el Nacional, en el Maipo, en el Luna Park, hizo giras con los grupos de rock and roll que eran sensación y los que más atraía público. Ibamos al teatro, pero no podía entrar porque era menor entonces iba a la función vermout de los domingos a la tarde donde estaba Adolfo Stray, Nélida Rocca, época de la revista. Después de cuatro años de linda locura volvimos al tango. En el cincuenta y nueve volvimos al tango, mis hermanas de novia. Eramos mi vieja y yo. Ella bailaba y yo estaba sentado, era compañero de ella. Eramos muy unidos. No bailaba, era muy chiquitito, pero disfrutaba mucho el lugar. Después empecé a hacer bailes y al poco tiempo comencé a querer acercar las figuras del tango por suerte. Y por ese motivo tengo tanto para recordar. Conocí todas las figuras brillantes que hubo y las compartí por querer hacerlo a mi gusto y ahora quién me quita lo bailado.

LP - ¿Le dedicó tiempo al estudio?

O.M. - Cuando empecé a tener éxito con esto, tenía el sexto grado común, lo di libre a los quince años porque en segundo grado tenía asma y no podía ir al colegio. Estudié construcción un año, dibujo publicitario dos años en la Escuela Panamericana, aunque el dibujo me sigue gustando. Fui también feriante, tuve puesto de achuras en la feria a los veinte años. De grande hice un año de periodismo. En esa época tenía dos programas de tango en dos radios y puse un boliche en Flores. Pasé por casi todas las emisoras de primera línea como columnista. Tengo mis propios programas desde hace treinta años. Y nunca dejo.

LP - Tantas décadas dedicadas a la difusión del tango en diversas formas. ¿De qué se vive?

O.M. - Pasé por todo. El mérito -y no lo digo yo, lo reconoce la gente, y lo dijo Silvio Soldán en el libro que estoy por publicar- es ser Quijote milonguero. Como que enfrentaste molinos de viento y te caíste mil veces. Pero tuve de pronto, que caminar veinte cuadras para comprar un alimento que me daban en canje por una necesidad. Y me pude comprar un cero kilómetro en cuatro noches de carnaval. Eso es extraordinario. Patear la calle que el amigo anunciante te ayude, te quedás sin radio, te quedás sin baile, te quedás sin nada. Y te sigue pagando el aviso hasta que levantes cabeza. 

LP - ¿Qué actividades lleva adelante hoy? 

O.M. - Estoy haciendo baile en un club de la calle Manuel Rodríguez 1191, en Caballito, los domingos a la tarde. Y los miércoles en el salón Sur de avenida Sáez al 459, en Pompeya, de diecisiete a veintidós. Es para gente mayor. Van algunas parejas jóvenes a bailar. Y después hago bailes especiales con orquestas en El Pial algunos sábados que están libres y en otros lugares. 

LP - ¿Cómo viene el presente de la milonga para pensar en el futuro de la milonga?

O.M. - El presente está bien, no es como hace un tiempo. Hace falta -creo, aunque no recorro las demás porque tengo las mías- pero me parece que puede haber ahora bastante milongas juveniles que no se conocen tanto. Hay milongas a la gorra, hay muchas plazas donde se baila gratis, pero lamentablemente eso perjudica a las milongas que pagan alquileres, pagan disc jockey, es una pena. Y el que no puede va a bailar a la plaza. Y la milonga a la gorra es un poquito tal vez sin querer una pequeña deslealtad porque podés ir por un importe mínimo. Y en la gorra no llevás un artista. Y le das laburo a cambio de cobrar una entrada a cantores y orquestas. Es como la economía de un país, tenés que manejar todos los vértices. Pero de las milongas históricas se han cerrado varias los últimos años. Era impresionante la gente que iba a esos lugares. Había muchas clausuras y muchas eran increíbles. Se fijaban en el perímetro de la pista en un lugar seguro, que no se emborrachan, no se pelean, no hay fuegos artificiales -esta estúpida costumbre que está prohibida y sigue matando gente hasta en la cancha y todo el mundo la usa-. Este es un país de viva la pepa y molestan a los que hacen tango.

LP - ¿Hasta cuándo la milonga?

O.M. - ¿Hasta cuándo? Hasta que tenga aire y pueda respirar…

LP - O sea que la vida es una milonga…

O.M. - Totalmente. Y la película está justa. 

Día del Milonguero

Oscar Héctor Malagrino es creador en 1993 del Día del Milonguero, fecha que se celebra anualmente todos los 29 de Septiembre  y en la que se recuerda el natalicio de “Petróleo” Carlos Estevez, creador de una nueva estética en el Tango en los años 40. 

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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