LP - ¿Cuáles fueron las primeras manifestaciones que concretaste con el arte en Rafaela?
N.C. - Desde el jardín hasta que egresé del secundario lo hice en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia de Rafaela. En mi ciudad también estudié danza desde los ocho años, no bailaba folklore sino clásica y jazz. En la Escuela de Música “22 de Noviembre” empecé a los trece, catorce años, pero ya venía estudiando guitarra de antes, desde mis siete años con el profesor que venía a mi casa. Cuando inicié la escuela de música hice tres años de guitarra, egresé con guitarra y en el último año hice dos más de canto que no terminé porque me radiqué en Buenos Aires. Eso fue como mi primer acercamiento.
LP - ¿La decisión de irte a Buenos Aires tuvo que ver con lo artístico?
N.C. - Sí. Mi mamá también se fue conmigo. Fue una decisión de las dos de acompañarnos al mismo tiempo. Lo hice para poder seguir estudiando. Fui a la Escuela de Julio Bocca a hacer comedia musical, que abarcaba las dos cosas, yo bailaba y estudiaba canto. Seguí por ahí. Y empecé a estudiar Artes en la UBA en la Facultad de Filosofía y Letras. Tenía dieciocho años recién cumplidos. Cuando llegué a Buenos Aires todavía no bailaba folklore. Pero sí elegía como repertorio el folklore cuando estudiaba canto porque en la Escuela de Música me lo acercaban y también con Antonio Fassi, mi profe, me fue acercando cosas que yo no conocía. Y en Buenos Aires formamos un grupo con dos guitarristas con los que salíamos a tocar y que conocí de una manera muy rara -algo que ahora quizás no haría- que fue cuando hice una convocatoria por internet. Tocamos juntos durante muchos años y nos hicimos muy amigos los tres. Ibamos a tocar a peñas, y me sacaban a bailar porque mis compañeros me presentaban como bailarina, pero no sabía bailar una chacarera. Entonces dije: tengo que aprender a bailar. Fui a un taller de una escuela en un barrio que recuerdo era un jueves a la tarde. Y cuando empecé encontré como la combinación perfecta entre lo que yo venía haciendo. Amaba el folklore y estaba haciendo otra cosa, y me di cuenta que podía combinar las dos. Y fue decisión en dos meses de dejar la UBA y la Fundación Julio Bocca en setiembre de dos mil diez. Y me anoté para empezar al año siguiente en el IUNA que es el Instituto Universitario Nacional del Arte. No sabía si me iba a gustar la carrera, llegué sin idea de nada. Y al final fue una buena decisión.
LP - ¿Qué elegiste en el IUNA cuando ingresaste?
N.C. - Empecé Licenciatura en Folklore con mención en Danzas Folklóricas y Tango. Es una carrera que abarca un poco el material teórico y práctico. Muchas materias.
LP - ¿Eso te permite una salida laboral?
N.C. - No es un título docente, sino que para eso hay que hacer una capacitación. Me da un título intermedio que es de Intérprete en Danzas Folklóricas y Tango. Y haciendo varias materias más, llegás a la licenciatura. Podés dedicarte a la docencia. La carrera está planteada para cinco años. Y si querés dedicarte a la danza tenés que reforzarlo por fuera ganando escenario, como por ejemplo bailar en algún lugar. Y bailé tres años en el ballet institucional que tiene la universidad que es el Ballet Folklórico del IUNA. Pasando por ese lugar conocés todo el material y tenés funciones todo el año. Porque es un espacio de aprendizaje para todos los alumnos, y entrás por audición, igualmente. Son alrededor de doce parejas. Después bailé en varios lugares, hasta que ingresé a Ancestral que es una compañía de danzas folklóricas independiente que está bajo la dirección de Manuel Labarraz. Llegué porque me llamaron varias veces y cuando pude acomodarme los horarios ingresé. Los conozco a él y su pareja porque son ganadores del Cosquín en dos mil diez, y los admiro mucho.
LP - ¿Haber hecho la carrera completa del IUNA te resolvió lo laboral?
N.C. - Mirá, desde hace unos años tengo muy en claro que a mí me interesa -y estoy comprometiéndome un poco- en el área de discapacidad, salud mental. Venía pensándolo en trabajar en la danzaterapia, mediando música folklórica. El año pasado busqué y empecé a trabajar en dos centros de día, donde estoy actualmente con la danza folklórica pero en un ámbito más bien terapéutico con jóvenes y adultos. Y me sirve para mi formación. Quiero hacer un posgrado en el IUNA que me lleve también por esos lados.
LP - ¿Siempre trabajaste estando en Buenos Aires?
N.C. - Desde que llegué siempre pude trabajar. Hice el instructorado en pilates reformer que es el que se hace con cama. Lo hice como salida laboral y la verdad es que me fue muy bien, trabajo en un estudio que está en Recoleta y donde me siento muy bien. Voy todas las mañanas, el espacio es muy agradable. Y complementé el año pasado sumando lo de los centros de día y las personas con discapacidad a los que la danza le hace muy bien. Pero siempre me pude mantener bien en Buenos Aires.
LP - ¿Con la música seguís?
N.C. - Ya no. Quedó un poco en el camino. Pasó que eran dos músicos excelentes que se dedican al estudio y a la música en primer plano. Cosa que me pasaba a mí pero con la danza, entonces no teníamos las mismas prioridades. Escucho música siempre pero fui por el camino de la danza.
LP - Tuviste una experiencia interesante en varias oportunidades en Cosquín. ¿Cómo se dio tu llegada al festival?
N.C. - La primera vez, fui en el dos mil trece, a hacer a audición para el Ballet Camin que es el que hace las aperturas en el Festival Nacional de Folklore. Las audiciones se hacen en esa ciudad, tenés que ir llevándote todo sin saber si vas a quedar en el grupo de bailarines. En el primer año me tuve que volver porque no quedé. Sí quedé al año siguiente y en el dos mil quince. Para el dos mil dieciséis ya fui al Certamen Pre Cosquín con la compañía Ancestral y con mi pareja que es Javier Rodríguez a quien conocí en esa compañía. Nos presentamos en la sede de Moreno en el primer año y esta vez por la subsede de Lomas de Zamora con el grupo. Como pareja por la subsede de Azul.
LP - ¿Cómo se trabaja en un ballet como el Camin donde llega gente de todo el país y todo se prepara en el mes de enero?
N.C. - Es mucha gente, cada una llega con su estilo diferente, que viene bailando en otro lugar. Vamos el cuatro de enero a hacer la audición, al día siguiente se empieza a ensayar y se ensaya todos los días, las horas que sean necesarias. Hubo años en los que ensayábamos por día doce horas, seis a la mañana y seis a la tarde. Nos dan alojamiento y comida, y algo de dinero según la distancia de radicación del bailarín. El desgaste es muy grande, hace mucho calor, tenés que cuidarte mucho por las lesiones. Volvíamos al hostel y a ponernos hielo en el tobillo que nos dolía o infiltrarnos. El piso quizás no es el adecuado, porque venimos de todo el año sin parar.
LP - Una reflexión para lo que vendrá en tu vida.
N.C. - ¿Qué espero de lo que falta? Como bailarina -porque en algún momento supongo que dejaré de tener el baile como una prioridad en mi vida cuando el cuerpo no responda de la misma forma- todavía sigo ubicándome como bailarina y es el motor absoluto de mi vida por lo que me levanto a la mañana, así de simple. Aspiro a crear y a bailar sinceramente, es eso. Lo que pude ir captando de todos estos años, de todas esas personas que tuve enfrente, de las que aprendí, sacar lo mejor de todo eso. Y bailar de la manera más sincera que pueda, con lo que tengo en el momento en el que estoy bailando. Sin ser una copia de nadie. Eso es lo que espero de mí.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar