LP - ¿Cómo llegó la música a tu vida?
M.B. - Creo que la música llegó de una manera muy natural a mi vida. Y muy relajada, que fue en la niñez. En el momento que todo es un juego donde todo lo aprendemos mediante el juego y de la diversión. Viviendo hasta los ocho años en Córdoba, conocí a través de la televisión el Festival de Cosquín. Y en ese tiempo fue el boom folklórico de los noventa y fue el boom de Soledad Pastorutti. O sea que las primeras canciones folklóricas que me llegan y me atrapan fueron a través de su voz y de su repertorio. Y después ya en Rafaela, a los catorce años, empecé la Escuela de Capacitación Musical “22 de Noviembre” y todo eso se transformó en otra búsqueda. O sea la música ya era parte de mi vida de una manera natural, ya ni siquiera lo pensaba. Era algo que estaba, que era parte de mí. Y empezando esa escuela descubrí otros modos de decir, descubrí otros tiempos musicales, descubrí los silencios musicales, a través de la música de Jorge Fandermole, a través de la música de Juan Falú, de Juan Quintero y Luna Monti, de Liliana Herrero. Y ahí empezó el camino en el que estoy ahora, ya con otra mirada. Pero la música llegó a mi vida como algo muy natural, de la vida cotidiana en la niñez.
LP - ¿Siempre orientada al folklore?
M.B. - En mi casa mis padres eran muy jóvenes estudiantes, y ellos escuchaban mucha música nacional: rock y folklore. En la radio rock nacional y el Festival de Cosquín que en todo el país se vive muy fuertemente, pero en Córdoba mucho más. Entonces era seguir el festival cada año y bueno, yo estaba ahí, y me contó mi mamá -porque obviamente yo no me acuerdo- que cuando aparece Soledad por primera vez en el escenario, me quedo hipnotizada frente al televisor. Un momento de atención y después como de excitación. Y a partir de ahí me fueron comprando todos los discos, y fui conociendo. Hoy en día me encuentro en guitarreadas con temas que me acuerdo de esa época.
LP - ¿Elegiste un instrumento musical además del canto?
M.B. - Empecé primero canto en la escuela y después tomé clases particulares con la guitarra que fue poquito tiempo y lo hacía para guitarrear con amigos en la adolescencia.
LP - ¿Cómo te resultó el estudio de la música?
M.B. - Fue paralelo a la secundaria. Viví una secundaria muy agitada. Iba a la escuela a la mañana, hacía deporte a la tarde y hacía música a la noche. Y estaba muy feliz. Creo que tanto el deporte como la música requieren ese trabajo en grupo, requiere relacionarse, están en juego los sentimientos, y en la adolescencia eso es algo que te aferra mucho a los amigos y era pasar las horas con el deporte y con la música.
LP - ¿Qué es lo que más valorás de la escuela de música que te permitió la formación?
M.B. - Encontré los nuevos autores. Yo venía de escuchar una sola intérprete y descubrí un mundo. Y conocí también a esa edad el tango, más en profundidad. Descubrir nuevos intérpretes lo recuerdo como algo muy impactante. Por ejemplo cuando escucho a mis quince años a Liliana Herrero. Que se pueden cuestionar muchas cosas pero es impactante, y en la adolescencia mucho más. Liliana Herrero me mostró otras posibilidades en lo interpretativo. Jorge Fandermole me mostró otras posibilidades en lo poético. Entonces esa conjunción fue el comienzo de lo que soy hoy. Por supuesto que uno sigue conociendo y sigue eligiendo, pero ése fue el puntapié inicial para mí.
LP - ¿Y el tema de la voz?
M.B. - Bueno, en ese momento tenía mucha energía, tenía muchas ganas de hacer, y me divertía mucho. Y a la vez me lo tomaba con mucha responsabilidad, de eso me doy cuenta ahora. Era un lugar donde me sentía bien. Y empecé a tener las primeras nociones de técnica vocal con el maestrísimo Antonio Fassi con quien también hemos creado un lazo para siempre, somos amigos. Y él entendía perfectamente mi etapa adolescente, en qué situación iba los lunes a las clases de canto. Y tenía ese tacto, sabía buscarme la vuelta, y sabía atraparme. Entonces naturalmente fui buscando estar en condiciones cada lunes para las clases. Iba a la cancha todos los domingo, bueno, dejé de ir. O iba a la cancha, o cantaba. Eso es un trabajo -además de que lo traía desde la infancia- de la escuela, de todos los docentes de la “22 de Noviembre” y particularmente de Antonio. Un trabajo de resistencia a la adolescencia y a sus actividades. Y esa paciencia, y esa pasión y ese cariño, que le ponen en esa escuela a cada alumno hicieron que yo quiera seguir por ese camino. Fueron tres años de formar ese pensamiento y esa necesidad. Cuando terminé me quedaba un año de secundaria y empezamos a tocar con Rubén Carlini y fue mi primera formación como profesional. Mi idea era empezar a cantar tango, pero enseguida el folklore tiró. Tiró la infancia. Yo estaba aprendiendo, eran las primeras veces en las que me subía a un escenario, tenía dieciséis años, obviamente que después pasó toda una etapa de maduración en lo vocal, en lo físico, y también ir conociendo cada vez más. Terminé la secundaria y me fui a Rosario a estudiar canto lírico. No fue una elección muy genuina porque era un poco lo que había para hacer. Quería estudiar música popular pero no estaba la opción de ir a Buenos Aires en ese momento. Y si quería estudiar para formarme profesionalmente tenía que ir a la universidad. Estuve ocho años viviendo en Rosario entre la facultad y clases particulares. Nunca me dediqué al canto lírico, solo lo estudié, pero me dio muchas herramientas para la música popular. Siempre tuve bien claro que quería ser cantando popular. Y lo hacía. En algún momento tuve que elegir con qué me quedaba. Después llegó la grabación del disco y ahí fue cuando definitivamente me alejé de la facultad porque necesitaba trabajar en nuestra música con nuestros colores con nuestro lenguaje. Necesité alejarme de la música académica para empaparme con la popular. Eso fue el inicio de otro sendero dentro del mismo camino que me abrió muchas posibilidades.
LP - ¿Cómo se te ocurrió que era el momento de hacer un disco siendo el comienzo de tu carrera?
M.B. - Lo nombré a Jorge Fandermole que fue un antes y un después, y él es parte del disco, Franco Luciani, Angela Irene, Juan Falú que fue el primero como invitado y quien me dio un espacio. La grabación de un disco siempre estuvo en mente, es el sueño de todo músico y de todo quien empieza con la música. En esa época cordobesa de mi infancia siempre jugaba a tener mi disco. A estar en un escenario, jugaba a sacarme la foto para la tapa. Era juego que pasó a ser la realidad misma. Hacía años que quería un disco, me tomé mi tiempo porque creo que nuestra poesía y nuestra música merecen la reflexión y siempre a la hora de elegir el repertorio no podemos hacer música solo por mero placer propio. Creo que los artistas debemos tener una responsabilidad grande que podemos asumir. Entonces no lo quería grabar porque sí, eso lo puede hacer cualquiera que tiene los recursos. Pero yo necesitaba tener algo para decir, sentir que estaba preparada, y ahí acudí a mi consejero que es Juan Falú, le conté mi inquietud y mi inseguridad de mí misma. El me alentó, me dijo que estaba preparada para grabar, que avance que él iba a ser parte de ese disco. Pasó un año y el segundo empujoncito me lo dio Franco Luciani cuando me dijo que no podía pasarme la vida pensando si estaba preparada. Ahí empezamos con un trabajo de producción de él también. Con un repertorio que se fue definiendo al igual que los invitados. A medida que íbamos grabando se iba resolviendo. Lo que sí sabía es que quería decir algo y que quería ser una representante desde mi humilde lugar de nuestra música, entonces acudí a temas bien tradicionales, conocidos, grandes obras de nuestro folklore, a temas nuevos, y también a temas comprometidos con lo social que me parece lo más importante que es un poder muy fuerte que tenemos los artistas. Muchas cosas quedaron afuera. Fue una tarea difícil, fue muy agotador, pero fue muy placentero y muy emocionante.
LP - Con el disco en la mano. ¿Qué camino transitás hoy?
M.B. - Estamos andando, lo estamos llevando por todos los lugares donde podemos ir. Por supuesto que estuvimos en Rafaela, en Rosario, en Reconquista, en la ciudad de Buenos Aires y su provincia, en Tucumán. Lo grabamos con las guitarras de José “Chey” Ramos y Leo Pretto, y el rafaelino Franco Ochat en percusión. Desde hace unos meses que vivo en Buenos Aires lo estoy presentando solo con el guitarrista “Manu” Navarro. Con todos ellos me siento muy bien, son grandes músicos todos y grandes compañeros, muy comprometidos con el disco, con la música, con la situación social y eso me hace sentir muy cómoda.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar