LP - ¿Cómo llega la música a tu infancia?
M.F. - No puedo decir por familiares porque no era de la cuna musical. Mi hermano mayor estudiaba piano con un profesor. Mis padres me empezaron a llevar a unos talleres grupales a una escuela de música. Y recuerdo que no quería ir. Un día recuerdo haberle dicho a mi papá, no quiero ir más, me aburro, y él me dijo: “bueno, terminá este año y el próximo no vas”. Tenía siete años. Terminé y empecé con la flauta dulce, después con la traversa a los ocho. Muy de chica. Pero en mi familia nadie se dedica ni por gusto a la música. Pero fue como una identidad para mí y me fui apropiando de esa identidad.
LP - ¿Después seguiste la carrera de flauta?
M.F. - Seguí con un profesor en la escuela de música. Cuando terminé el secundario no sabía si seguir psicología o música. Me quedé un año en San Juan. Le tenía un poco de miedo a los conciertos, a los nervios, a tocar en vivo. Sentía que sufría mucho y que eso me impedía animarme. Tuve un concierto de solista con la orquesta a los diecisiete años que por un concurso quedé ahí. Y fue una experiencia hermosa que no me olvidaré nunca porque fue como el impulso a decir pudiste tocar, no te pusiste nerviosa, lo disfrutaste, salió bien, no es tan difícil esto. Entonces fui probando y me fui quedando.
LP - ¿Te resultó difícil radicarte en Buenos Aires?
M.F. - Estaba en tercer año de mi carrera y le dije a mis padres: dejo la música o me voy a Buenos Aires a estudiar. Tenía un profesor como contacto allá, un nombre, un teléfono, es Jorge de la Vega. Yo era muy exigente, estudiaba mucho, necesita tocar con grupos, tener movida, clases, avanzar. Y después de estudiar un montón de años con muchos profesores que me ayudaron muchísimo, estaba como aburrida. Les decía a los profesores que me exijan más. Y me probaba a mí misma estudiando una semana ocho horas por día y a la otra semana no estudiaba nada, y no pasaba nada, y decía no me sirve. Era mucha autoexigencia. Recuerdo que cuando faltaba a la escuela secundaria, iba a estudiar flauta a la escuela de música. Y al día de hoy estoy con un profesor que es un maestro, trabajamos juntos, que es solista de la orquesta estable del Teatro Colón, con quien estudié varios años. Fue un maestro musical y personal porque me dio mucha confianza. Terminé la carrera en San Juan a distancia. Cuando llegué a Buenos Aires él me escuchó, me dijo que tocaba bien pero que tenía que empezar todo desde el principio. Eso era lo que quería escuchar yo. Fue otra adrenalina para mí, fue duro, en San Juan me conocían todos, y en Buenos Aires era nadie, sin amigos, sin familia. Al llegar gané un concurso que era una beca paga e ingresé como primera flauta a la Orquesta Académica del Teatro Colón. Y a los dos años conseguí trabajo estable en la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires donde estoy actualmente. Allí me independicé económicamente. Pero había hecho trabajos informales tocando en bancos de jubilados, por ejemplo.
LP - ¿Te dedicaste a la docencia?
M.F. - Siempre me encantó la docencia. Lo hice mucho en forma particular. Pero también seguí estudiando mucho por mi cuenta, ahora lo hago con el piano. Fueron diferentes momentos y etapas. Armé grupos de improvisación y de estudio.
LP - Tuviste otros proyectos.
M.F. - Cuando fue Reciclando me metí en mi caverna sola, después de una situación personal que tuve. Me encerré en mi casa a tocar y me compré una pedalera porque estudiaba con Marcelo Moguilevsky y él hacía un trabajo con ellas y me entusiasmé. Y me ayudaba a tocar sola durante horas y horas. Era un trabajo muy creativo porque podía hacer lo que quisiera. Si bien venía del mundo clásico, el mundo popular me empezó a llevar desde temprano a diferentes lugares. Y a raíz de eso armé un repertorio de temas que fui presentando por todos lados en Buenos Aires y en Europa también. Me fui con una mochila con la flauta baja, la flauta, el piccolo, la pedalera, accesorios, me metía en un bar, fue una etapa. Estuvo bueno haberlo hecho. Después de eso, y como soy medio impredecible, me fui a lo opuesto. Pasé a un grupo donde no tocaba nada, solo dirigía. Que también aprendí con Marcelo que fue otro maestro que tuve en Buenos Aires y con quien sigo estudiando. Ese grupo que armé es Bandalup, desde dos mil trece, con el que trabajamos la improvisación con el tema de señas que introdujo el norteamericano Butch Morris, que Santiago Vázquez lo tomó y armó el mundo de la percusión con La Bomba de Tiempo. Empecé a ser militante y de hecho muchos de mis proyectos ahora tienen relación con la improvisación con señas, doy talleres para músicos, para docentes de música, me parece un mundo alucinante de crecimiento, donde los músicos se pueden acercar a la improvisación sin saber o sabiendo y generar música espontánea, antítesis a la orquesta donde todos los días voy y toco los mismos temas. Estas experiencias me mueven a otro lugar. El autor del lenguaje trabajaba con músicos y bailarines y a través de las señas nombraba conceptos. Es muy lindo vivir con el grupo esa sensación de salir a tocar trece personas y nadie sabía qué iba a pasar.
LP - Desde afuera no todos entienden lo que significa improvisar música en grupo.
M.F. - Este sistema lo permite, que se entrena por supuesto. Requiere estar dispuesto, poder responder a cualquier cosa. Gente que nos escucha y no cree que sea improvisado. Tiene que ver con nuestro entrenamiento. No sabés lo que va a pasar. El grupo tiene muchas individualidades y eso es lo que nos enriquecía. Una vez grabamos una actuación y quisimos repetir el tema y fue imposible lograrlo.
LP - ¿Otras actividades?
M.F. - Trabajé mucho con talleres en dirección con señas con chicos, con músicos jóvenes, en congresos en entidades, fui a San Juan, y también es una herramienta de poder sacarle la partitura a algunos músicos y decirle que haga una base, cómo toca arriba de una base, me implica escuchar, entender qué estás haciendo, poder responder.
LP - ¿Seguís pensando en nuevos proyectos?
M.F. - Actualmente la improvisación es algo que me atrae, y de hecho tengo cuatro o cinco proyectos en curso que van por ahí, con las señas o con la exploración en este campo. Creo que son diferentes facetas o caras de un músico que cada uno puede elegir tener y pueden ser una o varias. Por ejemplo, un músico clásico te dice me gusta estudiar, y preparar con antelación y con precisión todo lo que quiero tocar, y que el día del concierto pueda tocar con la misma delicadeza, con la misma precisión y con la misma interpretación que tengo en mi casa. No improvisar en ese momento sino todo el trabajo previo, el buscar, el elegir en casa y poder en ese momento tocarlo. En ese caso no le llama la atención improvisar. Creo que es un camino, así como es tan difícil tocar un concierto clásico o tener una carrera clásica de primer nivel, es igual de difícil con otra faceta, con otros matices, el poder ser músico popular y poder improvisar de primer nivel. Me siento más de este lado del camino porque es el lugar donde encontré campo para crecer. Como desafío armónico, rítmico, melódico, de aprender qué es lo que está pasando, cuál es la estética.
LP - ¿Por ser mujer tuviste limitaciones para realizar tu trabajo?
M.F. - Es cierto que es una elección, y al elegir una cosa deja de elegir la otra, por supuesto. El primer año de vida de mi hija fue una pausa, pero a los seis meses de ella volví a la orquesta, pero me dio tiempo. Lo disfruté, y ahora disfruto de mi hija más grande, pero empecé a tener más disponibilidad interior para mis cosas.
LP - ¿Y del futuro qué esperas?
M.F. - Poder encontrar las formas de que de mi trabajo pueda ser independiente a raíz de proyectos personales. Que pueda tener el sustento como para poder renunciar al trabajo estable que todavía no lo logro. Soy apasionada de generar proyectos, de imaginarme cosas, y hacer. Y creo que ése va a ser un poco mi futuro. Voy a Colombia a hacer unos talleres, y voy a hacer un festival de improvisación con señas en Buenos Aires. Tengo unos proyectos que me motivan hacer. Seguramente va a ser mi motor, el pensar en cada momento, qué quiero hacer, sin saber adónde, sino en el momento qué me mueve hacia lo musical o hacia lo profesional para seguir activo.
LP - ¿Conforme con tu vida relacionada con la música?
M.F. - Sí… Feliz. Feliz una y mil veces…
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María Fernández Cullen textual*
Decidirme a participar en un Pre Cosquín
Soy buscadora de nuevas experiencias de crecimiento. Desde chica empecé, la formación que tenía en la universidad, en la carrera, fue clásica, pero admiraba a un flautista sanjuanino, Juan Carlos Liendro, y quería tocar como él. Empecé a estudiar con Juan paralelo a la escuela de música y a la formación clásica que tenía. Toqué en un grupo, en otro, me empezaron a llamar cuando él no podía, lo reemplacé en algunos grupos, me fui acercando a ese mundo de la música popular, del folklore, y así fui motivada por él. Me enteré que había un Pre Cosquín donde uno se podía presentar. Esa fue la primera vez como solista. Así como me presenté en concursos clásicos también. Cuando hay una propuesta o una invitación a hacer voy por allá, o por otro lado. Y así llegué a Cosquín el primer año que fue en dos mil dos, pasé a todas las instancias desde la local. Fue motivador, de mucho crecimiento, tenía diecinueve años, sola ahí en el escenario, pero lo superé sin un alto costo. Quedé finalista y en dos mil tres gané.
Armar el repertorio para competir en esos certámenes
Tuve mucho apoyo de Juan Carlos como de escuchar, de pensar, de probar temas. Tenía Zamba de Lozano, La arenosa, Carnavalito del duende, algunos temas de Raúl Carnota. Todos arreglos para flauta que hacíamos juntos. El primer año toqué sola y en el segundo cuando cambió el reglamento él me acompañó con el cajón. Fue muy motivadora esa etapa.
Qué significó ese momento con el triunfo
En ese momento sí, recuerdo que volvimos un par de años después con un grupo sanjuanino, pero siempre autogestionados. Tuve contactos, pero no grandes propuestas. Había ganado un festival en Chaco como solista también. Después fui a vivir a Buenos Aires.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a María Fernández Cullen