La Palabra

En busca de… María Elena Barral, docente de historia e investigadora

LP - ¿Por qué la historia en tu vida?

M.B. - Mmm... ¡Qué pregunta! Nací en Bahía Blanca y después nos fuimos a Buenos Aires y viví mucho tiempo en Moreno, en el oeste. Empecé a estudiar pero no era de las materias que más me gustaba. Lo que más motivó mi interés por la historia fue que a los diecinueve años anduve viajando bastante  por América Latina -sobre todo por Ecuador- y después un poco por Europa y era muy fuerte la presencia material de la historia, que es como que te interpelaba. Y yo ahí quise saber, aprender historia para entender, no tanto como para acumular información sino para entender. Y era también un momento interesante porque era la apertura democrática, donde la historia estaba muy presente. Eso fue cambiando. Pero yo era maestra y empecé a estudiar historia trabajando de docente. Estudié en la Universidad de Luján que venía de reabrirse después de la dictadura y tenía una propuesta  muy interesante y éramos muy pocos, entonces fueron años de estudio muy intenso, muy interesante, con muchas búsquedas. Mientras tanto trabajaba de docente que también me gustaba mucho y entonces las dos cosas iban juntas. Trabajar me sirvió para pensar mejor, y a la vez mientras trabajaba me nutría, aprendía, y también me servía para perfeccionarme.

LP - ¿Te motivaba el hecho de estar en Luján y ver esos imponentes lugares históricos?

M.B. - Sí, lo que pasa es que a veces uno naturaliza el espacio donde uno se mueve, entonces, el hecho de viajar y ver esa materialidad tan imponente te hace surgir preguntas que después cuando volvés las recreás en función de tu contexto. Trabajé en el Museo de Luján, en el Archivo Histórico “Estanislao Zeballos” catalogando fuentes y eso estuvo presente. Y en Buenos Aires hay que descubrir esos espacios donde todavía queda el resto material.

LP - ¿Y por qué la iglesia en tus trabajos de investigación?

M.B. - Porque empecé a trabajar en realidad con un grupo de historiadores ruralistas que estudiaban la historia rural pampeana, y revisaban la cuestión del gaucho y del gaucho como el origen mítico de la Nación. Entonces empezaron a cuestionar esa imagen de la pampa, vacía socialmente, donde solo había hombres solos, de a caballo, casi centauros de la pampa y ganado vacuno, entonces empezaron a ver un mundo rural más complejo donde había familias, hombres, mujeres, población migrante, un mundo más mestizo, el gaucho mismo como mestizo, y formas de producción diversificada, ganadera, cerealera en distintas escalas. A raíz de todo eso me empecé a preguntar un poco qué pasaba con las relaciones sociales, y quiénes, qué actores, estaban presentes en ese mundo social más complejo que permitía articular esa población diversa. Entones así una de las figuras que apareció era el cura. El cura como articulador social y la parroquia como lugar de encuentro, espacio de sociabilidad. Las cofradías religiosas como espacio de sociabilidad de los laicos. En realidad mi preocupación vino más desde el lado de la historia no eclesiástica, pero después me fui metiendo en ese  mundo de la iglesia para entenderlo mejor hacia adentro, pero siempre el interés fue en relación con la sociedad, es como los curas o las instituciones eclesiásticas como una ventana para mirar un mundo social más complejo. Entonces ahí me tuve que empezar a meter con cómo es el clero, qué características tenía, cuáles eran las parroquias, cómo fueron creciendo, cómo eran las cofradías, las prácticas religiosas, cómo eran las fiestas de ese mundo rural. Distintos aspectos que colaboraban para entender mejor a esas comunidades que la historiografía las estaba redescubriendo como de otra manera.

LP - ¿Cómo se empieza un trabajo de investigación?

M.B. - El tema en sí, los primeros cinco capítulos y los dos últimos son investigaciones directas mías tanto del siglo dieciocho y las primeras décadas del siglo diecinueve hasta el rosismo incluido, y los tercermundistas y los actuales. O sea que lo que hice fue, a partir de la investigación más académica, elaborar narraciones para un público más amplio que dieran cuenta de estos modos de intervención social y política. Es situar historias en distintos momentos con varias fuentes, del Archivo General de la Nación, del Archivo de Indias de Sevilla, del Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires, archivos locales, no archivos de la iglesia porque en Buenos Aires no hay archivo de la curia porque se quemó en el cincuenta y cinco, el Arzobispado tiene muy poco, casi nada. Y la mayor parte de las fuentes son archivos públicos. Entonces hay que hacer un rastreo muy minucioso de muchísimas fuentes para encontrar algunos aspectos. Para los otros capítulos que no son investigación directa mía, me basé en investigaciones de colegas. Lo que hago es contarlo de otra manera, contextualizarlo, no solo me interesa contar la historia de los curas, sino la historia de ese momento de la Argentina a través de esos episodios concretos. Esa historia más grande. De alguna manera las historias toman esos momentos donde los curas intervienen en estos hechos trascendentes pero que vuelven y construyen política todos los días. 

LP - ¿Se puede hablar de curas obedientes, y de curas anarquistas o rebeldes?

M.B. - Sí, se puede. Incluso se puede decir que la misma persona transita por momentos diferentes, porque las personas no tienen trayectorias absolutamente coherentes, como de un ascetismo, de una rigurosidad, sino que estos curas al estar tanto en contacto con la sociedad, van para el lado que necesitan ir. Lo que veo es que son muy dependientes, de sus feligreses, de esas comunidades que de alguna manera son las que mandan, también son dependientes de las jerarquías pero en menor medida. Son muchas razones, en la época colonial dependían económicamente porque no tenían un salario, un sueldo, entonces vivían de lo que los feligreses pagaban ante bautismo, matrimonio, defunciones, lo que daban de limosna, lo que colaboraban para la iglesia, las primicias que eran los primeros frutos. Por un lado porque dependían de su feligresía, por otro por el tipo de ministerio parroquial de intervención sacerdotal por la que optaran. En el caso de los curas para el Tercer mundo está claro que privilegiaron mucho más la intervención comunitaria que la relación con la jerarquía, y ahí el movimiento le servía como marco -el marco político- para llevar a cabo su sacerdocio. Y después tenés casos como el de José Gabriel Brochero que se hacía bastante el oso o sea por un lado decía “está bien, a mí me mandan prohibir la circulación de determinados diarios liberales” y él lo hacía, pero por otro lado apelaba a sus antiguos compañeros de la juventud para lograr sus proyectos, y su principal capital -de este tipo de curas- era este conocimiento de la población, esa llegada a la población, que sin connotar negativamente es parte de lo que hoy se entiende como clientelismo no hablando peyorativamente. Este mediador como alguien que resuelve problemas, que tiene llegada arriba y abajo. Tenés algunos más rebeldes, tenés algunos más obedientes, tenés en el capítulo de unitarios y federales, mil ochocientos veintiocho y veintinueve, años conflictivos, turbulentos, tenés curas que suben o que caen en función del golpe de Lavalle, del fusilamiento de Dorrego, de Rosas. Tenían obediencias a la jerarquía pero también tenían obediencias políticas. Y muchas veces esas obediencias hacia arriba eran más políticas que con sus superiores.

LP - Una anécdota relacionada con el libro.

M.B. - Bueno, una está en el primer capítulo, sobre un cura de Gualeguay, Entre Ríos, nacido en el siglo dieciocho. Son curas anónimos, invisibles, pero muy presentes. Cuando descubrí a Fernando de Quiroga y Taboada fue por las fuentes, sobre todo porque estaba metido en muchos conflictos, en el momento de creación de estas villas entrerrianas, Gualeguay, Gualeguaychú y Concepción del Uruguay, Arroyo de la china en ese momento. El viene del Alto Perú, está muy poco tiempo y quiere cambiarle el nombre y lugar de la parroquia y se alía a uno de los sectores que hay en pugna. Algo gracioso es que destituye al alcalde con el Santísimo sacramento. Dicen que lo saca como para darle el Viático a un enfermo y se va con el Santísimo a la casa del alcalde y le dice “Por parcial hereje de Túpac Amaru”. En mil setecientos ochenta y dos. Después aparece Tomas de Rocamora que es el fundador de aquellos pueblos, pero el cura se tiene que retirar de Gualeguay y se va a Nogoyá. Se queda en Nogoyá, crea la parroquia y sigue trabajando. Veo una calle Quiroga y Taboada en Nogoyá, voy a la localidad a ver qué hay de él. Hay una calle pero no un retrato, pero es el fundador de Nogoyá. Entonces en la plaza hay un monumento medio abstracto con una cruz y demás que es un poco el símbolo. Esa es una anécdota. Y la otra es del cura Pepe de Moreno que en dos mil catorce celebró sus cincuenta años de cura con una ceremonia. Estaba el obispo y al final de la misa le hacen una entrevista y dice “Pepe es muy querido y es muy importante porque fue un cura ciento por ciento. Pepe no fue el organizador de una campaña social ni el responsable de una organización social y mucho menos una persona mechada de ideología como muchas veces se lo tildó. Pepe es alguien que ha mamado del Evangelio y lo supo llevar a la vida”, rescatando la figura de sacerdote. Después le hacen la entrevista a Pepe y dice: “Estoy emocionado, siento mucha alegría, mucho agradecimiento sobre todo a la gente porque sin el pueblo no hay cura. El sacerdote siempre es el fruto del pueblo”, un poco contrastante con lo que dijo el obispo. Más tarde exhiben un video con fotos del cura y termina con una música interpretada por sikus que era la Marcha peronista. Con lo cual todo quedó muy claro porque la marcha estaba en los cancioneros de la misa.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

 

Autor: Raúl Vigini

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