La Palabra

En busca de… María Cecilia Manuele Orellana, docente y comunicadora

LP - ¿Desde cuándo tu interés por los temas culturales?

C.M. - Podría decirse que desde que tengo memoria. Vengo de un hogar sencillo en donde la música, las danzas, el arte en general, nunca pasaron desapercibidos y el hecho de ser muy curiosa hizo que siempre esté en búsqueda de aprender más y más en lo que respecta a la cultura y el arte. Me crié en Olivera, pueblo del partido de Luján, con esta  familia tan musical y con muchas personas mayores -abuelos, bisabuelas, tíos abuelos…- que me transmitieron sus saberes. Ya de adolescente hice el Profesorado de Danzas Folklóricas Argentinas y, aunque nunca ejercí como docente en esta área, sí he estado siempre en el ambiente. La curiosidad hizo que incursione en varias carreras hasta que llegué al Profesorado de Inglés. Allí, para mi satisfacción, me encontré estudiando textos de todo tipo, principalmente de Historia y Literatura y hoy me encuentro terminando la Licenciatura en Lengua Inglesa en la UNSAM. Es muy importante para mí encontrar un punto de encuentro entre lo propio y lo extranjero, concientizar sobre la importancia de la multiplicidad de voces, entendiendo que la realidad difiere de acuerdo a donde cada uno está posicionado. En mi vida el folklore y “el inglés” van de la mano.

LP - ¿Cómo definiste tu vocación docente?

C.M. - La docencia implica estar en constante aprendizaje, creo que tuvo que ver con eso más que nada. En general se cree que el docente enseña, pero en realidad el docente acompaña y guía en la búsqueda del conocimiento, y al mismo tiempo aprende junto a los alumnos. Mejor aún, el docente aprende “de” los alumnos a través de intercambios. Y creo que eso hizo que defina mi vocación: el estar en contacto con gente para intercambiar conocimientos y seguir aprendiendo.

LP - ¿Qué inquietudes tenías cuando decidiste dedicarle tus horas a ambas actividades?

C.M. - Bueno, muchos creen que folklore e inglés no van de la mano; sin embargo, me di cuenta que ambos universos se complementan. Todo lo que es cultural termina por reunirse: por comparaciones, similitudes o diferencias siempre terminamos encontrando puntos en común en los diversos temas que tratamos. De esto me percaté en el aula, en una clase en la que tenía que explicar los orígenes del Halloween y con los alumnos terminamos hablando de las similitudes que había con la celebración a la Pachamama. Y en este punto me pareció importante el trabajar sin fanatismo, mostrando los diferentes modos de vida de la gente, sus costumbres y tradiciones sin decir esto es mejor o peor. Siempre se dice que no hay culturas superiores o inferiores, pero existen momentos en que se imponen ideas en el afán de querer proteger lo nuestro o exaltar lo que viene de afuera, y me parece que nuestro rol como adultos es mostrar estas ideas y que después cada quien elija qué es lo que le gusta. Por eso insisto en que no es tu cultura “o” la mía, es tu cultura “y” la mía. Sé que es chocante, pero entiendo que es esencial conocer para poder elegir, es importante tener opciones para sentirnos libres de optar por una cosa, la otra o ambas, pero con fundamento. No me siento cómoda con un “porque sí” como respuesta, tengo la necesidad de que la respuesta venga acompañada de un pensamiento crítico, y eso es posible cuando tengo toda la información para poder hacerlo.

LP - Los talleres también te convocan. ¿Qué contenidos tienen? ¿Con qué objetivos?

C.M. - Los talleres en los que he participado se enfocan en la lectura. En principio buscan reforzar la comprensión lectora para lograr un buen entendimiento de los diferentes contextos en que los textos se desarrollan. Hemos trabajado con literaturas y culturas comparadas, investigado contenidos folklóricos y también generado espacios de debate de literatura en general. Creo que los talleres son un excelente espacio para el pensamiento crítico, el intercambio de ideas, el debate… Me parece imprescindible fomentar la participación de jóvenes y niños en estos espacios. Y también creo que para muchos adultos es liberador: tomarse el tiempo para reflexionar y poner en palabras los pensamientos es motivador, escuchar a quien piensa distinto y discutir temas en un ambiente respetuoso es más que gratificante. Escuchar y ser escuchado no es tarea menor, y de eso se han tratado los talleres.

LP - El estudio del quichua. ¿Qué importancia reconocés en esa lengua originaria?

C.M. - Me acerqué al Taller de Quichua Caypi Quichuapi Rimaycu el mismo año en que falleció mi abuelo, quien era santiagueño. Siempre tuve la intención de aprender esta lengua, pero cada vez que insistía a mi abuelo para que me enseñara, él decía que no lograba recordarla; era la lengua que hablaba de chico pero ya no podía recordarla. Entonces aprendí palabras sueltas. Cuando comencé las clases en el Taller, comprendí lo que sucedía: todos los compañeros remitían que la Quichua les había sido prohibida de una manera u otra, pero principalmente en la escuela. Y, en general, se impartían castigos físicos a quienes la hablaban, entonces muchos dejaron de hablarla. Eso fue un sacudón, porque nunca imaginé que mi abuelo también había pasado por esto y, evidentemente, así fue. Esta experiencia tan personal me llevó a pensar que revalorizar  esta lengua y tantas otras lenguas originarias, es fundamental, son las lenguas de nuestros ancestros, está en nuestras raíces. Y sigo pensando que si esto pasó dentro de mi familia sin que lo sospechara, cuántas cosas más sucederán en relación a nuestra cultura sin que lo imaginemos. Mi abuelo era una persona muy abierta y, sin embargo, la necesidad de ocultar su verdadera identidad fue tal que hizo que “olvidara” su lengua. 

LP - La danza folklórica argentina. ¿Es una gran ausente en la enseñanza pública?

C.M. - No lo veo así. Danza es una materia que se encuentra dentro del área de Artística en la provincia de Buenos Aires y veo que es una materia que los alumnos practican con mucho entusiasmo. Quizás hacen falta que se ahonde en otros aspectos del folklore, pero tengo la esperanza que cuando se implemente la Ley de Folklore en las escuelas esto suceda. 

LP - Una anécdota de algún ambiente al que pertenezcas.

C.M. - Cuando cursaba la escuela primaria, y peor en secundaria, no estaba bien visto pertenecer a grupos folklóricos. No estaba de moda, de hecho un solo compañero también participaba del mundo del folklore, y éramos objetos de burla. Entonces era algo que terminábamos por esconder: decíamos que íbamos a un cumpleaños cuando en realidad íbamos a una peña. Y cuando había un acto escolar nadie quería participar porque era “cosa de viejos”. Gratamente, hoy no veo eso en los chicos, por el contrario, quienes participan en alguna agrupación lo cuentan con mucho orgullo y la gran mayoría quiere participar en los actos. Eso me da una satisfacción inmensa.

LP - Algo más que desees agregar.

C.M. - Primeramente, agradezco esta nota y la amabilidad con que me han tratado. También agradezco el espacio para difundir Achalay! e insisto en invitarlos a participar en la revista. Muchas veces escucho que lo que tienen para decir es “muy pavote” sin embargo creo que lo “pavote” no existe y hasta una sola palabra puede ser de un significado enorme. Así que anímense, compartan sus vivencias, compartir es la forma de perdurar. También, en estos tiempos de pandemia muchos artistas han pausado su labor, es por eso que estamos a disposición para compartir sus trabajos. Todo esto lo hacemos de forma gratuita, entendiendo que un mundo mejor es posible si nos ayudamos unos a otros.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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