La Palabra

En busca de… Leopoldo Minotti y Matías Leites, directores de teatro

LP - ¿Cómo llegan a El vértigo? ¿Por qué eligen a Armando Discépolo?

M.L. - El vértigo es una obra que había leído hace más de diez años, en mi adolescencia, y siempre me quedé con la idea de hacerla. Es una obra muy pasional, muy visceral. Estudiando en Andamio 90 había un amigo que tenía que hacer un ejercicio de dirección, entonces me pasa la obra, la leo, quedo encantado, participo de ese ejercicio de dirección, y entonces quedo con esa idea en la cabeza. Y cuando nos propone El teatro del pueblo donde veníamos trabajando hacer otro clásico se me ocurrió inmediatamente esta obra. Ahora lo pensamos: estamos haciendo Discépolo, creo que cuando arrancamos no lo pensamos, nos metimos inmediatamente. Cuando caés te das cuenta que estás haciendo Discépolo, el Shakespeare argentino. La obra es de mil novecientos diecinueve, pertenece a la primera etapa de él, Entre el hierro, La fragua, cuando iba escribiendo las primeras cosas que boceteaba. Después se empezaba a solidificar en Mateo, El organito, Stefano, Hombres de honor, Levánte y anda, Patria nueva. En esta era muy jovencito, pero ya se empieza a ver el diamante que era como dramaturgo. Porque se mete en el mundo de la orfebrería de lleno, él habla de los buriles, de los cinceles, del trabajo, de que pierden la vista, de la tradición, del oficio. Y de hecho nosotros no sabíamos de qué se trataban las herramientas, teníamos una noción superficial, pero no sabíamos cómo se trabajaba, cómo eran los hábitos y demás. Y por eso llegamos a Juan Carlos Pallarols.

LP - ¿Fueron a buscar asesoramiento en el reconocido artesano orfebre?

M.L. - Claro… claro, a aprender el oficio… porque no sabíamos. Empezamos a ensayar y nos dábamos cuenta que había cosas que hacíamos como que… como que golpeábamos chapitas, como que moldeábamos tal cosa, como que hacíamos tal otra, pero no lo hacíamos realmente, y la clave de una obra es hacerlo normalmente, no? Entonces ahí Pallarols nos dice que es evidente que Discépolo se metió en este mundo, realmente. El era un autor que se metía en esos mundos, como en el caso de Mateo, Levánta y anda con la iglesia.

LP - ¿Qué vieron en El vértigo como obra?

M.L. - Es una obra súper humana, a mi criterio, donde toda las relaciones de cada uno de los personajes está muy metida entre todos. Es una obra hermosa donde siempre que veas la obra, cada escena que veas por separado es para explotarla al máximo y no tiene desperdicio. Es una obra donde siempre sucede todo, en comparación con otras obras, donde pasa algo todo el tiempo, siempre en subida, va incrementando, incrementando hasta llegar a ese final. Es dinámica, donde pasan muchas cosas entre los personajes. De las relaciones entre varios. Todo lo que puede pasar, pasa en la obra. Y además del amor que demuestra, el amor trágico. A mí me interesaban muchísimo dos temas de la obra: el amor y desamor, y también el trato y todas las metáforas que usa Discépolo con las piedras, con lo material. Y en esa puesta muy particular más allá de la obra, es el contexto del lugar de Juan  Carlos que complementa esta obra maravillosamente. Es una obra intimista, donde uno se siente espía de ese lugar, casi como un personaje más en todo lo que pasa ahí.

LP - ¿Cómo es el proceso de elección de la obra y la convocatoria del grupo?

L.M. - En este caso el grupo estaba armado de la obra anterior, éramos cinco, empezamos buscar una obra, Matías encontró El vértigo. El anteriormente había actuado en otra obra, y yo lo había dirigido, y ahora él quería el rol de dirección así que nos sumamos los dos. Empezamos a llamar a conocidos, hicimos casting, y gente de afuera que iba ideal para algunos de los personajes.

LP - Y llegó el debut…

M.L. - La estrenamos a fines de agosto del año pasado. Llevamos más de un año en cartel. Fue increíble, más de lo que pensábamos. Sorprendidos. El año pasado empezamos a hacer una función durante el primer mes, los viernes a las veintiuna. Después agregamos otra más a las veintitrés hasta mediados de diciembre. Y reestrenamos en marzo de este año con mayor espacio para el público y para nuestra escena. Hemos tenido una gran repercusión, es una propuesta que llama mucho la atención. Primero porque no es frecuente ver una obra de teatro en un taller y segundo por la combinación perfecta de todo: SanTelmo, Discépolo, mil novecientos diecinueve, orfebrería, taller, Pallarols, ese lugar, la entrada del edificio. Todo hace a la obra y la obra hace al lugar también.

LP - ¿Qué promoción hicieron para dar a conocer la propuesta?

L.M. - Es algo que seguimos definiendo al día de hoy según qué nos convine, por dónde ir. Obviamente toda la gente nuestra que es mucha, y tuvimos una gran repercusión en la escuela de espectadores de Jorge Dubatti que tiene quinientos alumnos. A Dubatti le encantó la obra y la recomendó y las redes sociales. Buscamos diferentes maneras de convocar al ser una obra en un espacio no convencional. Muy buenas críticas en medios nacionales.

LP - ¿Cuál es el próximo paso con la obra?

L.M. - No tenemos fecha definida. Seguramente estamos terminando en los últimos meses del año y viendo la posibilidad de volver el que viene.

LP - ¿Mientras tanto con el grupo?

M.L. - El grupo tiene algunos proyectos por separado, cosas que se están ensayando. Emprendimientos personales. Yo en lo personal estoy buscando. Orienté mucho mi búsqueda a Discépolo, a Eichelbaum, autores de esa época para poder incluir. Sería lo óptimo poder seguir trabajando todos juntos, pero sabemos que a veces es difícil. Todavía no apareció nada en mi horizonte.

LP - Una reflexión personal a la vida dedicada al teatro.

M.L. - Es mi vida… es mi vida... Imaginate, cumplí hace poco veintiocho años, y hago teatro desde los catorce, la mitad de mi vida se la dediqué a esto. Es en eso en lo que me levanto pensando y me acuesto pensando. Es lo más importante, es la pasión, es la vida, aunque no te dé lo económico.

L.M. - También como Mati. Pensaba un poco lo que decía de Alezzo que te formaba como actor y también en la vida. Es que se mezcla un poco. Cuando uno es actor y está metido en esta profesión se empieza a mezclar un poco todo. Uno es actor como profesional, como humano, y está ahí impregnado, no puede salir de eso. Aunque sabe lo difícil que es el día a día, conseguir trabajo como esta obra que se da una vez por semana, y tiene que buscar otra cosa. Por ahí la pegaste con un laburo que te salvaste dos meses pero después estás cinco meses sin nada. Ese vértigo de la profesión que no te tira para atrás. No es que uno esté replanteándose, no lo piensa, porque es lo que es uno y al ser uno es la mochila que uno lleva con placer para el resto de la vida, no me imagino otra cosa.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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