Avida lectora desde la niñez, siempre identificada con las letras, eligió la formación académica en ese ámbito pero sumó también su participación en un emprendimiento editorial. Activa y gestora, investiga la obra de antiguos escritores desde su labor respaldada por el Conicet. Nació en Rafaela, vive en Rosario y estudia sin fronteras.
LP - Te dedicaste a las letras. ¿Cómo nació tu vocación?
J.S. - No sabría decirlo, pero creo que desde siempre. En la primaria, en Rafaela, salía de la escuela y me iba a la Biblioteca Sarmiento, y pasaba muchas tardes ahí. Y en la biblioteca familiar cuando vivíamos en la casa de mi abuela, ahí estaba la biblioteca de mi abuelo, de mi tío, de mi tía. No eran muy fanáticos lectores, pero mi papá leía, evidentemente yo tenía una curiosidad y un interés por todo lo impreso que estuviese dando vuelta.
LP - Estudiaste en Rosario.
J.S. - Sí, eso fue más circunstancial. Pensaba ir a Buenos Aires, pero tuve inconvenientes para anotarme en la universidad y no pude. Terminé en Rosario, por suerte.
LP - Elegiste una tesis interesante en su contenido. ¿Cómo llegaste a ese tema?
J.S. - Por la editorial Serapis. Cuando estaba terminando la carrera empezamos con la idea de la editorial. Y una de las primeras ideas para publicar fue iniciar la serie Aurea que son textos del Siglo de Oro, empezamos con el “Primero sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz, edición a cargo de un colega amigo, y las “Soledades” de Góngora con la edición de Héctor Píccoli, y yo estaba al cuidado del libro, hice el prólogo. Cuando pensé en presentarme a Conicet lo que más había estado leyendo era sobre Góngora. Y había un libro que había llegado a mis manos de un peruano, que participa dentro de la polémica gongorina ya varios años después de muerto Góngora, desde Perú, y que es uno de los mejores textos de esa polémica. Así que me metí en el Barroco peruano, a partir de este libro de Juan Espinosa Medrano que es el “Apologético en favor de Luis de Góngora”.
LP - ¿Cómo lograste el abordaje del tema y de este autor particular?
J.S. - La verdad que es muy complejo. Viajé a Perú, estuve quince días en las bibliotecas, muy asistida por un profesor de allá, que hoy es mi director de posdoctorado sobre un poema de otro autor. Me ayudó mucho, me abrió puertas, estuve en la Biblioteca Nacional de Lima, en dos universidades, en un instituto, que tenían muchas obras del Barroco peruano. De ahí me traje mucho material y conocí un poco las diferentes vertientes desde la que se estudia. Hay una desde la academia norteamericana que no me gustó mucho así que lo encaré más bien desde la filología clásica, desde un abordaje más literario, para posteriormente hacer una evaluación ideológica del texto.
LP - ¿Tuviste acceso a algunos incunables?
J.S. - Sí. Me permitieron todo, llevé una cámara de fotos. Trabajé con guantes. Tienen algunos manuscritos y ediciones antiquísimas. Hay mucho perdido de cuando Chile entra a Perú, de hecho encuentran mucho en la biblioteca de Chile. Estados Unidos y Europa tienen otras muchas ediciones príncipe. Estuve frente a ediciones de 1640, 1650. Es emocionante.
LP - ¿Qué valor le asignás al trabajo de este autor desde su condición de clérigo?
J.S. - De hecho mi pelea con esta perspectiva norteamericana tiene un poco que ver con eso. Es difícil trasladar o tratar de hacer una lectura epocal de esos textos, pero creo que es necesario porque desde ahora una lectura anacrónica no aporta demasiado. Entonces por supuesto hay que tener en cuenta que el autor no era un literato, sino un clérigo que al mismo tiempo participa de la vida política, de la vida administrativa de la colonia y que además en una misma persona confluyen todos esos aspectos, que la persona no era conocida como escritor. Hay un libro de Angel Rama que habla sobre eso, sobre “La ciudad letrada”, de cómo un anillo, un núcleo muy pequeño de los habitantes de esa ciudad son los que condensan todos esos saberes, el saber teológico, el saber de las letras, el saber político. Y el poder de la palabra escrita frente a tantos analfabetos daba una condición muy importante al letrado. Así que los valores son otros, se lee tratando de pensar y de abarcar en esa complejidad. Es tremendo el valor de ese libro, en general de los que escribían, de los que leían desde la colonia. Particularmente este libro se piensa como el origen de la crítica latinoamericana, porque además hay varios conceptos muy visionarios que recién retoma la Generación del 27, Dámaso Alonso y esa gente en España, para leer a Góngora, hay unos conceptos que ya estaban esbozados y enunciados en el “Apologético” de 1662. Está escrito en español, aunque hay convenciones diferentes, la puntuación es diferente.
LP - ¿Hay alguna relación con el Barroco americano en lo musical?
J.S. - No conozco. Pero en algún momento fui a escuchar en Rosario un grupo de estudio de barroco y ellos comentaban cómo puede verse el sello americano, lo mismo en arquitectura, por supuesto que éramos parte del imperio español. Uno participaba de la cultura hispánica pero asimismo no puede pensarse por fuera del pueblo nativo que sobre todo en Perú y México la presencia es muy importante.
LP - Uno se pregunta ¿hay lectores?
J.S. - Hay lectores. La poesía que es un gran aporte de nuestro catálogo siempre es más minoritaria. Hay que tener mucho cuidado en la distribución pero hay libreros que conocen mucho. Hay reductos de lectores. La narrativa tiene mayor llegada. Pero como en todo, ante el mercado y los grandes grupos uno ni piensa en competir con eso, pero distrae y atrae habiendo una maquinaria de publicidad detrás de eso que es inefable. Pero la cotización del euro hizo que florezca mucho la industria editorial desde hace quince años hasta este momento cosa que antes no pasaba. Hay muchas nuevas editoriales independientes que publican títulos muy interesantes a un precio muy accesible y cada vez más creo que se les va dando lugar.
LP - ¿A partir de tu actividad editorial también te dedicaste a la docencia?
J.S. - Trabajé como docente auxiliar de Literatura Iberoamericana I en la Universidad de Rosario, ya no en la actualidad. Y es difícil la inserción docente universitaria. Por ahora sigo con la investigación como becaria posdoctoral trabajando en un poema de un fraile agustino sobre el Santuario de la Virgen de Copacabana en Perú.
por Raúl Vigini
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