La Palabra

En busca de… Juan Carlos “Tata” Cedrón, músico

archivo Arrabal Salvaje
Crédito: Aplausos: “Tata” Cedrón y Andrea Castelli abrazados al final de la función, junto a músicos y bailarines de Arrabal Salvaje

LP - Cuénteme de la casa de su infancia.

T.C. - Viví en Puente Saavedra, en la calle Vedia y Arcos, por la zona de Núñez. Nací en el año treinta y nueve y estuve allí hasta los once años. Un paisaje de barrio de una Avenida General Paz que estaba recién hecha, muchos árboles, las casitas de los techos con caídas muy agudas. Ahí jugábamos al trineo en las barrancas, con los carritos de madera, pero también inventamos los que tenían rulemanes y con los que nos tirábamos en la bajada del Club del Banco Nación del otro lado de la General Paz. Teníamos la murga, teníamos el peluquero que venía casa por casa, el “peluqui”, no había peluquería, ¿entendés?...

LP - ¿Y la música que escuchaba?

T.C. - La música que escuchábamos todos los días era la del Glostora Tango Club, la de la radio de los vecinos. Yo no tenía radio, no había en mi casa. Pero me sé todo con el Glostora Tango Club… Cuando ibas por la calles escuchabas la radio porque todas las casas tenían a De Angelis. Después algunas cositas de teatro que había… Los Pérez García, Blanquita Santos es cosa seria, había una radio que tenía otra humanidad, otra calidad humana. No es como la televisión de ahora. Realmente le pido la gente que no vea más televisión porque es como fumar, es una especie de venero, como los agroquímicos. Había carros, mi tío era sifonero y tenía una chata con caballos, pasaba una vaca que se ordeñaba a domicilio y los chicos lo esperábamos en la vereda.

LP - ¿Y los carnavales y las kermeses?

T.C. - Las kermeses eran en los barrios, iban itinerantes como los circos. Había un baldío en Peña y Cabildo, al lado de la autopista, donde siempre iban las calesitas, después venían las kermeses… “cubanito soy señores, cubanito encarnación…” porque tocaban eso.

LP - ¿Cuándo vio a los primeros guitarreros en su vida?

T.C. - Ahí en ese barrio también, y había otra cosa en San Isidro cerca de Avenida Cabildo donde a unas quince cuadras estaba el Cine Estrella, había una kermese y lo vi cantar a Hugo del Carril por primera vez. Y en la época del peronismo en los cines estaban los números vivos. Veíamos tres números vivos y tres películas. Después en el colegio me acuerdo que venían los padres de algunos alumnos y cantaban El Negro de San Martín, todo con guitarras. Y escuchábamos mucho a Antonio Tormo, el cantor de las cosas nuestras, del que éramos fanáticos. Esa fue una época maravillosa la de la década del cuarenta con Perón. Por la gente, mis viejos tampoco tenían guita, éramos seis hermanos, nos daban pulóveres, nos daban delantales, nos daban lápices. Mi viejo era medio bohemio, pero el gobierno nos ayudaba y no nos sentíamos humillados. Pedimos y nos dieron las camisetas de Independiente, una pelota. Eramos felices, la verdad...

LP - ¿Y la primera guitarra cuándo le llegó?

T.C. - Eso fue posterior, en Mar del Plata. Fui allí a los catorce años y estuve hasta los veintiuno.

LP - ¿Cuándo le interesó la composición?

T.C. - Me interesó en la época en la que todos los chicos desde los quince o dieciocho años como los jóvenes que empiezan a tocar la guitarra, se largan a componer. Después de la colimba volví a Buenos Aires, me fui a La Boca y allí conocí a Julio Boasi y empecé a hacer unas canciones con él. Después Oski, que es un gran dibujante, me dio un poema Hay que hacer reír que también compuse, empecé con Juan Gelman, con Raúl González Tuñón, pero muchas cosas mías hasta acá, siempre una gran producción. Mucho en la década del sesenta.

LP - Usted menciona habitualmente su presencia en reuniones donde asistían grandes personalidades de la cultura popular. 

T.C. - Eran situaciones comunes y cotidianas. Por ejemplo Ricardo Piglia venía a mi casa en La Boca, la casa de mi hermano era un centro cultural, aunque él tenía un taller de pintura eso era un aguantadero verdaderamente. Nos juntábamos con Juan Gelman, con Tito Cossa, vino Lautaro Murúa, iba Emilio Alfaro, ellos sabían que allí se iba a charlar, discutir. Después íbamos al centro al teatro, al Comedia, el Ramo, íbamos a los atorrantes no a los finolis.

LP - ¿Cómo le llega la obra de Raúl González Tuñón?

T.C. - Me lo recomendó mi hermano Alberto, que fue quien nos enseñó a todos nosotros. Mi hermano que era un seductor les decía a las chicas “romántica loca” tomando el verso de Evaristo Carriego en De todo te olvidas… El fue el generador de muchas cosas. El me los dio a todos. Los conocí a todos que fueron como hermanos.

LP - Y un día usted se fue para París…

T.C. - Sí… me fui en el setenta y cuatro porque me amenazaron acá, aunque no figuré como exiliado.

LP - ¿Por qué decide el regreso al país nuevamente?

T.C. - Porque me gusta hablar con la gente y acá se puede hablar con todos, acá todo el mundo te cuenta cosas, lo que le pasa. En el colectivo te cuentan todo. Estos últimos días me encontré con tres mujeres que me contaron todo en la parada del colectivo

LP - ¿Cómo lo encuentra el presente artístico?

T.C. - Sigo haciendo cosas. Lo más reciente es una cantata sobre Trelew, y este año ya hicimos Arrabal Salvaje con la coreógrafa Andrea Castelli, un recital con la Compañía Argentina de Autómatas La Musaranga, y muchos recitales. Quiero hacer las cosas de Osiris Rodríguez Castillos, tengo todas las partituras.

Arrabal Salvaje

Arrabal Salvaje es un recorrido por la obra del Tata Cedrón. Un elenco de bailarines y actores junto al Tata y al Cuarteto Cedrón -integrado por Miguel Praino, Josefina García, Daniel Frascoli, Miguel López- se desliza entre los episodios cotidianos y fantásticos del mítico suburbio. Tango, valses y milongas, aires de zamba, huella y chacarera componen la partitura en la que la poesía ordena una a una las piezas, desdibuja los límites estilísticos y da lugar a una narrativa que dialoga con la propuesta coreográfica. Festejo íntimo de lo cotidiano, algarabía colectiva: perfume de arrabal, fuera del tiempo. Universo perdido en uno de los tantos, profundos, Buenos Aires. Tiene la dirección de Andrea Castelli y la asistencia de Carina Mele. Ambas responsables de tantas propuestas de alto contenido estético y cultural que ofrecieron en diversas salas de la capital del país.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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