LP - Y un día usted decidió que su vida comenzaría a transitar un camino compartido con una compañera. ¿Con quién y con qué expectativas?
J.G. - Yo era el último soltero -con veintiséis años- de la barra de amigos desde época de la adolescencia y todos se empeñaban en conseguirme una novia, ya que ellos estaban casados. Y… el que busca, encuentra. A través de estos amigos nos conocimos con Susana, y sin querer fuimos conociéndonos, se nos despertó ese “grillito que hace cosquillas en la panza…” que se llama amor, nos casamos y acá estamos juntos a pesar de todas las diferencias que tengamos como esposos, a pesar de mi modo quejoso, etcétera. (risas)
LP - ¿En qué momento eligieron ser padres?
J.G. - Creo que no elegimos un momento para ser padres, no elegimos el momento de engendrar un hijo. Me parece que eso viene por añadidura por tener una vida matrimonial, en común.
LP - ¿Cómo resultó la experiencia?
J.G. - La experiencia de ser padre es una de las más majestuosas de la vida, pero, en mi caso, ese concepto se desvaneció, al recibir a nuestra primera hija con su discapacidad, y compréndanme por lo sincero y crudo que soy. Fueron días de angustia, de dolor, hubo que vivir un duelo porque perdimos el hijo normal que esperábamos para recibir a nuestra hija con una discapacidad que se llama “anoftalmía bilateral vera congénita” ya que nunca se desarrollaron los globos oculares en el período de gestación. Fueron pasando los días, mientras yo me sumía angustiado y buscando algún hombro donde descargar mi dolor, Susana me empujaba -yo me sentía presionado por ella- para seguir adelante, avanzar, para preparar a nuestra hija para su futuro, de lo cual deduzco que, en estas circunstancias, las mujeres son más fuertes que los varones.
LP - ¿Cuántas veces más llegaron hijos?
J.G. - Tuvimos -tenemos- tres hijos más: María Emilia, Rogelio y Marina.
LP - ¿Qué sugerencias tienen hacia los que se encuentran en situaciones similares?
J.G. - La ceguera sola es un impedimento que de alguna forma se supera a fuerza de estímulo y rehabilitación -lo aprendí con el tiempo- para que la persona ciega pueda salir a la calle en forma independiente. Lo que nunca terminamos de contrarrestar es ese atraso mental que no les permite actuar conforme a sus edades a pesar de haberlas llevado a cuanta persona y lugar nos indicaran.
LP - ¿Cómo se aborda ese tema familiar cuando las posibilidades inclusivas no están cerca?
J.G. - Primero hay que vivir el duelo, no hay que saltear esta primera etapa. Lo segundo es aunarse en esfuerzos con la esposa, el marido, los hijos si los hubiera, con amigos, parientes, médicos, psiquiatras, psicólogos, el cura párroco, el cura sanador, el manosanta, etcétera. Es como decir: “golpear todas las puertas y tocar todos los timbres para que nos atiendan”; hay que buscar, buscar, buscar, más en la actualidad que tenemos la ventaja de internet. Además, hay centros de atención para cada necesidad. Recuerdo que al nacer Ana Laura con esa característica, tuve la necesidad de preguntar a una familia amiga cómo era su vida compartiendo con un hijo discapacitado y me respondieron lo que puse más arriba: “todos los días el sol sale por el mismo lugar, todos los días respiramos, nuestros hijos, ya sean comunes o especiales son lo cotidiano, son lo nuestro”.
LP - Este contacto para concretar la entrevista que nos ocupa hoy se inició por una inquietud por parte de ustedes. ¿Podemos compartirla con los lectores relatando los hechos?
J.G. - Sí, por supuesto que sí, y para ello transcribo el mensaje que te mandé por correo electrónico hace unos meses, con motivo de haber leído en la edición virtual del Suplemento Cultural “La Palabra”, la entrevista a Zulema Alcayaga:
“Vivimos en Córdoba y en 1988 fuimos a ver la obra "Los Ositos Cariñosos en el mundo de Frutillitas" de la señora Zulema Alcayaga, obra que trataba sobre el frío, la escarcha y luego la primavera; y algunos de sus personajes eran El Profesor Frío, Polito y otros. Mi hija Ana Laura, ciega de nacimiento, tenía cinco añitos en aquel momento. Toda la familia quedamos fascinados con la obra y con la música. Mi hija, de 35 años en la actualidad, anhela volver a vivir aquellos momentos tan gratos. Imagínese usted que la única forma de poder revivirlos es solo con el audio. En aquel año compré el cassette y lo escuchábamos reiteradamente hasta que el pobre se gastó, se estiró y hubo que tirarlo.
Ahora bien, he buscado la música en las disquerías de Córdoba, en internet, Youtube, Atube catcher pero sin resultado. La consulta que le hago a usted es la siguiente: cómo puedo hacer para contactarme con la señora Zulema para saber si ella puede orientarme en donde puedo conseguir el CD con el audio de la obra. Desde ya muchas gracias. José Blas Giménez”
LP - Una anécdota que les signifique valorar el nuevo día para la familia Giménez.
J.G. - Vez pasada llegué a mi casa, caminando con las piernas flexionadas para parecer más petiso y con vos finita, fingida, le dije a Ana Laura: Yo: “buenas tardes, ¿Quién soy?”. Ella: “mi papá”. Yo: “¿cómo te diste cuenta?” Ella: “por el perfume… jejeje”. Escuchando alguna canción por la radio, las tomo de la cintura y nos ponemos a bailar o a balancearnos al ritmo con cualquiera de las dos. Me gusta besuquearlas aunque a veces me paso de cargoso. En fin, son cosas que alegran el alma…
LP - Algo más que deseen agregar.
J.G. - Sin querer, creo que he dicho todo y he puesto palabras a un montón de situaciones y sentimientos que los tenía guardados. Me sentiré muy satisfecho con saber que le sirvió aunque sea a una sola familia con este tipo de situación.
LP - Les sugerimos que si alguien más de la familia desea enviar un mensaje, desde ya están invitados y resultaría muy grato y emotivo incluirlos.
J.G. - Agregado por mi esposa: como padres nos damos cuenta, de que, en vez de estar lamentándose de las limitaciones de los hijos, festejamos cada logro por pequeño que sea y les da valor a lo que significa estar sano, que el cuerpo responde, y ser agradecido de todo eso. Valoramos las pequeñas iniciativas de ambas, valoramos sus pequeños adelantos. Marina es sumamente económica en lenguaje y cada vez que nos transmite alguna ocurrencia, nos sorprende, nos alegra.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar