Eligió el instrumento cuando su adolescencia le daba paso a los albores de la juventud. Encontró a Piazzolla, descubrió a Troilo, ordenó las propias manos en la botonera y empezó a escuchar su sonido. La crítica lo recibió de la mejor manera. Europa le dio lugar y en Holanda desarrolló un trabajo profesional por años. Hoy, en nuestro país, sigue emprendiendo desde su lugar de autogestión. De una vida intensa y desafiante conversó con LA PALABRA en la terraza de su casa porteña.
LP - ¿Cuándo te diste cuenta que era el momento de llevar el bandoneón a escena profesionalmente?
G.T. - Fue una cosa muy rara porque Luis Borda lo llamó a Binelli -yo no estaba en situación de tocar profesionalmente- pidiéndole que lo acompañe y él la habla de mí y le da el teléfono. Borda en ese momento tocaba con Rodolfo Mederos, a quien yo iba a ver siempre que podía. Me llama, lo voy a ver, me entrega un cúmulo de partituras, yo no era un gran lector porque no tenía formación en ese sentido. Y estaba por un lado el deseo -porque me mostró la música y para mí era formidable poder llegar a sonar ahí y poder estar- pero por otro lado fue un esfuerzo monumental. Los músicos de la banda eran todos profesionales, que leían a primera vista, y para mí cada tema era un apriete. Me tuve que matar pero significó un gran salto para adelante para mí. Ahí me hice conocido en el ambiente, gente que empezó a hablar de mí, me empezaron a invitar a conciertos, después nos fuimos a Europa, en Semblanza con Ernesto Snajer, y ahí empieza la producción. Eso fue la puerta de entrada a Europa. Al mismo tiempo se me da lo de la composición, como algo natural, porque no sabía nada de nada, solo flotaba música en mi cabeza, y ni siquiera estaba preparado para bajarla de mi cabeza a la partitura, estaba encerrada en mi cabeza pero no podía parar de componer. Entonces elijo una doble carrera que es la de compositor y la de instrumentista.
LP - ¿Y en que género componías?
G.T. - Yo venía tocando vanguardia, mi interés pasaba por esa música y escuchaba eso, y no necesariamente eso me inspiró para componer. Por ejemplo una de las primeras cosas que me interesó fue la milonga, y es un ritmo que en el tango es secundario, se la usa para divertir a la gente entre uno y otro tema, y después la milonga pampeana, y hay que meterse ahí porque no es tan fácil, si bien tiene mucho en común.
LP - ¿Cómo te fue con la composición?
G.T. - Muy bien. Terminé radicándome en Holanda y dedicándome a ser solista entre mis obras y una parte del repertorio de Piazzolla, y algunos arreglos contemporáneos de tango como Responso. Y el jazz también entra como un elemento interesante en cuanto a lenguaje y en cuanto a búsqueda melódica, rítmica, armónica. Y empezar a investigar en otros ritmos y el bandoneón en otros ritmos, entonces ahí aparece el folklore.
LP - Tenés el nombre de Remo Pignoni siempre presente. ¿Cómo llegó a vos su música?
G.T. - Remo fue una casualidad porque en ese grupo Semblanza que mencioné, Ernesto Snajer era fanático de Omar Moreno Palacios, y este intérprete trabajaba en ese momento en el programa de Luis Landriscina por televisión, tocaba todos los domingos y era parte de la mesa. Y a mí me atraía bastante Moreno Palacios pero no tenía nada de él. En Semblanza, un día mirando la discoteca de Ernesto encuentro un disco de Omar y se lo hice grabar. En el trío había un pianista -Hernán Lugano, ahora radicado en Europa- que le gustaba el jazz y el folklore con una técnica impresionante de concertista, muy capaz, y era fanático de Remo. Remo era un secreto de mano a mano así que lo copiamos, no había un acceso real a los discos que no se reeditaron. Y a partir de ahí empecé a escuchar Remo como una constante en mi vida, tenía en si mismo un aspecto de folklore contemporáneo, desde la simpleza pero de una coloratura clásica. Dedico por día dos horas a escuchar música y tengo tipos que son una fija y siempre voy a escuchar algo de ellos: Piazzolla, Remo, Zitarrosa, Moreno Palacios, Pichuco, cosas clásicas, Tchaicovsky, y los tengo en mi valija de música de viaje. Ahí había un puente entre una cosa y la otra, que de pronto fue puliendo mi propio estilo, siempre me gustó improvisar también, y no hay ejemplos del bandoneón improvisando desde la estructura del jazz, todo un lenguaje para aprender también. Se me va armando un mundo que me lleva para una dirección y tengo que vivir de la música porque no me cabe otra.
LP - ¿Cuándo elegís a alguien porque es un buen músico?
G.T. - En ese caso lo que puedo hablar es de lo ético. Para mí la música argentina es una, no diferencio entre tango y folklore y me interesa toda. Lo que utilizo es el método académico clásico. Por supuesto primero que nada mi escucha, y mi oído tuvo un desarrollo así como tuve yo de bandoneón y de compositor. Por otro lado está el análisis académico donde vos analizás la partitura, y la partitura la tiene Troilo y también la tiene Mercedes Sosa, que no esté escrito es otro problema. Sin dudas se puede escribir, hay que hacer el esfuerzo, saber cómo, pero para poder definir lo superlativo y también el lugar técnico que ocupa, porque en muchos casos los que hacen análisis son muy preciosistas, entonces se fijan en la técnica, y encontrás guitarristas que tienen una técnica impresionante -por ejemplo Pepete Vértiz, un extraordinario guitarrista de Mercedes Sosa que murió muy joven- y del otro lado tenés a Atahualpa Yupanqui que como guitarrista -si bien es limitado técnicamente- inventó todo. Entonces es superlativo Yupanqui, es un hito en la historia de la cultura musical argentina. Entonces mi mirada va desde ahí, siempre. Siempre escucho, pero no escucho solamente la música, sino todo lo que rodea, si escuchás a un cantante, escuchás la dicción, la entonación, la afinación, pero también la rítmica. La rítmica es esencial en toda música popular. Pero te puedo asegurar que habiendo escuchado -por vivir en Europa- muchas músicas del mundo, la música argentina tiene una riqueza rítmica, obviamente, viene de los gitanos y Andalucía es una impronta en la música, y si no, la ópera, y el tango que de pronto vuela en el aire. Cuando miro, miro todo eso, y partir de eso voy armando mi discoteca privada, yo no soy cuantitativo sino cualitativo.
por Raúl Vigini
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