LP - ¿Cómo resolvió lo vocacional que se planteó en su adolescencia?
G.J. - Y, con dificultad, porque quería seguir investigación. Analicé alternativas, estudiar biología, estudiar medicina. Pero me pareció que medicina me brindaba un panorama más amplio y por eso la estudié. Después con el estudio descubrí que me hubiera gustado ser médico clínico, médico práctico -cosa que no hice nunca-, porque siempre me dediqué a la investigación, de entrada, ya siendo estudiante. Siempre estuve full time en la universidad y en el Conicet.
LP - ¿Qué pudo lograr con la investigación a partir de su título de médico?
G.J. - Bueno, tuve suerte de incorporarme a un grupo muy importante en esa época, años sesenta, en la Facultad de Medicina, con gente muy conocida, así que eso me facilitó mucho la carrera estar en un lugar que tenía tanta exposición nacional y fundamentalmente internacional. Así que yo trabajaba en el sistema nervioso y me fue muy bien en los primeros años de mi carrera y enseguida me fui afuera, trabajé en Suiza y después volví, y me fui a Estados Unidos. Esa es más o menos la carrera que hice, hasta los años ochenta me dediqué a hacer únicamente docencia e investigación.
LP - ¿Cuándo se da su acercamiento al tema educativo?
G.J. - En los años ochenta, cuando me eligieron decano de la facultad ahí me empecé a interesar, si bien siempre estuve vinculado a la educación superior. Pero ahí me empecé a interesar por la educación en general porque vi que el problema trascendía la universidad, y era un problema que tenía que ver con la base de la educación. Ahí empecé a estudiar ese tema, en el ochenta y seis, y cuando terminé mi período en el año noventa continué trabajando en esos temas porque me pareció que eran muy interesantes. No dejé mi investigación pero ya prácticamente cambié mi objetivo y pasé a trabajar en el tema de la educación.
LP - ¿Cómo analiza la actualidad del tema educativo argentino?
G.J. - Creo que la Argentina tiene poca gente educada, terminan la escuela media alrededor de cuarenta de cada cien que empiezan la escuela primaria, y eso es un problema grave. Hay una gran desigualdad en la distribución del bien educación, la gente económicamente más favorecida tiene más años de educación, recibe más años de educación que los menos favorecidos. Y eso es una brecha que se ha ido acentuando en estos últimos tiempos. Eso es muy serio. Y después es un problema grave de calidad, es decir aquellos que han recibido educación tienen problemas con la calidad de la educación que han recibido y ahí corresponden estos datos que por todos lados se confirma que la mitad de los chicos que terminan la escuela media no entienden lo que leen, que dos de cada tres tienen dificultades para realizar simples operaciones de abstracción matemática. Que tiene problemas en ubicarse temporalmente en la historia, en fin, graves dificultades. Así que me parece que estos tres problemas son los que definen la situación actual: poca gente educada, poca gente con educación media completa y poca gente con educación universitaria completa. Tenemos aproximadamente el catorce por ciento con educación universitaria completa de la población económicamente activa. Los países desarrollados tienen treinta o cuarenta por ciento así que ese es un tema grave. Y después el problema de la desigualdad, es decir los ricos reciben más educación que los pobres, y la calidad de aquellos que reciben educación es una calidad mediocre, para ser generosos.
LP - ¿Es decir que la educación de las generaciones pasadas como la de nuestros padres tuvo mejores resultados que la actual?
G.J. - Creo que sí, porque le escuela era más exigente y se la tomaba más en serio. Hoy el problema central es que la educación no importa. Más allá de lo que se dice en los discursos la gente lo que quiere es la certificación, pero el esfuerzo y la educación les importa poco. La alianza básica de la educación de padres asociados con maestros para educar a los chicos está rota. Hoy los padres están aliados con los chicos contra la escuela. Porque se ve a la escuela como institución de opresión, que los explota, los chicos son vistos como víctimas de la escuela. Y todos los movimientos son para tratar de hacerle que sean menos víctimas, lo que se concibe como víctimas. Cuando en realidad el aprendizaje es un esfuerzo. Cualquiera de nosotros que estudió algo, que aprendió algo, sabe que le costó un esfuerzo personal. Por supuesto interesado por los profesores, apoyado por los padres, pero un esfuerzo personal. Y eso hoy no está de moda, entonces la idea es que los chicos estén en la escuela, que los molesten poco a los chicos, y que ellos a su vez que molesten poco en la casa. Ese es el compromiso al que se ha llegado. Por eso muchas veces decimos que hay alumnos que van a la escuela que hacen como que aprenden, la idea del simulacro. Eso me parece que es claro lo que está pasando. Y está pasando obviamente. Es muy fácil ver esto en los grupos más desfavorecidos, por eso es evidente. Pero tenemos una falencia grave en la gente de muchos recursos, inclusive los que compran educación a alto precio no tienen interés académico y eso se ve claramente en los resultados. En todo el mundo los chicos que más rinden son los que corresponden a familias del veinticinco por ciento más favorecido de la población -los más ricos-, a los hijos de los profesionales y a los que van a las escuelas que están mejor dotadas, mejor provistas. En Argentina también. Ahora bien, esos que más rinden en la Argentina, están por debajo de los que menos rinden en treinta países. Es decir que los hijos de las familias más pobres, los que van a las peores escuelas, y los hijos de las personas que realizan actividades más primarias, en treinta países esos son mejores que los mejores argentinos. Y eso es grave, eso muestra que no tenemos un grupo, ni siquiera tenemos una elite educada.
LP - ¿Qué actividad desarrolla en la actualidad?
G.J. - Terminé mi carrera universitaria, terminé también en Conicet del que estoy retirado. Ahora me dedico a escribir, a pensar estos problemas, y a hablar todo lo que puedo para tratar de crear conciencia de los problemas, porque hasta que la gente no entienda que el drama de la educación está entre las cuatro paredes de su casa nada va a cambiar. Hay una conformidad generalizada porque todos piensan que hay una crisis educativa, pero todos piensan que no les ha afectado. Si uno le pregunta a los padres, el setenta por ciento dice que la educación está mal o muy mal, y si se le pregunta a los padres si está satisfecho con la educación de sus hijos el setenta por ciento están satisfechos. Y es más, si usted le pregunta si los cambiaría de escuela para cambiar la calidad de la educación, no los cambiarían de escuela. Y eso corta todo: son los pobres y los ricos, primaria y media, pública y privada. Todos más o menos están satisfechos. Y los políticos tienen esas estadísticas, entonces para qué nos vamos a meter con esto si la gente está contenta. No hay manifestación por la calle pidiendo que a los chicos les enseñen más. Piden otras cosas pero no que a los chicos les enseñen más y mejor. Y eso es clave, no hay demanda, entonces, bueno… pasa.
LP - ¿Lo convocó algún gobierno para que aporte sus ideas?
G.J. - Sí… poco, poco. Pero en alguna oportunidad he tenido… sí. Pero tampoco estoy muy interesado. Es muy poco lo que se puede hacer. Lo que hay que crear es la demanda. Eso es importantísimo. Creo que uno puede hace mucho desde afuera también. Hay que ayudar a crear demanda, que la gente vea el problema, que se sienta aludida, porque si no, no va a cambiar.
LP - Con los años de estudio, con los de trabajo, con su experiencia de vida, ¿a quiénes rescata de nuestra historia?
G.J. - Obviamente a Sarmiento. Y toda esa generación que vio que la Argentina necesitaba levantar su nivel educativo. Eso fue clave. Nosotros vivimos de esa gloria. Me parece que es central rescatar esas figuras: José Manuel Estrada, Marcos Sastre, los de la generación del treinta y siete, del mismo Manuel Belgrano. Toda esa gente vio que la Argentina tenía futuro a través de la educación, y todo eso después se fue perdiendo. Por eso me parece que otra vez estamos enfrentando el mismo desafío, volver a crearlo. No es fácil porque es una sociedad distinta, compleja, que tiene tras aspiraciones, otros valores, eso va a ser muy difícil cambiarlo. Pero hay que hacer el esfuerzo. El caso de Lisandro de la Torre, esas figuras importantes, a eso me refiero cuando hablo de los ejemplos, no siempre nuestra dirigencia es consciente del ejemplo, de su papel de ejemplo. Hace cosas que tal vez no debieran hacer, si fueran conscientes de cómo es visto y cómo influye en los demás. Esa es una idea central, la idea de la ejemplaridad que está un poco perdida. Hacen cosas que no corresponde a la función social que desempeñan. Cuando uno desempeña un cargo no es una persona, es lo que es visto por los demás, y de eso no siempre se tiene consciencia. En el lenguaje, en las cosas que se dicen, digamos, en las actitudes que se toman, me parece que eso se ha perdido un poco la consciencia de la importancia del ejemplo.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar