LP - ¿Qué llegó a tu vida antes? ¿La historia o la literatura?
G.M. - ¡Qué tema! Antes que esas dos llegó el arte. Porque en mi infancia me gustaba mucho dibujar, vivía dibujando, iba a dibujo. La idea de mi familia era que yo iba por el arte. A través del arte llego a lo que es el Renacimiento, viendo artistas de todo tipo. Y con los que uno se deprime cuando los ve porque dice: Nunca voy a ser Leonardo ni Rafael, o Boticelli. Así que a través del arte llego a la historia y al mismo tiempo cuando era muy chiquita mi mamá me leía mucho. Cuando empiezo el colegio, leo por mi cuenta. Y a través de esas tres conjunciones del arte que está ahí como en el principio de la literatura y la historia, llego a esos tres amores. Es muy raro separarlos. No vengo de una familia de artistas, mis padres fueron empleados públicos, pero muy lectores. Ahora me parece genial lo que estudié, pero cuando la elegí a los diecisiete años no lo entendían.
LP - ¿Cómo te resultó el estudio de la historia?
G.M. - Empezar la carrera creo que fue la mejor decisión de mi vida. Si sigo revisando hacia atrás digo qué impresionante cómo pude elegir esa carrera, que en realidad fue porque unificaba las tres cosas que me gustaban. A través de la historia podía abarcar todo el conocimiento que fuera posible. Y eso me permite después tener un montón de conocimiento sobre montones de cosas, y que al día de hoy me sigue resultando. Sabés de economía, sabés de sociología, sabés de antropología. La historia tiene eso de reunir detalles, de marcas, ahora que el género está en primera plana, cómo fueron las luchas de las mujeres. Para mí ha sido grandiosa la elección de mi vida, Y después cuando me convertí en escritora, muchísimo más.
LP - ¿Cuándo empezaste a escribir?
G.M. - Ya escribía en el colegio. A los diez o doce años ya estaba con la idea. Quería ser escritora. No sé bien en qué momento, pero aparece. Después de empezar a publicar hice talleres de dramaturgia porque pensaba que necesitaba más diálogos. Me contacté con el teatro, me encantó, me enamoré del teatro también. Pero nunca hice un taller de narrativa, y ya no sé si lo haría. Quizás para algunas personas escribir es lo más difícil del mundo, y a mí es lo que me sale. Sí, tenía problemas para hablar en público pero con el tiempo me fui acostumbrando.
LP - ¿Los libros los escribiste después de tus estudios universitarios?
G.M. - Termino la carrera en dos mil cinco y en ese instante empiezo a trabajar en la universidad, y en diciembre de dos mil seis publico mi primer libro, escrito ese año. Y doy clases hasta dos mil trece porque se mezclaban demasiado las dos cosas y decidí que era tiempo de elegir una. Me costó muchísimo porque me gustaba la docencia en la universidad donde me había formado. Elegí la carrera de escritora pero ahora volví al rubro de historiadora que me tiene muy contenta. El lugar de la historiadora siempre está presente, no lo abandono del todo.
LP - ¿Tuviste la necesidad o posibilidad de ir a conocer los lugares emblemáticos de la historia que investigás?
G.M. - No necesariamente. Sí, es divino cuando vas a un lugar podés tocar una pared y saber todos los años que hay en ese lugar. Recorrí mucho Argentina, pero no he viajado fuera del país. Me encantaría ver de cerca a los clásicos del Renacimiento.
LP - ¿Qué dirías de la mujer en la sociedad?
G.M. - Reprimida. En el sentido de que hay algo que se está sobreponiendo a ella.
LP - Esposas y madres.
G.M. - Sufridas.
LP - Viudas.
G.M. - Lo mismo. Sufrían mucho. Hay muchos documentos donde ellas dicen “Estamos hartas de estas guerras”. Sobre todo después de Rosas cuando pensaban que llegaba la solución.
LP - Las negras que venían para saciar las necesidades de los negros.
G.M. - Pobres… Y para reproducirse. Para asegurar la raza. Sometimiento.
LP - La vida familiar.
G.M. - Era compleja. Para nada es la que uno imaginaba. Por más que uno pensara que eran reprimidas, sometidas, etcétera, eso buscaba salir todo el tiempo. Así que la vida era muy compleja en lo familiar.
LP - Si tuvieras que definir a algunas mujeres de nuestra historia. ¿Cómo caracterizás a Mariquita Sánchez?
G.M. - Ella era una revolucionaria. Es “la” revolucionaria. La conocemos de anfitriona, del himno, anécdota que en ningún momento lo menciona en sus escritos. Creo que es la peor imagen. Escribe en un momento “yo que hice la revolución”. Se pone en el lugar.
LP - ¿Guadalupe Cuenca?
G.M. - Era partícipe porque se la ve firmando algunos documentos, algunas expresiones de mujeres, pero era más una compañera. Y una compañera casi obligada, habría que ver en qué consistió. Sus cartas a su gran amado Mariano Moreno eran un relato de los acontecimientos del momento.
LP - ¿Remedios Escalada?
G.M. - Era una niña. Es la fragilidad. Es ese típico caso de la niña de catorce años que se casa con el hombre de treinta y cinco y es una alianza matrimonial -no un matrimonio por amor como puede ser el de Mariquita y Martín- donde hay bienes que se intercambian de un lado y del otro. Para mí era la consecuencia normal de esa clase de matrimonio. San Martín en Cuyo, en Chile. Uno se pregunta qué hace ella ahí esperando a su marido, enferma, con una hija.
LP - Y Josefa Tenorio…
G.M. - Es la voz de todas las demás. Están las famosas y las que no son famosas. Es la voz que estamos esperando descubrir y tal vez aparezcan en los próximos años. Diría que Josefa es la verdadera carne de la revolución, pero no como carne de las que mandaban a combatir, sino de la verdadera sustancia. Para ellas las revoluciones implican ciertos grados de libertad. Para Josefa era obtener su libertad. Para Juana Azurduy era diferente porque su marido era militar, aunque ella pierde a sus hijos en las batallas y no le queda nada. En los dos últimos libros de la colección incluimos mujeres extrajeras, y nos encantó hacerlo.
LP - ¿Consideran que están haciendo Patria con estos libros?
G.M. - (risas) Matria diría (risas). No lo sé. No soy nacionalista. Sí, soy feminista y está claro en los libros. Creo que estamos abriendo un camino para que cualquier mujer pueda encontrar su identidad en la historia argentina. Teníamos en la cabeza el tema de la identidad. Entender que hace cien años, doscientos años, qué estaban haciendo las mujeres, en qué estaban luchando, que las mujeres argentinas siempre estuvieron luchando por sus derechos, por ser partícipes, por una pensión, por el derecho a hablar, al voto. Creo que es entender que nuestra historia ha sido de lucha. Y esa identidad sí la reclamamos y la ofrecemos.
LP - Tenés otras actividades que no tienen que ver con la historia.
G.M. - Soy maquilladora y eso me encanta. Siempre estoy hablando de eso. Me encantaría poder dedicarme más. Lo relaciono con el arte por eso de estar con pinceles, con colores. También asesora de imagen. Soy una tímida en recuperación y creo que aparece en el momento en el que estoy haciendo presentaciones de libros donde hay un público que me espera, que me mira, que me quiere, que me pide más libros. Y eso me ayudó mucho a hacerle frente a la situación.
por Raúl Vigini
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