La Palabra

En busca de... Federico Fros Campelo, ingeniero

LP - ¿Qué temas te interesaban en la infancia y en la adolescencia?

F.F. - Buena pregunta porque mis intereses siempre fueron tan diversos que yo mismo me preguntaba si tenía sentido tener tantas inquietudes. Me gustaba por un lado la ciencia, por otro lado el deporte, por otro lado las chicas, salir con amigos, las películas, el cine, los libros, la ciencia ficción, no sé. Pero si me retrotraigo incluso más atrás me interesó siempre la ciencia. Me comía estas revistas Muy interesante, Conozca más, la física de las partículas, qué es el tiempo, cómo un ser humano puede experimentar una sensación de tiempo, qué puede pasar en la biología de nuestro cuerpo, cuál es el tamaño de una célula, todas esas cosas siempre fueron inquietudes.

LP - ¿Cómo llegaste a estudiar el cerebro?                                                                                                  

F.F. - Hace unos diez años, me compré, y me leí entero -entre muchas otras lecturas- “Fisiología de la conducta” de Neil Carlson. Y dije: ¿cómo no leí esto antes? ¿cómo a esta edad nadie me haya mostrado que para entender la conducta humana hay que entender la fisiología de procesos biológicos del cerebro, el sistema nervioso autónomo, el nervio vago, la combinación entre el corazón, el tálamo, la amígdala en el cerebro? ¿Qué le pasa a la sociedad que no involucra eso hasta en el secundario? Leí libros de divulgación, de texto, publicaciones científicas, era una voracidad descomunal la que tenía.

LP - En algún momento tuviste la necesidad de escribirlo…

F.F. - La necesidad de contarlo no fue posterior a todo mi conocimiento. Fue tan paralela que me exigía a mí mismo tener más conocimiento y tener más maneras de contarlo. Estoy orgulloso de lo que conté. Crecieron ambas voluntades en paralelo: aprender y contar. Con la exigencia brutal de que lo que aprendía no fuera divulgado como una chantada, sino rigurosamente.

LP - Encaraste la escritura de esos libros con un enfoque ameno, que incluyen humor también.

F.F. - Lo concebí porque empecé a ver que en la divulgación que se estaba haciendo en la Argentina en ese momento -años dos mil siete- estaba resultando funcional siempre y cuando fuera amena y humorística. Me estaba incorporando de mucho rigor, como que admiro profundamente a científicos cognitivos, psicólogos evolucionistas de Harvard, de Austria. Tengo tanto entrenamiento en estrategia de mercado, comportamiento del consumidor, por mi formación, trabajos en empresas y demás que le di esta vuelta de tuerca bien comercial. Así una editorial me abrió las puertas en ese momento.

LP - ¿A qué actividad te estás dedicando actualmente?

F.F. - Tengo mi propio emprendimiento en el que hago consultoría e innovación para empresas, doy muchas charlas en universidades, capacitación empresarial, oficio de conferencista. Me alejé un poco de la investigación plena, pero me reservo horas para seguir viendo cómo ejecutar en la práctica y lograr resultados reales, con un corpus teórico sólido.

LP - ¿Propósitos personales y profesionales?

F.F. - Actuales son muy distintos a los que tenía antes. Mis ambiciones de hace décadas han cambiado, y agradezco que haya sido porque las cumplí. En ese sentido me siento un privilegiado hasta por las posibilidades que me han dado otros, no solo por mi desempeño. Pero ahora estoy muy dedicado al presente. No tengo ambiciones de largo plazo como las tuve. Este año me veo disfrutando de lo que hago, es como que finamente llegué a comprender que parte del recorrido es vivir el presente.

LP - ¿Tenés referentes en los temas que te interesan?

F.F. - Es difícil. Me pasa que tuve una formación -con el secundario y con lo autodidacta- tan influenciada con lo europeo y lo norteamericano que creo que hay una virtud en eso, que es que le traje a una sociedad que generalmente no conoce la ciencia de esos países, porque nuestro país a nivel popular está muy aislada de esos conocimientos. Tengo como una aversión a los partidos políticos. Me siento mucho más inclinado al entendimiento de la conducta humana desde lo social y desde lo científico.

LP - En tu libro “Ciencia de las emociones” mencionás los “emoróscopos”. ¿De qué se trata?

F.F. - Es un neologismo que inventé juntando las emociones con la palabra horóscopo. No es nada riguroso, no es nada científico, tiene como objetivo meter en el libro un ingrediente popular que es el concepto del horóscopo, trasladado a algo emocional, para que la persona después de cada capítulo ejercite si entendió o no lo que leyó. Hago unas preguntas al lector y según las responde le doy un resultado.

LP - El epílogo dice “Siempre hay esperanza”. ¿Qué significa eso para vos?

F.F. - Me parece que la esperanza es una emoción tal excelsa en el ser humano, y lo digo desde el punto de vista bien técnico científico. Se conjugan procesos cerebrales tan primitivos que no viene al caso, con procesos cognitivos, evaluativos, de la corteza cerebral prefrontal más tardía en la aparición de una especie como la nuestra primate y humana -homo sapiens sapiens, homo sentiens- tan compleja es la combinación de ambos procesos -los profundos y los cognitivos- que la esperanza -sospecho, no hay una evidencia definitiva- pero sospecho que es una de las emociones más refinadas de una especie y de nuestro planeta. Dudo que cualquier otra especie, incluso primate, sienta esperanza. Entonces “Siempre hay esperanza” significa, por un lado, que somos humanos y muy excelsos, maravillas de la biología, maravillas de la evolución que combina la razón con la emoción, y por otro lado, hace tan bien la esperanza porque te motiva de una manera funcional, te activa conductas de resolución de conflictos. Matan pibes en un colegio: tengamos esperanza de que vamos a resolver esto, no seamos nihilistas de que ya está todo perdido. Me gusta decir eso, porque lo digo desde el punto de vista más profundo de la especie humana, no desde lo trivial.

LP - ¿Qué te gustaría ver como logro en tu vida profesional?

F.F. - Confieso que hay varios libros que empecé y no seguí. Típico de autor, porque no me considero escritor. Para mí el escritor es el que se dedica a eso, como una vocación profunda y permanente. Y eso pendiente no lo pude hacer realidad, están en el tintero. En ese sentido me ocupa la relación entre la tecnología y nuestra biología, que tiene que ver mucho más con la innovación tecnológica en nuestra conducta humana. Creo que a nivel social estamos en pañales al respecto. Los cambios tecnológicos van de forma exponencial, no sabemos cómo van a impactar en nosotros, ya estamos viendo que el impacto de determinadas tecnologías en nuestro cuerpo es un desastre. A nivel de la tecnología aplicada en la alimentación y sus efectos en el impacto fisiológico, obesológico es tremendo. Las tecnologías de telecomunicaciones inalámbricas están generando conflictos que recién se empiezan a entender. La adicción en las pantallas está empezando a verse en los niños de una manera que nunca antes se había visto. La violencia en la sociedad está estimulada por determinadas cuestiones de juegos de consola y demás. Y todavía estamos como en un gran laboratorio. Eso me interesa y me parece que sin esta ambición tan dogmática oficial de en diez años conseguir lo más liviano, seguramente y de manera emergente voy a discurrir por ahí. Tenemos que despertar esta inacción en el aspecto nocivo porque no nos estamos dando cuenta que estamos metiendo la pata.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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