La Palabra

En busca de… Emilio del Guercio, músico y diseñador gráfico

Marplatense de nacimiento y porteño por adopción, es uno de los pilares fundamentales de la música progresiva que en los años sesenta hace historia en el país. Integró los grupos Almendra, Aquelarre, dirigió su propia formación y armó su propuesta como solista. Su oficio de diseñador lo amplió al trabajo audiovisual y todo se aúna en la producción del ciclo cultural televisivo que con el nombre “Cómo hice” cuenta las historias de las canciones por Canal Encuentro. Generoso en su relato, ameno y cálido, cuenta a LA PALABRA momentos de su vida.

 

LP - ¿Qué escuchaste en tu infancia que te llevó a la música después?

E.G. - Escuchaba mucho folklore y música clásica porque mi mamá escuchaba eso. Y era la que estaba más en casa, y además mi mamá cantaba. Y cantaba muy bien. Si bien la música la recibí por parte de mi padre. El grueso de lo cotidiano era escuchar lo que ella escuchaba o lo que ella cantaba. Y básicamente en la radio era folklore,  mucho folklore, y música clásica. Y con los discos música clásica y a veces tango. Si bien soy una persona que no le ha dado mucha bolilla a los datos, a los nombres y demás, es más la información que tengo en la oreja que la que te pueda decir. Pero de algún modo esa música me habrá marcado, no sé si fue la generadora de mi interés por la música, por ahí sí, por ahí no.

LP - ¿Ya estabas en Buenos Aires?

E.G. - Sí. Yo nací en Mar del Plata pero nos fuimos cuando era muy chico a Buenos Aires. Mi papá fue la mano derecha de Jaime Yankelevich, el abuelo de Gustavo durante varios años y desde muy joven. A medida que Yankelevich iba fundando radios o ajustando cosas en diferentes lugares del país, porque fundó una cadena enorme de radios, mi papá iba siendo director de algunas de ellas como las de Río Cuarto, de Bahía Blanca, de Mar del Plata y de Radio Belgrano. En ese orden nacimos mi hermano, yo y mi hermana. Entonces digamos la música la recibí por parte de él en ese sentido, si bien él era un personaje más vinculado a la parte administrativa de las radios, también artística. Tengo fotos de  mi papá con Mariano Mores, con Francisco Canaro, con Libertad Lamarque, con Azucena Maizani.

LP - Y los instrumentos ¿en qué momento los elegiste?

E.G. - El primer instrumento que toqué fue un acordeón a piano que me trajeron los Reyes Magos. Me mandaron a estudiar acordeón a piano de una señora, cuando ya vivíamos en General Paz y Arcos en Núñez. Aunque dimos muchas vueltas por diferentes lugares del país. En esa época tendría nueve años. Y ahí estuve un tiempo estudiando después me aburrí porque el método era mucho solfeo, y dejé. Pero al poco tiempo cuando tenía once, mi hermano y un amigo de él, Héctor Tavella, habían formado un grupito de  folklore en el que yo también estaba. Esos fueron los comienzos. A los trece años ingreso en el colegio secundario y lo conozco a Luis Alberto Spinetta. Y de ahí empezamos a hacer  mucha afinidad con respecto a la música, y prácticamente juntos descubrimos a Los Beatles, y bueno, fue una cosa muy revolucionaria en nuestras cabezas de niños, y muy estimulante. Así que me acuerdo que en los recreos, con Luis, cuando salíamos hacíamos música con la boca, hacíamos como un ensamble y nos divertíamos con eso. Estábamos muy focalizados en eso y también en el dibujo porque yo  dibujo desde muy chico. Los recuerdos que tengo es desde los cinco años, por ahí. Y después del secundario ya con Luis como un gran amigo, casi hermano, íbamos a todos lados, nos inscribíamos juntos en todos lados, fuimos a hacer el curso de ingreso a la facultad de Arquitectura, después no lo seguimos porque ya en esa época tocábamos -todo esto antes de Almendra- y teníamos unos grupitos. Un amigo, el negro Perico Gómez, que cantaba en El Club del Clan, que era de  nuestro barrio, de Saavedra, medio como que nos apadrinó y vendió unos recitales de carnavales en Rawson, Puerto Madryn, Trelew, y nosotros fuimos. Fuimos con temas de Los Beatles, de los Rolling Stones y de algún otro. Cuando volvimos no nos permitieron ingresar a los cursos de ingreso de la facultad porque habían empezado. Yo me inscribí -y Luis también- en la escuela de Bellas Artes y estuve un tiempo hasta que nos profesionalizamos con Almendra.

LP - Ahora te toca a vos. Elegí un tema de los que escribiste en algún momento y contáme cómo lo hiciste.

E.G. - A ver… Puedo elegir el que es emblemático y representativo de una intención mía cuando grabé el disco “Pintada”. Fue después de haber pasado por el proyecto de la Eléctrica Rioplatense que fue el primer grupo que formé luego de venir de España. Y fue un grupo para mí experimental, pero no experimental de tocar sin saber lo que íbamos a tocar, sino para experimentar un cambio que yo había hecho desde la cosa más rockera de Aquelarre hasta incorporar todos esos elementos folklóricos que estaban en mi oreja de muy chico y que no les daba cabida, o les daba pero en un formato muy rockerizado. Si escuchás con atención algunas cosas de Aquelarre -sobre todo los discos dos, tres y cuatro- vas a ver que hay algunos elementos que tienen que ver con el folklore pero presentados en otro envase. Entonces esa cosa siempre estaba presionando en mi cabeza. No solo la expresión del folklore porque parece que me fui directamente al rasgo folklórico. Yo lo que quería era volver a abrir el abanico de la expresión en la composición, porque cuando nosotros empezamos con Almendra el abanico nuestro era muy grande, por eso grabamos “Laura va” con bandoneón de Rodolfo Mederos y Juan José Mosalini, y grabamos “Muchacha” o un tema más rockero como “Ana no duerme” y todo eso. Nuestros intereses -porque había un gran paquete que nos contenía a todos- eran desde el folklore, pasando por Astor Piazzolla, pasando por el jazz moderno, un abanico muy grande. Y eso lo quise recuperar con la Eléctrica Rioplatense y compuse varias cosas, entre las cuales quedaron algunos temas que luego grabé en el disco “Pintada” y entre ellos estaba “Trabajo de pintor”. Porque el tema quería que se llamara “Pintada” pero no lo pude registrar así. Pero de algún modo ese título de esa canción un poco me representaba a mí, y representa también otro amor que tengo que es la música que tiene que ver con el litoral. Soy muy amante de toda esa música y tengo experiencia con el río. Escribí en esa canción una carta de un obrero, un pintor que vino a Buenos Aires, y le escribe a su amor, que puede haber quedado en Paraná, o en Concordia, o donde fuere. Siempre desde el campo de la canción que es el que más manejo, no metiéndome ortodoxamente dentro de la expresión folklórica, sino dejando que esos aires te inunden, hice una canción que cuenta esta historia en la cual el pintor también tiene una función ambigua, puede ser un pintor de caballete o un pintor de pared. Y tiene elementos del rasguido doble, y por eso lo invité a Raúl Barboza a hacer una participación. De algún modo esa canción resumía un poco esa nueva necesidad mía de expresar desde el campo de la canción urbana la incorporación de un montón de otros elementos. Porque además estaba en la época en la que había conocido a través de la Alternativa Musical Argentina a muchos artistas que admiraba, con los que compartí giras como Barboza, Raúl Carnota.  Y busqué en la sonoridad algo que tuviera ese tránsito entre lo urbano y la expresión de ciertos rasgos folklóricos.

LP - Habiendo conocido el aplauso de los grandes públicos. ¿Cómo se vive el día después cuando eso ya no está?

E.G. - Hay varios días después. Un día después fue el que te conté, cuando volví de España y me despedí con Aquelarre en el Luna Park, y al poco tiempo ya empecé a formar la Eléctrica Rioplatense pero salí con mi carpeta de dibujos y con mis contactos a ver a algún agente de publicidad o diseño y me miraban raro porque algunos me conocían. Yo sentía esa  mirada, pero por suerte no me sentía cohibido, fue un laburo interno con respecto al ego bastante interesante. Otro día después es un día en que llenás un Luna Park o un Obras y al día después vas a comprar pan acá enfrente, seguís siendo una persona de la calle como cualquier otra. Eso es una cosa que el artista tiene que trabajarlo internamente, porque una cosa es el escenario y otra cosa es la vida diaria y cotidiana  que es igual a la de cualquier persona. Lo que recibo en la actualidad es que encuentro gente en la calle que me saluda, pero no en el personaje masivo, porque no lo soy, sino que es un vínculo que tiene que ver con algo más fraternal y más emocional, porque la gente te siente parte de su vida y yo le doy mucha importancia a eso. Otros artistas se incomodan, y creo que no debe ser así. En general me paro a hablar porque esa persona te está diciendo algo que necesita. Vos emitiste algo hacia él sin saber quién era, él lo recibió y te abrió las puertas de su casa que es la puerta de su corazón, entonces sos parte de eso y lo valoro muchísimo. En eso se constituye el capital nuestro como artista. No hemos ganado millones de dinero, nuestro capital es el vínculo con la gente que ha quedado casi inmaculado. Me siento bendecido por eso.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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