Inició la carrera profesional en su Tucumán natal participando en diversos medios de comunicación. Ello le permitió llegar a la capital del país y radicarse hasta el presente donde pudo desarrollarse como periodista y también en lo específicamente personal con tantas propuestas que lleva adelante imbuida en el ámbito cultural. Su imagen cotidiana en el noticiero central de Telefé se amplía en la literatura y el teatro, lugares de pertenencia que tomó como propios. De su trayectoria nos cuenta en esta charla informal con LA PALABRA.
LP - ¿Cuánto seguís teniendo de aquel Tucumán después de tantos años en Buenos Aires?
C.P. - Mirá, más que geografía te diría que de mi infancia puedo tomar los mojones de lo que soy porque mi vocación integral que está cruzada por las letras tiene su origen siendo yo muy nena, no solamente la vocación por la escritura, por la lectura fundamentalmente, por el teatro, por el periodismo, están ahí afincadas en la escuela primaria. Y no solamente a nivel de ilusión, sino que yo ponía en práctica todas estas actividades vocacionales de las maneras más diversas porque escribía obras de teatro, escribía discursos, leía, escribía literatura, era una gran lectora de libros que por ahí eran para mayores. Los primeros libros de poesía me los regaló una de mis abuelas siendo una nena, no tenía diez años. Con lo cual más que geografía hay -si debemos decirlo así- una geografía de la niñez donde las letras tenían que ver con lo lúdico, con el presente y con el futuro también. Entonces un poco el derrotero tiene que ver con eso, con que en este momento de mi adultez, todo el camino recorrido desde aquellos inicios, parece haberse realizado en función de este presente donde estoy publicando mi segundo libro.
LP - ¿Y por qué fue el periodismo en algún momento?
C.P. - Calculo que por las cuestiones azarosas de la oportunidad. Porque a los catorce años ya tuve la chance de trabajar en una radio, tenía buena voz, con lo cual eso me ayudaba, tenía la voluntad y la vocación de comunicar. Me hice de oficio desde muy chica, primero en una radio FM de mi provincia, luego pasé a una AM, luego a un canal de cable, y así. Y transcurrí sin dejar el trabajo y aprendiendo mucho por supuesto, y a los diecinueve estaba en un noticiero nacional. Pero digamos que el periodismo llegó antes, lo abracé con toda mi intensidad, y mi fuerza, y mis ganas de aprender, y de estar a la altura, pero en un punto de la vida, las otras vocaciones que tampoco habían cesado me reclamaron más espacio. Y lo permití, permití que eso ocurriera.
LP - ¿Cuándo decidiste que Buenos Aires iba a ser el próximo paso en tu juventud?
C.P. - Siempre me gustaron las luces de la ciudad, vengo de una provincia que es muy populosa por cierto, porque Tucumán es una provincia con un alto índice demográfico, pero más allá de eso, cuando me toca entrevistar a Alejandro Romay, me ofrece hacer una prueba en su canal porque le gustaba mucho mi voz, como le había gustado la entrevista, y tuve esa especie de varita mágica en el camino y obviamente no tardé ni un segundo en decir que sí. Ahí comenzó una sucesión de hechos que me iba a cambiar la vida porque a los diecinueve años ya estaba viviendo sola en la capital del país, trabajando en un canal de Buenos Aires con llegada nacional, en uno de los noticieros de mayor rating. Es decir que fue así de dramático para bien el cambio.
LP - ¿Cómo hiciste para afrontar esa realidad?
C.P. - Lo que pasa que no podemos comparar la escala de los medios allá en mi provincia que en Buenos Aires, más en aquella época, pero lo que te puedo decir es que cuando tenés una vocación muy fuerte, cuando tenés ilusión, y le sumás un poquito la inconsciencia de la edad, y cuando sentís que eso es lo que querés en la vida -porque la verdad que no sentía una pulsión por otra cosa, no estaba en mí ni formar una familia, ni tener chicos, ni casarme- y solo quería hacer periodismo y las letras y seguir estudiando, entonces seguía la línea de mi vocación, con lo cual eso lo tenía muy claro, porque calculo que lo importante en esos momentos de la vida es cuánta claridad tiene uno sobre lo que quiere del futuro. Y lo tenía por suerte, entonces solamente di el paso, y me encanta la adrenalina, no me parece un problema.
LP - ¿Estabas con la necesidad de una formación más firme cuando llegaste a Buenos Aires?
C.P. - Cuando llegue a Buenos Aires, en Tucumán ya estaba en el segundo año de historia y obviamente el tener que mudarme me cambió los planes a nivel académico, con lo cual cuando cambié de ciudad lo que hice fue seguir en forma autodidacta, nunca dejé el estudio de los idiomas, siempre tuve incursiones esporádicas en la universidad porque soy una curiosa crónica, y a lo largo de este tiempo no paré nunca de estudiar, ésa es la realidad. Creo que la formación académica y la lectura son indispensables. Y hoy tenemos una formación que incluye también la experiencia porque tengo más de tres años de literatura inglesa en la universidad de Londres, algo hecho on line con Oxford, alguna cosita hecha en ciencia política, idiomas toda la vida, no paro de estudiar, y soy una estudiosa de los libros que leo, no es que leo en forma pasatista. Siempre estoy leyendo para preparar una entrevista o para formarme, o para conocer los autores, entonces es como que el aprendizaje es una forma de vivir, calculo. El aprender todo el tiempo.
LP - Y así le diste lugar a las demás actividades que estaban postergadas, como el teatro.
C.P. - Sí, y el teatro llegó como consecuencia de la literatura inglesa porque digamos que era básicamente Shakespeare lo que estudiaba y cuando dejo la universidad porque me sale un trabajo muy temprano en la radio, necesitaba darle una continuidad a eso, y ahí me conecto con la gente del Festival Shakespeare y empieza otro viaje. Y cuando lo abordás - porque Shakespeare era en sí mismo un genio en trescientos sesenta grados, porque él no era solamente dramaturgo sino que dirigía las obras, y actuaba- es como automático que uno lo aborda en toda su dimensión. Y creo que fue natural llegar al escenario, como un paso que estaba escrito en la propia temática.
LP - ¿Cuáles fueron tus estudios?
C.P. - Con la Universidad de Londres estudiaba carrera de grado lo que se llama un programa externo donde rendís en Buenos Aires pero estudiás en el campus de allá. Y teatro que es otra cosa, tengo dos maestras, me estoy formando pero es menos estructurada. Con Oxford hice un curso de seis meses de crítica literaria. Esto para un chico de veinte años por ahí para él es normal, pero hacerlo a los treinta y pico es diferente. Por suerte yo venía con el idioma ya estudiado, pero no lo estudié en un colegio inglés de chica, sino con mucho esfuerzo, trabajando muchas horas, pero el disfrute te permite que lo encares.
LP - ¿En qué situación dejás el set de televisión cada día después de estar con la información dolorosa, cruel, que nos avasalla, y encarar de nuevo la calle con la mayor felicidad posible?
C.P. - Para mí por lo menos, el periodismo, contar las cosas de cada día son como una segunda piel, ya no me doy cuenta que lo estoy haciendo, porque es parte de uno, como mirarte, o escucharte, o hacer cualquier cosa casi en forma natural. Pero parte de lo importante para que eso ocurra es que la piel a mí no se me duerma, que yo pueda sentir que me atraviesa la realidad y que no me acostumbro. Tal vez lo más escandaloso para mí es que con más de veinte años de periodista de noticiero, es que por momentos estamos contando lo mismo. Que hay un punto en que nos embrutecemos en vez de avanzar, hay más decadencia que progreso, y eso me genera mucha indignación. Cómo somos especialistas en perder oportunidades y en quedarnos girando en un círculo que lamentablemente es una espiral hacia abajo. Eso sí me genera mucha consternación. Sobre todo en momentos en que el mundo ya está en otra cosa. Y nosotros estamos girando en descubierto. Por suerte también hoy con la tecnología tiene posibilidades de escaparse de los corsets locales y saltar, y de eso también habla El jardín de los delatores.
LP - ¿Cómo organizás tu semana de actividades?
C.P. - No tengo rutina, depende de los proyectos en los que esté. Como vivo para esas cosas que hago, no tengo impedimentos, entonces puedo trabajar hasta las dos de la mañana. En el caso especial de la novela El jardín de los delatores el trabajo fue metódico y muy disciplinado, escribí durante un año y medio todos los días. Me levantaba, desayunaba, y antes de contaminarme con la vida, escribía. Y podía hacer una página, un párrafo, dos horas, tres horas o media, pero ése era el momento. Y la novela tiene casi seiscientas páginas. Debe haber sido intenso el ritmo porque todos me dicen que es un número de páginas extenso para tan poco tiempo.
LP - Una anécdota de tu vida.
C.P. - Dos momentos veo. A los doce años me trajo por primera vez una tía mía a Buenos Aires. Yo no conocía y estábamos paradas en una calle del microcentro, calle Tucumán. Me dijo “¿ves aquel señor que viene allá? Es Borges”. Y venía Borges con su bastón. Me paré, mientras estaba comiendo un helado, paralicé mi mano con el helado y lo vi pasar. Cuando tuve veinte años y empecé a meterme en el mundo Borges volví a ese momento y dije: yo conocí a Borges antes de conocerlo, y creo que es un poco el gran culpable de que luego haya abrazado no solo el inglés, si no la literatura inglesa y luego Shakespeare, así que es como una paternidad, con lo cual puede ser un momento premonitorio.
por Raúl Vigini
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