LP - ¿Con qué te encontrás en el Chaco cuando llegás a estudiar a esas comunidades? ¿Por qué hay tantas lenguas en una región no tan extensa?
C.M.- Son lenguas de familias totalmente diferentes. Incluso no comparten todas la misma región. La diferencia entre unas y otras lenguas, además de las genéticas, ya viene de familias muy diferentes, de diferencias geográficas, aunque hay contacto. En el caso del guaraní no la habla solamente la población indígena, ya la habla la población criolla. Es el mismo caso del quichua santiagueño que es una lengua que perdura, podríamos decir en ciertas castas, que la mantienen desde un hablante más prestigioso que le da un estatus que no tenía. Estas lenguas son muchas pero se encuentran minorizadas aun cuando tienen muchos hablantes algunas de ellas. Pero no es una cuestión de números sino de prestigio social, porque una lengua adquiere su prestigio por los hablantes. Con respecto a la población indígena en nuestro país imaginate: “un indio -y con ‘esas’ palabras- que no tiene nada, que no se baña, que no está educado, ¿qué es lo que habla? lo que habla no es un idioma”. Todo esto dicho entre comillas, desde ya. Esta concepción así como la cuento perduró hasta fines de los ochenta cuando fui a trabajar al Chaco con maestros criollos que tenían un odio, desprestigio e ignorancia hacia sus propios semejantes. Lo que pasa siempre, de creerse el discurso de no sé qué. De que lo que hablan no es una lengua, de que hay que lavarles la boca y les lavaban la boca a los chicos para que no hablaran su idioma.
LP - ¿En qué estado encontraron a las lenguas del Chaco?
C.M. - Hay lenguas que son bastante vitales, pero en el sentido de que los niños la usan, que los padres se la transmiten, la hablan, Por ejemplo el wichí es una lengua con bastante vitalidad. Hay muchas situaciones diferentes. Chaco y Formosa tienen educación intercultural bilingüe, son provincias pioneras en eso. Estas leyes inspiran la reforma constitucional del noventa y cuatro.
LP - ¿Hay lenguas que ya no tienen hablantes?
C.M. - En el área chaqueña el vilela es una lengua de la que quedan uno o dos hablantes que dan testimonio. Hay otras que no tienen hablantes y se perdieron en siglos pasados.
LP - ¿Por qué se dan tantas lenguas en una región no tan extensa?
C.M. - Una buena pregunta. Si uno se pone a mirar un mapa de la India, incluso en Europa, no es que había una sola lengua. Empezaron a surgir con los imperios, los reinados, las conquistas y las invasiones. Fue con las armas, el idioma y la religión. El quichua es una lengua del imperio, coexistían con el imperio cientos de lenguas. El Chaco fue dentro de lo que se llama la Conquista del Desierto -valga la paradoja- el último bastión. El más guerrero y quizás el monte favoreció la posibilidad de defenderse. Ahora está siendo devastado con la desforestación y la soja. Existió genocidio y quizás con las mismas dimensiones que en el sur. Y después estuvo la Guerra del Chaco que bajó mucha gente, y vinieron las pestes, muchas epidemias. Pero fue diferente el proceso al de la Patagonia.
LP - ¿Estudiaste las lenguas del sur argentino?
C.M. - No en lo personal pero sí otros colegas que trabajan en el equipo de investigación. Lenguas que ya no existen, otras que tienen un hablante como el yagán allá en Tierra del Fuego, o lenguas que están en serio retroceso como el tehuelche, los ranqueles. Pero sin embargo se están haciendo interesantes trabajos de revitalización o recuperación de las lenguas.
LP - Cuando se detecta el último hablante ¿se puede hacer un trabajo para preservar esa lengua?
C.M. - En el caso del vilela, una colega encontró a ese hablante, trabajó y trabaja actualmente con él. Esta lengua se la considera como una de las más australes del Chaco en límite con la zona mocoví de Santa Fe. Hasta lo que sé estaban intentando con este señor y su hermana de transmitírselo a sus nietos. Eso sí requiere de una política estatal. Hay muchos movimientos llevados a cabo por jóvenes que recuperan su lengua.
LP - En algún lugar leí “ideología del desprecio”. ¿De qué se trata?
C.M. - Es de una lingüista norteamericana, que habla justamente del impacto de la conquista europea sobre América, y cómo se impone una ideología del desprecio que es despreciar al de lengua diferente pero no por la lengua porque no hay razones lingüísticas sino hacia las personas vistas como otro diferente. Y por lo tanto: peligroso, amenazante, esa idea de que la diferencia es una amenaza.
LP - ¿Qué requiere del Estado el trabajo de ustedes para poder sostenerse en el tiempo?
C.M. - Por un lado lo que tiene que haber en una investigación básica es que requiere ser financiado como todas las investigaciones. Si bien durante muchos años trabajamos con nuestros propios sueldos de becarios pero cuando se empezaron a reconocer de alguna manera, a otorgar financiamientos en este tipo de investigación que tuvo sus épocas muy buenas, se podían hacer trabajos de campo, talleres de revitalizacón con los propios indígenas. Entonces se da un intercambio entre lo que es el trabajo de investigación y lo que son las necesidades concretas de la gente en cuanto al conocimiento de su lengua y su cultura. Eso fue muy rico. Y por otro lado está la otra pata que es el lugar de la transferencia en la investigación que es la educación uno de los principales campos. Ese el punto: cómo llegar a vincular el trabajo directo en terreno, educativo. Hay trabajos hechos en el ámbito legal, en salud se ha hecho mucho también. La comunicación entre el médico y el hablante es fundamental. No es solamente cómo traducir, sino cómo entender las dolencias, la cosmovisión. Hay un campo increíble que es el de la botánica y la medicina desconocido hasta que los laboratorios empiezas a darse cuenta. Nosotros tuvimos un proyecto que duró varios años con biólogos. Hicimos un relevamiento y una clasificación de las plantas y de animales, y de la perspectiva lingüística que también le otorgaba a la planta y a la especie un sentido. Hay una plantita que le llaman “lengua de loro” que se les da a los chicos cuando tienen problemas para hablar, con dificultades en el lenguaje. Fijate la relación. Hay otro ejemplo que siempre lo cuenta uno de los hablantes que es Mauricio Maidana en el Chaco: el nombre de una planta que se llama eucalipto. En toba significa zumbador. Uno diría por el viento y las hojas. No. Tiene que ver con una especie de abeja que llega en determinada época del año que es el de la floración y hace un ruido increíble que se escucha en el monte e indica que va a haber miel, que empieza la época de la floración, o sea la buena época, la de ir a mariscar. Hay una relación increíble en los nombres. Y se une el lenguaje con cultura, con salud, con educación, con ecología.
LP - ¿Qué te gustaría ver concretado en el mediano plazo con tu trabajo?
C.M. - Sinceramente creo que se ha logrado mucho. Quizás a la vista de países como Perú, México, Paraguay no por esta invisibilización, pero me gustaría no volver atrás. Realmente siento y me preocupa desde la investigación que se están cerrando becas sobre todo en Ciencias Sociales, desde la educación donde la Nación ya no interviene, y el desprestigio de la cuestión indígena que no tiene que ver con una realidad sino con intereses que son de afuera. O sea es lo que me gustaría no ver.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar