LP - ¿Qué actividades tuviste antes del Bar Istria?
C.M. - Hice de todo. Filmaba fiestas, después me dediqué a la restauración. Fui peluquero también. Todo lo que era en base creativa, es lo que me llevó a todo esto. Todo artístico. Y empecé restaurando cosas, compré una para restaurar y vender y me quedé con todas. Cuando las terminaba, veía cómo había quedado y dije no las vendo. Y nunca vendí nada, y fui acumulando, acumulando, y hasta el día de hoy acumulé muchísimo porque tengo un depósito lleno.
LP - Nos preguntamos con relación al trabajo artesanal ¿Hasta dónde se desprende uno de lo que logra?
C.M. - Creo que se desprende de algo cuando hay necesidad, si no me parece que no.
LP - El apego afectivo de lo que conseguiste y de las horas que le invertiste a cada cosa.
C.M. - Es lo que hace que te lo quieras quedar. Te encariñás y no lo querés largar. Me pasa en el bar que muchos dicen por qué tantas cosas y no más mesas. Pero el objetivo es otro.
LP - Entre lo exhibido también se puede apreciar algo de modelismo.
C.M. - Tengo cuatro carabelas que tienen más de cien años, las hizo el tatarabuelo de una conocida que me contó que iban pasando de familia en familia pero llegó un momento que no las querían tener más. Son de madera y tela.
LP - ¿Qué es lo que más te costó terminar en el trabajo de restaurador?
C.M. - De todo lo que tuve me está costando terminar una moto Norton quinientos que estoy armando, hay pocos repuestos originales, tengo que pedir mucho afuera y ahora es muy complicado. Me costó mucho restaurar la heladerita de Coca Cola que funcionaba a hielo y era para los bares, pulperías, cantinas. La terminé con esos muchachos que tienen el programa en el History Channel que hacen Los restauradores. Mirando un programa ellos habían abierto un libro para buscar repuestos y estaba una heladera parecida y en el cuaderno estaba la página web. Le tomé la página y les escribí, me dijeron que me mandaban lo que quería. Y el proveedor mandó todas las partes que necesitaba: herraje con forma de botella y demás cosas. Una de las registradoras la traje de Montevideo, pero tengo varias. Y las máquinas de fotos son mi colección, tengo más de doscientas, me han traído de Rusia, de Bulgaria, de Holanda, tengo una conocida en Ucrania que se dedica a buscar máquinas rarísimas de fotos y me las envía. Y colecciono patentes también.
LP - ¿Cuál es la más antigua y cuál la más rara de esas cámaras?
C.M. - Una de las Olimpiadas de Berlín del año treinta y seis cuando todavía estaba Hitler, es una Leica. Y después la de pie que es de mil novecientos cinco, de estudio, que las hacía un lituano en el país. El las fabricaba acá y las exportaba.
LP - Es interminable la lista de objetos…
C.M. - Tengo tres televisores de fabricación especial. Uno salió con la película Odisea del espacio que es como un casco de astronauta, tengo el que sacó JVC en homenaje a la llegada del hombre a la Luna en el año sesenta y nueve, y está uno de los primeros televisores Philco que era muy avanzado para ese tiempo.
LP - ¿Cómo resultó la propuesta teniendo en cuenta que hay más objetos de colección que mesas y sillas?
C.M. - A la gente le gusta. Mucha clientela nueva, otra grande que se hizo y le encantó el lugar. Me garantiza que puedo ponerlo en cualquier lado y funciona.
LP - ¿Qué te queda por hacer en este tema o en otro proyecto?
C.M. - En primera instancia crear más cosas, porque vivo creando. Invento lámparas, como hice con un redoblante un reloj. Y después llegar a instalar todo y poner un museo. No sé si puedo llegar a vivir de eso pero me encantaría tener algo así. Pero igualmente lo mío es salir a buscar cosas, me encanta eso, salir, encontrarlas y descubrirlas. Como me pasó hace poco con un trencito de juguete que encontré y no es muy conocido, con una pista chiquita a batería, y resultó que se acaba de subastar en España. Eso es lo que te llama y decís voy y encuentro, como me pasó con el avión. Me gusta salir a buscar y restaurar, si me paso todo el día restaurando me olvido del mundo. Las registradoras las abrí, las restauré solo, después me contacté con un Club de coleccionistas de registradoras y ahí sí me empezaron a mandar repuestitos porque son complicadas adentro.
LP - ¿Hubo quienes se interesaron por comprarte piezas?
C.M. - Sí. Por el auto tengo una pila de tarjetas. Pero no se vende nada, me dolería hacerlo. Porque hay cosas que son difíciles de volver a encontrar. La rockola Wurlitzer no la encuentro más, entraron diez al país, la encontré en Santa Fe. Y es la única que le quedó al propietario que las alquilaba, porque las demás se las destruyeron con el mal uso. Ni en Estados Unidos se consiguen fácilmente.
LP - Si alguien tiene algo que aportar al proyecto ¿cómo se comunica con vos?
C.M. - Por el facebook Istria Buenos Aires.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar