LP - Qué lo atraía en las inquietudes de sus primeros años.
C.C. - Si por primeros años nos referimos a la infancia, nada que se acerque a lo que hoy hago. Tuve una infancia de poca naturaleza, sin mucha interpretación de la que tenía al alcance, ni tradición naturalística familiar. Si nos referimos, en vez, al inicio de mi carrera la respuesta es compleja porque tengo varias “carreras,” con sus propias inquietudes. Empecé como un médico dedicado a la investigación científica en temas de neurofisiología. Seguí como biólogo interesado en el comportamiento social de los animales. Y llegué a la conservación, campo al que aún me dedico, por razones de responsabilidad y deuda con la naturaleza. Creo que las líneas de trabajo tienen en común un sentido de la responsabilidad asociada a una necesidad de corregir ciertas distorsiones éticas que caracterizan la relación del ser humano con la naturaleza. La tarea médica y del conservacionista se basa en la protección, ya sea al individuo enfermo como a la naturaleza enfermada por nuestra manera de vivir.
LP - Desde cuándo se interesa por la naturaleza.
C.C. - Interesarse es un término con demasiados caminos abiertos… el cazador se interesa por la naturaleza, el que desarrolla hoteles también. Se interesa el agricultor, por supuesto, y el investigador en cualquier ciencia… El tema es interesarse para aportar, no solo para quitar o apropiarse de lo que la naturaleza ofrece, que es el caso del cazador, el desarrollador de hoteles, el agricultor y hasta el científico. Mi interés es aportar más que quitar. Hay algo de altruismo imposible en la tarea conservacionista: ¡un ser humano finito y débil espera hacer aportes a la grandilocuente natura, con sus infinitas expresiones! Y sin embargo, el ser humano pudo con lo grandioso y aparentemente inacabable, lo doblegó y acabó. Haberlo entendido me puso en un particular camino, me “interesé” por hacer algo que se contrapusiera a la extinción de especies. Me di cuenta que estamos llevando a cabo actos inaceptables para lo que se espera de nuestra forma de vida, y ni siquiera los consideramos prioritarios para corregir.
LP - Dónde se informó en el comienzo de su acercamiento al tema.
C.C. - No fue un proceso de informarme, fue un proceso de ver, ampliar la mirada si se quiere. La vida de ciudad en mis tiempos de juventud mostraba, por ejemplo, la insensibilidad con que cierta gente trata lo vivo, que no sean ellos mismos o sus cercanos. Los perros andaban por la calle, abandonados, muertos de hambre, y los coches no consideraban parar si uno cruzaba la calle, los atropellaban sin pena ni gloria. Había mucha barbarie. Y lo mismo sucedía en el contexto de la naturaleza. Los japoneses, noruegos, rusos, etcétera cazaban ballenas que estaban al borde de la extinción, nada importaba. Al mismo tiempo, Konrad Lorenz creaba la ciencia de la etología, con el aporte de muchos. Ellos observaban a los animales y descubrían cosas increíbles de la vida animal. El contraste era enorme y yo quería estar “del lado de los buenos”.
LP - Hacia dónde encaminó sus estudios superiores.
C.C. - Hacia el comportamiento animal. La neurofisiología invade el cerebro, el estudioso del comportamiento lo interpreta funcionando naturalmente. Me interesaban los avances teóricos que aplicaban ideas provenientes de la teoría evolutiva para explicar el comportamiento animal… y más adelante el de las plantas también.
LP - Qué objetivos se propuso al egresar de la universidad.
C.C. - Conseguir un trabajo que me permitiera observar animales. Un médico que quería observar animales… Nuevamente Konrad Lorenz salió al rescate, era médico, observaba animales y ganó el Premio Nobel de Medicina por eso. La oportunidad me la dio el CONICET. Me radiqué en Patagonia, cerca de la Península Valdés, el lugar en el que desarrollé la mayor parte de mi trabajo y donde hoy casi no puedo trabajar por reglamentaciones que oponen los intereses científicos a la propiedad privada.
LP - Cómo fue definiendo su vocación por la investigación.
C.C. - No se define…. en mi experiencia aparece allí cuando se la necesita. La pregunta, hacerse preguntas, es parte de lo que hace el ser humano. Todos somos investigadores en ese sentido. El investigador científico aplica un método para encontrar las respuestas, pero las preguntas surgen naturales. Claro que no toda pregunta es científica…. allí hay que aprender un poco el oficio para no mezclar el juego.
LP - Qué temas fueron los que más le interesaron estudiar del ambiente.
C.C. - Me interesa saber qué necesitan los animales para poder sobrevivir y reproducirse, y qué es lo que les quitamos que les impide hacerlo. El “ambiente” es demasiado como para ser una palabra útil, naturaleza también. A mí me interesa qué es lo que hace un lobo marino, especie que estudié mucho, o un elefante marino, otra que también estudié, para vivir como lobo o como elefante. Aprenderlo permite entender qué es lo que está pasando en el mundo que va a chocar contra las necesidades de esas especies, e innumerables otras. Así empieza la acción de la conservación: evaluando el estado de cosas y comprendiendo dónde hay conflicto.
LP - Un día habitual en su vida laboral.
C.C. - Abro la computadora, cierro la computadora y fin. En el medio transcurrió el día conmigo distraído, parafraseando a John Lennon… De vez en cuando miro al mar, observo las ballenas que están llegando, veo las aves que se acercan al comedero o al bebedero que tenemos para ellas… Hay muchas cosas que pasan entre abrir y cerrar la computadora. Claro que esta rutina es la de tiempos de pandemia. La que la precedía era distinta, mucho avión y reuniones. Fuerte huella de carbono… injustificada. También está la enseñanza. Durante años, di clases sobre ética ambiental en la Universidad de California, con mi amigo el filósofo Daniel Guevara… Y también escribo cosas, muchas inútiles.
LP - ¿Por qué eligió el mar y sus mamíferos como destino de sus investigaciones?
C.C. - Me eligieron a mí. Los vi una vez y ya no hubo vuelta atrás. Fue dedicación total a primera vista. Claro que no fue cualquier mar, fue el mar de la Patagonia.
LP - ¿Qué especies hay que conservar? ¿Cómo se define esa situación?
C.C. - Todas, por supuesto. Hay muchas maneras de pensar las prioridades, pero no hay especie a la que no impactemos. Esto es cierto por la destrucción constante de la atmósfera y sus consecuencias. Hay que conservar las que se tiene a mano y sobre las que se puede hacer algo por ellas… individuo por individuo, árbol por árbol, “bicho” por “bicho.” Cada día hay que hacer algo para detener la topadora, para detener la picadora de carne. De a un grano de arena por vez, alguna vez va a parar. Y si no es interponiéndose al destrozo, se va a detener cuando el que la opera ya no pueda vivir.
LP - ¿Cómo se construye y se sostiene una ética ambiental? ¿En qué estado está nuestro país?
C.C. - Se construye desde el lenguaje, pero esto requiere otra entrevista… ¡jaja! Nuestro país no tiene una ética ambiental, pero cuesta encontrar uno que la tenga. No lo justifico, solo señalo el estado calamitoso del tema.
LP - Alguna anécdota del ambiente que haya protagonizado.
C.C. - Busco en la memoria y no encuentro nada a lo que se le aplique la palabra “anécdota”. Tal vez la mejor que se le acerca es mi trabajo con la actriz Isabella Rossellini, en una serie sobre comportamiento animal que se tituló Green Porno, de hace una década. Isabella se disfrazaba de distintos animales, los interpretaba, los encarnaba para que se comprendiera qué hacen, porqué son así, etcétera. Isabella es la mejor etóloga del mundo, y también una gran conservacionista. Green Porno fue el nombre que eligió para generar la atención, y porque la mayor parte de los comportamientos que personificaba tenían que ver con la reproducción de algunos animales… la lombriz de tierra, la mosca, un pato… Yo fui asesor científico en una parte de la serie, dedicada a la conservación de especies ante la amenaza de la pesca, por ejemplo. Fue divertido, a pesar de estar mostrando graves problemas que afectan a las especies.
LP - Algo más que desee agregar.
C.C. - ¡Mis felicitaciones por el esfuerzo que hacen en esta columna para que figuras ignotas como yo puedan comunicarse con una audiencia!
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar